HOSPITAL DEL ALMA 25/09/18

 

El Duque de Santo Ton

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Duque de Santo Ton:

Mi esposo, mis hijos y mis hermanas me critican, porque no me dejo ver por nadie, si no estoy maquillada, vestida y con mis joyas puestas. Te juro que para mí andar sin aretes o sin pintura de labios es como andar desnuda ¿es normal?

 

Jacqueline

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Jacqueline:

Claro que es normal. Eres una mujer con clase y eso es todo. Si puedes darte el lujo de desayunar con un brazalete de brillantes y esmeraldas ¿por qué no? 

Duque de Santo Ton:

Tengo 51 años y nunca había tenido la curiosidad de leer mi acta de nacimiento, pero el otro día lo hice, y me di cuenta de que mi padre no es mi padre, que mi mamá me registró como madre soltera, y que en el espacio de “ocupación de la madre” dice “empleada doméstica”. De un solo golpe descubrí varias verdades que me han dolido mucho, como el no tener padre y el haber sido hija de una criada. Me siento muy mal.

Yuli

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Yuli:

A tus cincuenta y tantos años ya no deberías ser tan delicada ¿total? La mayor parte de tus días ha quedado atrás. Por otra parte, cabe la posibilidad de que en realidad seas la hija secreta de un archi millonario y de buenas a primeras te toque una herencia de esas que no te permitan volver a trabajar. Por último, el que tu madre haya sido sirvienta no es ninguna gracia, pero por lo menos encontró quien la sacara de trabajar y cargara con su engendro (o sea tú). 

Duque:

A mí siempre me ha gustado vivir bien y el hombre que era mi marido siempre lo supo. Cuando nos casamos lo hice jurar que en diez años tendría el suficiente dinero como para sostener el tren de vida al que a mí me han acostumbrado desde niña, pero después de ese tiempo estaba peor que cuando nos casamos, por lo que me dispuse a dejarlo y él se deprimió tanto, que se pegó un balazo en la cabeza, en el departamento que teníamos en Monterrey. Todos, hasta mi propia madre, me culparon de su muerte, pero yo me siento tranquila porque yo no lo maté y él sabía perfectamente que yo no iba a resignarme a ser una pobretona. Ahora soy novia de un chiapaneco muy rico, con el que me voy a casar muy pronto.

Diana

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Diana:

Si te sientes tranquila ¿para qué me escribes? 

Señor Duque de Santo Ton:

¿Cuál es el mejor estuche para colocar un anillo de compromiso antes de entregarlo?

Gabriel

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Gabriel:

Por supuesto que la “cajita azul” de Tiffany & Co., siempre y cuando lo hayas comprado ahí, porque si no, puede ser contraproducente. 

 Querido Duque:

Hace unos días conocí a la mujer más bella del mundo. Tiene la cara tan linda como la de un ángel, el cuerpo voluptuoso y sensual y un cabello negro y crespo que brilla con distintos destellos. Sus piernas están perfectamente torneadas y le gusta lucirlas, pues siempre utiliza faldas cortas o mini vestidos. Su voz tiene el sonido del cristal y sus gestos, sus ademanes y su forma de hablar son los de una princesa. Me las arreglé como pude para conocerla y que se hiciera mi amiga, ya me tiene confianza y creo que empieza a estimarme, pero yo no me atrevo a declararle mi amor, te juro que no me atrevo.

Selene

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Selene:

Eres una puerca. 

 Querido Duque:

Siempre fui la niña más bonita de mi escuela y me gustaba arreglarme muy bien. Desde que era pequeña me inculcaron la idea de que yo merecía lograr un buen matrimonio, pero nadie me dijo que para eso, además de ser bonita, se necesita dinero. Me la pasaba despreciando a los muchachos pobres que se me acercaban con buenas intenciones y a los ricos también los despreciaba, porque ellos no tenían buenas intenciones. Cuidé mi virginidad como un tesoro que entregaría a mi marido después de casarme, pero en lugar del matrimonio, lo que me llegó fue la menopausia y este año acabo de cumplir sesenta, sin haber conocido jamás el amor de hombre. Todas mis hermanas y todos mis hermanos se casaron, formaron sus familias, mi papá ya se murió y mi mamá ya está muy grande. No creas que soy una amargada, pero sé que el día que se muera mi madrecita me voy a quedar terriblemente sola y eso me llena de pánico porque ella es mi fuerza, mi razón de ser, mi única amiga, la única que me escucha. Estoy aterrada.

Griselda

Tuxtla Gutiérrez 

 Querida Griselda:

Lo que tú tienes es una depresión marca diablo. Mujer, has sufrido cambios hormonales con el climaterio, que forzosamente han afectado el funcionamiento de tu cerebro, y por eso te pones a pensar obsesivamente en la muerte, sobre todo en la de la persona que más quieres que es tu mamá. Mira el hecho de que seas una solterona, el que tu madre tarde o temprano se va a morir, al igual que todo el mundo, y todas esas cosas, son parte de la vida. Te juro que no lo dicen, pero tus hermanos, a estas alturas, ya odian a sus mujeres y tus hermanas a sus esposos, cada quien vive su propio infierno y no tienes porque despreciar la vida que te tocó. Después de todo eras la más bonita del salón ¿no? Como te decía, lo que tú tienes es una depresión bruta y necesitas que alguien te ayude profesionalmente a superarla. El alcohol disipa las penas y la religión es el consuelo de los que sufren, pero yo te recomiendo que vayas con un psiquiatra para que te recete un antidepresivo y un ansiolítico. Después de unos días vas a descubrir que todavía, todas las mañanas, sale el sol. 

Querido Duque de Santo Ton:

Ya voy a cumplir mis quince años y mis papás me preguntan si prefiero que me hagan fiesta o mandarme en un viaje de “quinceañeras chiapanecas por Europa”. A mí las dos cosas me dan mucha flojera, porque no quiero protagonizar un baile de “La Cenicienta” ni pasarme casi un mes metida con una bola de criadas en un camión, viendo Europa desde la ventanilla. Yo lo que quiero de regalo es el amor de un hombre mayor de cuarenta años, que sepa tratar a una niña como mujer. Te juro que soy niña buena ¿tú qué piensas?

Sol

Tuxtla Gutiérrez 

 Querida Sol:

A veces el cuerpo nos pide cosas extrañas y si no se las damos nos reclama. Sin embargo, no debes olvidar que los seres humanos somos racionales y eso nos permite ser cautelosos. Ten mucho cuidado con lo que haces. 

Querido Duque:

La otra noche no podía dormir, y escuché que mi marido llegó en un taxi, como siempre que regresa tarde de su oficina. Como dilataba en entrar a la casa, me asomé por una ventana para ver qué estaba sucediendo, y lo miré que el taxista lo tenía bien trincado y le estaba dando un besote profundo, de lengua y todo, en plena boca. Me sentí tan indignada que fui a levantar a mis hijos de sus camas para que miraran las cochinadas que estaba haciendo el mampo de su papá. Todavía los chamaquitos alcanzaron a ver que el taxista le daba una nalgada a mi esposo cuando se despidió de él, y se pusieron a chillar. Cuando mi marido entró a la casa se armó todo un merequetengue que terminó cuando él nos agarró a patadas a todos.

Alejandra

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Alejandra:

La moral cristiana y burguesa obliga muchas veces a los varones homosexuales, a llevar una doble vida para ser aceptados por la sociedad y no caer en la estigmatización. Tu esposo se casó y tuvo hijos contigo para taparle el ojo al macho, y para probarse a sí mismo que si quisiera podría ser “hombre”, pero a él lo que en realidad los que le gustan son los seres de su mismo sexo, como ese taxista que lo besa, lo trinca y le da nalgadas. Ni modo, la vida es así y la verdad oculta tarde o temprano sale a flote. Lo doloroso del caso es que hayas hecho participar a tus niños de la amarga experiencia de ver a su padre en esa situación, estoy seguro de que jamás lo van a olvidar y que va a marcar su comportamiento en el futuro. Espero que por lo menos ese taxista de porquería no le haya cobrado a tu marido por “la dejada”.