HOSPITAL DEL ALMA 01-07-15

 

Por El Duque de Santo Ton

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Querido Duque de Santo Ton:

Cuando mi hijo era niño le gustaba jugar con las muñecas de su hermana y yo me preocupaba, pero mi esposo me decía que lo más seguro es que esa rara afición se le quitaría con la edad. Y sí, sí se le quitó, pero lo malo es que ahora juega con “muñecos” pero de carne y hueso. Tiene quince años pero se relaciona sexualmente con todo tipo de hombres y según una mi vecina hasta le pagan por ello. Necesito que me aconsejes porque no quiero que mi hijo sea maricón, porque si sigue con sus cochinadas su padre y yo lo vamos a tener que correr de la casa.

María de Lourdes

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida María de Lourdes:

De hecho, tu hijo ya es maricón, independientemente de que quieras o no. Lo malo, y tal vez peor, es que eso no se quita, al contrario, con la edad se hace más evidente. El único consejo que puedo darte es que lo aceptes tal y como Dios te lo mandó, y lo ilustres sobre las desventajas que tiene un homosexual manifiesto al momento de interactuar con la sociedad. También es necesario que le expliques que pertenece a un grupo sexual de alto riesgo, en el que cualquier precaución es poca para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Estoy seguro de que el muchacho va a seguir con sus “cochinadas”, pero no lo corran de la casa, recuerden que es su hijo.

 

Hola Santo Ton:

Yo no sé cómo hay quien se atreve a escribirte, sabiendo que eres un pelado para responder. No tienes consideración de tus lectores y te burlas de ellos sin ningún derecho.

Ana Lorena

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Ana Lorena:

Tú te atreviste ¿no?

 

Querido Duque:

Soy una muchacha que tan sólo busca el amor con hombres mayores que yo. Los jóvenes no me gustan, me desesperan. Tal vez no sea la gran cosa en eso del sexo pero puedo aprender, estoy dispuesta a todo. No estoy interesada en el matrimonio y si la persona con la que me relacione es casada, para mí mucho mejor porque además de que eso me excita, me libera de compromisos sentimentales.

Minú

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Minú:

¿Y?

 

Duque:

Soy transexual y tengo apariencia completamente femenina: senos grandes, cinturita, nalgotas, piernas largas y bien torneadas, voz de mujer y una blonda cabellera que enmarca mi rostro de nariz afilada y respingona. Tengo un éxito brutal con los hombres, mucho más que el de muchas niñas que realmente son niñas, por lo que me aconsejan que me haga la famosa operación plástica conocida como “la jarocha”, es decir, cambiar de sexo al filo del bisturí. A veces me emociono porque eso me haría sentir que soy realmente una mujer, pero me dan mucho miedo las intervenciones quirúrgicas, y porque en la cama lo que más disfruto es penetrar a los que, según ellos, me buscan por mis formas de mujer.

Ainoha

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Ainoha:

Tú jamás serás realmente una mujer, eso tiene que quedarte claro, por más senos y nalgotas que tengas. Debes entender que es imposible cambiar de sexo, y que esa operación “jarocha” a la que te refieres no es tan sólo una cirugía plástica, es la amputación del pene y los testículos, para simular que tienes una vagina y una matriz, pero (perdón por el sacrilegio) ni San Juditas podría hacerte el milagro de volverte hembra. Por si fuera poco, con la extirpación de tu genitalidad perderías también cualquier posibilidad de sentir y de brindar placer sexual. Mejor disfruta de la vida como has aprendido a hacerlo y no sacrifiques lo más por lo menos.

 

Señor Duque:

Me voy a casar a las doce del día en un rancho bellísimo que alquilamos para la fiesta, y mi familia se opone a que yo use un esmoquin muy bonito que me compré en Las Vegas, con zapatos de charol a juego. La banda y la corbatita tienen estampados florales moradas, azules y lilas ¿verdad que está padre la combinación?

Bernardo

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Bernardo:

El esmoquin es un traje que ni por equivocación puede usarse antes de las siete de la noche y, mucho menos, en un rancho. Los zapatos de charol se usan también solamente como parte de atuendos nocturnos, y las bandas y las corbatas que se llevan con trajes de noche deben ser invariablemente negras, la fantasía está prohibida en estos casos. Claro que te estoy hablando de normas tradicionales y convencionales que cualquier naco puede romper a su libre albedrío porque si uno no se viste a su gusto el día de su boda ¿entonces cuándo?

 

Duque de Santo Ton:

Mi mujer ha enseñado a mis hijos a que desprecien a mi familia y lo ha conseguido. Los niños adoran a sus abuelos maternos pero a mis padres no solamente no los quieren, sino que se avergüenzan de ellos ¿qué hago?

Martín

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Martín:

Por desgracia no se puede mandar en los sentimientos de las criaturas. Si tu esposa inculcó a tus hijos una animadversión en contra de tu gente, ya ni cómo hacerle. Lo que podrías hacer para no quedarte con la espina, es castigar a tu señora para que se le quite la mala leche, ya que, le guste o no, tú eres el hombre de la casa ¿cómo castigarla? Eso seguramente ya lo sabes, dale donde más le duela.

 

Querido Duque:

Hace un año, más o menos, conocí a un gringo ya maduro, pero muy guapo, que viene de viaje regularmente a Tuxtla. Me invitó a salir y yo acepté. Terminamos  en su hotel y tenemos sexo cada vez que viene a Chiapas. Varias veces le he insinuado que formalicemos nuestra relación, que me lleve a vivir a Estados Unidos, que no se va a arrepentir, que soy una buena mujer, que me haré cargo de su casa, de cuidarlo, en fin, de todas esas cosas. Sin embargo, él me dice que en Estados Unidos tiene muchos compromisos y que yo no tendría lugar en su vida. Sin embargo, cada vez que viene, me coge. Se me hace injusto y quiero vengarme de él. Llega el próximo lunes a Tuxtla y ese día cumple cincuenta años. Dice que lo vamos a celebrar en grande y que luego nos iremos como de costumbre a su hotel para terminar la fiesta como tú ya te imaginarás. Estoy pensando en que el mero día de su cumpleaños, en cuanto lo vea, le voy a decir que es un viejo decrépito de cincuenta años, que podría ser mi abuelo y que no tiene potencia viril. Quiero que el día de su fiesta de cumpleaños número cincuenta sea el más amargo de su vida, porque sólo me usa, como si fuera yo una cualquiera.

Sofi

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Sofi:

Me parece que te sientes menospreciada porque el gringo no quiere hacerte su esposa, pero él ha sido muy claro al respecto, no te ha hecho concebir falsas esperanzas ni nada por el estilo. Tú le has abierto las piernas voluntariamente a ese extranjero y has gozado de la cama igual que él, por lo que no tienes motivos para guardarle rencores. Amargarle su fiesta de cincuenta años al gringo se me hace muy mala onda de tu parte, ya que de por sí va a tener que pasártela contigo y no con alguna de las güerotas que seguramente lo esperan en su país.

 

Duque:

Tengo diez años de vivir en España, pero vine a pasar parte del verano a Tuxtla, porque me avisaron que a mi mamá tiene cáncer y no le quedan más de tres meses de vida. Sentí horrible cuando me dieron la noticia, me deprimí muchísimo, compré mi billete de avión y me vine a Tuxtla. Al verla, tendida en la cama, me puse a llorar, y ella, sonriente, me acarició el cabello y me dijo que no me preocupara, que no tenía miedo, que estaba contenta porque por fin iba a ver a Dios. Desde que llegué a Tuxtla no me he separado de su lado, pero ya me voy a tener que regresar a España. Ella dice que me vaya tranquilo, que va a estar bien, que nos encontraremos en el Cielo, pero yo sé que no la volveré a ver y ya no me quiero regresar a España.

Tino

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Tino:

Me extraña que teniendo una madre tan piadosa y con esa fe inquebrantable, tú me salgas tan cobarde. Todos nacimos para morir, ella lo sabe y confía en sus creencias. Deberías ser coherente con lo que te dice y tener fe en que la re encontrarás en el Paraíso. Sin embargo, al corazón no se le manda y si prefieres quedarte en Tuxtla hasta la llegada del momento final, hazlo, si no, vas a arrepentirte toda tu vida. Por cierto, aquí no usamos la expresión “billete de avión”, por si no lo recordabas. En México los billetes de avión son boletos. Recuerda que el vivir en España no te quita ni te quitará lo indio.

 

Querido Duque:

Tengo un profesor de historia de la literatura española, del que me he ido enamorando poco a poco. No sé si ha sido su forma de leer los poemas y la prosa de los grandes autores lo que me ha cautivado, o su blanquísima dentadura, o sus ojos color miel, o su bien formado cuerpo. Si no fuera mi maestro yo ya le había tirado los perros hace mucho, pero creo que esa circunstancia lo cohibiría y no me haría caso.

Eleazar

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Eleazar:

Yo creo que además de estar impedido por su ética profesional, tu profesor no te haría caso porque ambos son hombres. A menos que a él también se le vaya la cocha al monte, como se dice vulgarmente. En caso de ser así, tendrías que gustarle también a él y aun así no creo que se atreviera a exponer su carrera por una aventura con uno de sus alumnos. Mejor búscate a alguien de tu misma edad y condición social.

 

Duque de Santo Ton:

Como la mayoría de los que conducimos automóviles en Tuxtla Gutiérrez, estoy acostumbrado a manejar con el estéreo y el aire acondicionado a todo lo que dan, sin importarme lo que ocurre en la calle. Cuando se acerca un limosnero finjo no verlo y sólo hago un gesto negativo moviendo la cabeza para indicar al pedigüeño que no le daré nada y, en el fondo, tratando de negar a mí mismo su existencia para no recriminarme la falta de caridad. En una esquina de la 11 Poniente todas las mañanas hay una india chamula cargando un bebé, que pretende que le dé monedas a cambio de limpiar con un trapo sucio el espejo retrovisor. Siempre la mando a volar, pero hace un rato, cuando estaba en pleno ritual del pedir y no dar, con el rabillo del ojo noté que el bebé señalaba un par de toritos de los que regalan en las botellas de vino “Gran sangre de Toro”, que traigo colgando en el parabrisas, como pidiéndolos para jugar. No reaccioné de inmediato, pero después de unos segundos la culpa adormecida se despertó en mí y traté de gritar a la mujer para que regresara y darle los toritos para que jugara el niño, pero la india ya se había alejado con su criatura. A mi mente vinieron los recuerdos de la borrachera en la que casi agarro a cachetadas a un mesero para que me diera esos animalitos de plástico y la forma en la que me las ingenié para que colgaran del parabrisas. También pensé en la falta de juguetes de ese bebé que seguramente apenas tiene para comer la leche que extrae del pecho de su raquítica madre. Me sentí muy mal y te escribo para compartirlo con alguien.

Julio

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Julio:

 

Si no te cabe, no repartas.