HOSPITAL DEL ALMA 190424

Por El Duque de Santo Ton

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Querido Duque:

El temor al cáncer no me deja vivir, todo el tiempo me siento amenazada y me da pánico exponerme a esa enfermedad por descuido. Antes de dormir me la paso buscando todas las noticias relacionadas con tan terrible mal, y lo mismo hago al despertar. Cuando estoy dormida, entre sueños, escucho el aullar de las ambulancias y eso me pone muy inquieta, no consigo relajarme, tengo pavor y ya no sé qué hacer.

Gloria

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Gloria:

Entiendo perfectamente lo que sientes. Estás metida en una espiral neurótica que casi raya en la esquizofrenia, lo cual es muy grave pues puede dejarte secuelas para el resto de tu vida. Estoy de acuerdo en que sientas temor de enfermarte, pero hasta ahora no ha sucedido y tú ya sufres como si estuvieras en fase terminal. Te recomiendo que trates de frenar tus obsesiones y procures relajarte. No te satures de información, pues, aunque sea cierta te llegas a indigestar, trata de distraerte, de pensar en otras cosas que también valen la pena. Si no tienes trabajo para hacer en tu casa, entonces trata de escribir, de dibujar, de pintar, modelar, esculpir y hasta bailar. No es momento de paralizarse, el tiempo pasa, cada día te vuelves más vieja y debes actuar en consecuencia. 

Duque de Santo Ton:

Desde que era joven y soltero, mi marido ha sido considerado uno de los hombres más guapos y sexys de Comitán. De hecho, por eso me casé con él, pero una vez que formamos nuestro hogar, descubrí que lo que tiene de hermoso, también lo tiene de pobre, y para mantener el nivel de vida que llevamos, prácticamente se prostituye con mujeres y con hombres, quienes le dan dinero a cambio de su compañía y de disfrutar sus encantos. La otra noche lo confronté porque me contaron que ha tenido relaciones íntimas con políticos calientes a cambio de dinero. Me respondió que él siempre se protegía cuando usaba su cuerpo para conseguir algo y que no interfiriera en sus negocios. Me cuesta mucho comprenderlo porque sinceramente lo amo, pero me gustaría que fuera decente, que se ganara la vida de manera honrada.

Malena

Comitán 

Querida Malena:

A las personas amadas se les acepta tal cual son, siempre y cuando esa aceptación no implique poner tu salud o tu vida en peligro. Yo sé que tienes principios morales firmes y recios, pero vas a tener que aprender a ser flexible pues, aunque tu marido haya sido y siga siendo el chico guapo del pueblo, eso se le va a terminar con la edad, así que déjalo vender lo que tiene, mientras lo tenga. Hay otros hombres que en lugar de prostituirse ellos, prostituyen a sus mujeres y en tu caso, tú vives mantenida por ese tipo como cualquier ama de casa. Yo te sugiero que intentes comprender su chamba y la toleres hasta donde te sea posible. Si te sirve de consuelo, él no es el único caso ni el primero, pero lo admite y está dispuesto a platicarlo contigo. 

Duque de Santo Ton:

Mi abuelita es ranchera, una mujer hecha en el campo, que tuvo ocho hijos y a la que su marido le fue infiel con muchísimas mujeres, pero también es muy inteligente porque al enviudar se quedó con todas las pertenencias de mi abuelo, y después de repartir entre sus vástagos todavía tiene una fortuna personal considerable y una gran finca ganadera y cafetalera. Lo malo es que como mi abuela no fue a la escuela, a veces es rete burra. Hace poco una su amiga que vive en la Ciudad de México, pasó unos días con ella y le vendió un collar de perlas carísimo, porque según esto había pertenecido a la emperatriz Carlota. Cuando me enteré, mandé la joya a una casa de antigüedades para que la valuaran, y en el peritaje me dijeron que ni siquiera se trata de perlas cultivadas, que son cuentas de plástico, un material que ni siquiera existía en los tiempos del Segundo Imperio. Yo le aconsejé a mi abuela que meta a la vieja esa a la cárcel por fraude, pero ella no quiere porque dice que prefiere perder ese dinero y aprender la lección, que perder la amistad de la pelafustana que la engañó. Hazme el puto favor.

Ernestina

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Ernestina:

Tu abuela ha demostrado ser lo suficientemente astuta para defender lo que le pertenece y puede hacer con ello lo que se le antoje, sin que tú tengas autoridad ninguna para juzgarla ni para criticar sus actos. Puedes estar segura de que ella sabe lo que hace y porque lo hace, así que déjate de cuentos si no quieres quedarte sin tu rebanada a la hora que partan el pastel. 

Duque de Santo Ton:

Mi hermano y mi cuñada no pueden tener hijos, y decidieron registrar como propio al hijo bastardo de su sirvienta, porque ésta lo quería regalar. Yo no tengo nada en contra de la raza indígena, pero me parece que ese niño jamás podrá adaptarse a la familia, es muy diferente.

Matías

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Matías:

Lo bueno es que no tienes nada en contra de la raza indígena.  

Duque de Santo Ton:

A mí me gusta mucho masturbarme, pero solo, jamás acompañado. Lo hago en la soledad de mi habitación y me he vuelto adicto. Lo malo es que no sé cómo, desde la azotea del edificio de enfrente, me grabaron varios videos mientras estaba dándole duro al pescuezo del ganso, y ya han empezado a circular en las redes sociales que frecuento. Quisiera presentar una denuncia, pero no sé cómo ni con quién ni a quién denunciar.

Rafael

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Rafael:

Deja las cosas como están, porque entre más vueltas le des al asunto, más embarrado terminarás. Mejor preocúpate de cerrar las cortinas de tu cuarto, siempre que vayas a realizar un acto íntimo, aunque sea bajarte los calzones. 

Querido Duque:

Yo no sé cuál es la diferencia entre chal y pashmina ¿me la podrías explicar?, ¿tú sí sabes?

Norma

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Norma:

Mira Norma: pashmina se denomina a la raza de un borrego que sólo existe en Cachemira (en donde se fabrica el tejido “cashmere”), en Nepal, de cuya lana se producen chales muy apreciados en todo el mundo, especialmente en Inglaterra. Sin embargo, por extensión, se les dice “pashminas” a los chales fabricados con materiales de alta calidad, como el mismo “cashmere”, y que se utilizan en los atuendos de lujo o con trajes de fiesta. 

Duque:

Tengo 30 años y mi suegra, de 50, está mucho mejor que su hija. Mi esposa es regordeta y sangrona, mientras que su madre tiene un cuerpo firme, bien formado. Casi desde que mi mujer yo éramos novios, mi suegra empezó a coquetear conmigo y a acosarme sexualmente, te lo juro, hasta la fecha lo hace. El otro día coincidimos en la alberca del campestre y sin darme cuenta del momento, ella empezó a manipularme los genitales. Yo no respondí al estímulo por la presión de que alguien nos fuera a ver, pero me preocupa no entender a mi suegra ni poderla complacer.

Fidel

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Fidel:

Por más que se te antoje la señora no se te vaya a ocurrir tocarla si tu mujer no está de acuerdo. Existen hijas comprensivas que entenderían un devaneo sexual sin consecuencias entre su esposo y su madre, pero hay otras a las que eso les provocaría no sólo urticaria sino un rencor tan grande que no terminaría siquiera con la muerte. No te metas en camisas de once varas y deja que tu suegra apague su fuego como pueda, pero sin poner en peligro tu matrimonio con su hija: la regordeta e insípida esposa tuya. 

Querido Duque de Santo Ton:

Mi sueño en la vida es ser bailarina profesional de ballet, y creo que ha llegado el momento de tomar la decisión de irme a estudiar a México. Lo malo es que mis medidas son 95 70 90, mi altura es de 1.50 cm, tengo el cuello y las piernas cortas y soy tan cachetona, que se me achinan los ojos. Sin embargo, todos me dicen que lo que importa es el talento y no la figura.

Cande

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Cande:

No cabe duda de que la gente que te rodea no te quiere y no le importa que gastes tu dinero en ir a México a probar suerte como bailarina clásica. Con talento o sin él, una bailarina tiene que tener figura, y en la danza clásica la figura de la mujer es frágil, delicada, casi etérea y no la de una torta, chaparra y fodonga. Tal vez en el baile contemporáneo encuentres más posibilidades, porque con tu físico intentar ser bailarina clásica sería como pretender cisne y tener cuatro patas.