LA INFLUENZA DE TODOS TAN TEMIDA

 

Por Manuel Zepeda Ramos 

Década. En abril se cumplirán diez años de aquella noticia que tanto nos impresionó: en boca del entonces Secretario de Salud y por instrucciones presidenciales se le anuncia al pueblo de México que estamos enfrentando una influenza, aviar, A H1N1, no conocida en México por lo que no hay vacunas para ello.

Nada más existe un pro fármaco, Oseltamivir, existente en las farmacias a través de un medicamento llamado Tamiflú. El Secretario de Salud nos enumera una serie de manifestaciones que anuncian la presencia del virus en el organismo, como son fuerte dolor de cabeza, temperatura, tos, dolor de cuerpo, carraspera. Nos pide que no saludemos a nadie de mano y mucho menos de beso, así como lavarse las manos de manera compulsiva durante todo el día, evitar tocarse la cara y toser poniendo la contraparte del codo en la boca para evitar en lo posible la expulsión de saliva que pudiera quedar flotando en el ambiente, tratándose de un posible infectado. Además, de ninguna manera automedicarse y si acudir de inmediato a un especialista, un otorrinolaringólogo, para que tome cartas en el asunto. Nos dijo por último que la población en riesgo la integran los de la tercera edad, los asmáticos, los diabéticos, los obesos, los niños y los jóvenes, principalmente.

Me preocupé.

Pero el susto mayor fue cuando, pocas horas después, el Presidente de la República anuncia en red nacional la suspensión de todas las actividades de producción, de enseñanza, de comercio y la vida burocrática durante dos semanas.

Estaba proponiendo el Jefe del Ejecutivo Federal, la paralización del país por dos semanas.

En la casa nos organizamos de inmediato. Nadie salía, a menos que hubiera sido indispensable. El que lo hacía, se desvestía llegando y ponía su ropa en una bolsa de plástico, la que se aseaba en cuanto hubiera espacio en la lavadora. Los saludos y otras indicaciones ya descritas, se cumplían al pie de la letra. Mi nieto mayor, de escasos seis meses, sentado en su mecedora puesta en la mesa del comedor, movía sus manitas como si se estuviera enjabonando cada vez que alguien de la familia entraba a la casa. Era pues, una organización de guerra.

Quienes cumplimos al pie de la letra todas las indicaciones, pudimos ver el futuro con optimismo. No obstante, perdí amigos aquí en Xalapa y en Chiapas, que me produjeron un gran dolor. Aprendí para nunca olvidar que una influenza atendida a tiempo es fácilmente curable y que, atendida a destiempo, se complica enormemente.

Desde ese entonces, me vacuno todos los años en contra de la influenza A H1N1, la influenza estacional, así como la del neumococo cada vez que se indica, señalada en mi cartilla de vacunación.

Como dato importante cada año, en la temporada invernal, siempre hay un número considerable de muertes por influenza que la estadística registra inexorablemente. Los organismos de salud pública creo que funcionan en nuestro país y su sistema de inmunología también, que está todos los años al pendiente de la existencia y distribución de las vacunas en todo México para aplicarse en el momento indicado.

Este año no es la excepción. Han habido decesos que inciden en la población de riesgo.

Mis amigos médicos del país me dicen que en este año se ha presentado una fuerte influenza estacional -no la H1N1-, que está causando preocupaciones porque el número de infectados pudiera crecer. Los vientos polares de diciembre y enero han traído a nuestro país virus estacionales de otras latitudes a los que no estamos acostumbrados y están generando gripas severas que han llevado a pacientes a los hospitales para su internación.

Además de recomendar el cubrirse bien, que incluye de manera especial a los niños y jóvenes y a los adultos mayores, mis amigos han propuesto un método preventivo que ha funcionado muy bien en algunos lugares de México:

Quien adquiere un virus, lo tiene en la garganta y en la nariz algunos días – dos o tres días-, antes de que desarrolle su infección. Durante ese período, recomiendan hacer gárgaras de sal en la mañana y en la noche, así como tomar infusiones de su preferencia: el virus es destruido en el estómago de manera rápida.

Son pues, prevenciones que nada cuestan y que nos ayudan a evitar un problema mayor que nos lleve a la necesidad de visitar un hospital para un tratamiento más complicado.

En esta temporada les recomiendo hacer esas gárgaras todos los días, en la mañana y en la noche antes de acostarse, tomar infusiones en casa y en los cafés de su preferencia, lavarse las manos las veces que usted pueda -en las manos pueden quedar restos de saliva que pudieran llevar el virus-, no saludar de beso a nadie, toser poniendo la boca en la Unión del brazo y antebrazo y no tocarse la cara por ningún motivo.

Creo que es un esfuerzo mínimo que puede coadyuvar a evitar un mal mayor que no se le desea a nadie.

Y en cuanto aparezcan las vacunas, a ponérselas de inmediato en cualquier centro de salud de su población.

Son gratuitas.