Moldear la cera, ritual zapoteca que acompaña la vida y la muerte en Teotitlán del Valle, Oaxaca

El proceso de elaboración de velas y cirios es delicado y lento; en éste se utiliza calor y frío

Agencia Excélsior

OAXACA. Oax.

En Teotitlán del Valle, localidad indígena zapoteca, las velas acompañan a las personas en todos los ciclos de la vida, sin faltar, en  las mayordomías, la boda y el funeral.

Las velas de cera tienen un significado espiritual para la cultura zapoteca asentada en esta localidad, ubicada a 35 minutos de la capital, ya que para sus pobladores, desde tiempos de la conquista, la luz de éstas representa el camino de la vida, pues una vez que se apaga ocurre lo mismo con la existencia.

Cada vela tiene un valor especial, y es colocada en un lugar determinado en el altar dedicado al santo patrono y la ofrenda a las ánimas.

“Cuando una pareja se une, durante un ritual habrán de encenderlas para iluminar la nueva etapa de vida; en  el nacimiento, el bebé la recibe como símbolo de luz y guía en la ruta de la vida; al morir, el difunto tendrá la suya para iluminar su transición”, comenta José Hernández, originario de esta localidad de vocación artesanal.

El arte de la cerería es una actividad que le viene de herencia, le fue transmitida por su mamá, Viviana Alávez Hipólito; al paso de los años, la nueva generación familiar le aportó a las velas un valor ornamental.

El proceso de la elaboración de velas y cirios es delicado y lento. El artesano coloca la cera en un cazo sobre un fogón para que se conserve líquida.

Tiras de hilos de algodón cuelgan de unos aros, son los pabilos o mechas. La hebra recibe varios “baños” de cera liquida. El grueso de la pieza depende de la celebración: para las  bodas son anchas y adornadas con flores y pajaritos, mientras que los cirios para los fallecidos son austeros, con un listón de papel metálico en la parte media; la medida es variable.

Velas y adornos son elaborados con cera caliente, se  moldean con los dedos, luego pasan  por agua fría.

La familia de artesanos trabaja en el patio de su casa, habilitado como taller.

Las manos diestras de estos maestros de la cerería los ha llevado a crear piezas únicas. Les gusta  compartir su experiencia y talento con diseñadores, artistas plásticos y artesanos nacionales y extranjeros.

 

 

ALEJANDRA FRAUSTO

Con un huipil ataviada

buscaba la Muerte a Frausto,

la guadaña, preparada,

le auguraba un fin infausto.

A Tlaxcala ella arribó,

Ahí marcaba la oficina,

pero nunca la encontró,

resultó capitalina.

Por fin la halló la Catrina

“defendiendo” el patrimonio,

pero salió muy ladina

nunca dejó el escritorio.

“Le pagas a los artistas,

ordenó a la secretaria,

“y charlas con periodistas

tendrás de forma ordinaria”.

“Ya hasta te estás despidiendo,

pero nada has acabado,

no podrás salir huyendo,

vas a cumplir lo acordado”.

Juan Carlos Talavera

 

 

 

LUCINA JIMÉNEZ

Preparada para el salto

Lucina se relamía,

siempre apuntando muy alto,

quería la secretaría.

Fueron sindicalizados,

o quizás fue fuego amigo;

sus intereses, frenados,

tuvo ella como castigo.

Aferrada como pocas

ayuda pidió a la Muerte,

puras excusas barrocas

puso detrás de su suerte.

“Dejas morir los proyectos,

le respondió ella violenta,

“y ¿así quieres mis afectos?

Ay, amiga, date cuenta”.

Muy triste quedó Lucina,

sólo le queda soñar,

relegada en una esquina

seguirá sin despuntar.

Juan Carlos Talavera

 

 

Sergio Ramírez

El año fue de terror

para el escritor nica.

Su patria, por error,

ya no le significa.

El dictador le quitó

con saña y crueldad

un tesoro que cuidó:

su nacionalidad.

Pero lejos de ceder,

don Sergio arremete

y buscará defender

su patria de la Muerte.

Virginia Bautista

 

 

Rosa Beltrán

Parca ronda la UNAM.

En especial, a Cultura.

Le gustó Rosa Beltrán,

para darle sepultura.

Tras un trabajo fuerte

y una visión crítica,

es invitada por Muerte

a dejar esta política.

El cambio de rectoría

trae modificaciones

y el equipo con alegría

visitará los panteones.

Virginia Bautista

 

Ignacio Solares

“No hay tal lugar”,

decía Nacho Solares,

pero halló ese hogar

detrás de los altares.

Recreó los sueños,

la dimensión sagrada,

fantasmas pequeños,

pero recibió la llamada.

Hoy sigue escribiendo

en el camposanto,

amable y sonriendo

con el mismo encanto.

Virginia Bautista

 

 

CATRINA

Del camposanto he venido

llevándome a los que les toca,

por siglos siempre ha sido,

tristeza a veces esto provoca.

Soy blanca como nieve,

silenciosa al llegar,

mi estancia aquí es breve,

no me gusta incomodar.

De ojos negros y huecos,

muy sombría al caminar,

mi beso los deja secos,

la ausencia han de perdonar.

En muchos panteones he morado,

cempasúchil y copal al celebrar,

ay, canijo, no me he presentado,

La Catrina me puedes llamar.

Karina Tejada