PALABRA DE DUQUE 01/09/18

¡Estaba loca de remate! 

El extraño caso de la psiquiatra que enloqueció y mató a sus padres, a su hermana y hasta al pequeño hijo de la criada que había ido a comprar el mandado 

Por Julio Domínguez Balboa 

Desde que era adolescente, Lolita Herrerías, hija de uno de los más prestigiados y ricos empresarios de Guadalajara, se distinguía por ser muy bella e inteligente. A ella no le gustaban las muñecas ni los juegos de té; tenía muy pocas amigas y en lugar de coquetear con los muchachos prefería estudiar.

 

A fines de 1968, Lolita culminó la preparatoria con honores “Summa cum Laude”, por lo que su padre no pudo negarse a costear los estudios profesionales de su hija en la Ciudad de México, ya que para ella Guadalajara no dejaba de ser una capital provinciana en la que no existían escuelas como la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde ella quería estudiar.

A pesar de ser una “provinciana”, como ella misma se autodefinía, llegó a obtener el mejor promedio de su generación. Sus padres pensaron que era el momento de que su hija regresara al hogar, pero Lolita obtuvo el derecho de hacer la residencia médica, en el hospital “20 de Noviembre”, becada al cien por ciento.

Concluidas sus prácticas, Lolita se inscribió en la especialidad en patología, lo que asombró a cuantos la rodeaban, pues el aspecto frágil de la chica, contrastaba con el gran talento que tenía para destazar cadáveres y disecar órganos. Obviamente, fue durante esos años, en los que vivió prácticamente sola, que Lolita perdió su virginidad, y aunque tenía escarceos sexuales ocasionales, jamás se le conoció novio alguno ni relación afectiva duradera.

Al obtener el grado de patóloga, la mamá de Lolita le exigió que volviera a Guadalajara para ejercer su profesión allá, pero ella se rehusó, alegando que tenía que permanecer en México, pues quería hacer una segunda especialidad: psiquiatría.

Sin ningún problema, gracias a sus excelentes calificaciones, Lolita fue aceptada en los cursos de su segunda especialidad, y fue destinada a practicar en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, en la zona de Tlalpan. Era una estudiante tan bella, que hasta los locos se enamoraban de ella, y los pacientes agresivos se tranquilizaban con su sola presencia; pero llegó el momento en que terminaron sus cursos, recibió su cédula y aunque le ofrecieron que se quedase a trabajar en el mismo sanatorio, los padres prácticamente la obligaron a volver a Guadalajara.

Frustrada al ver interrumpida su fulgurante carrera, Lolita no quiso ejercer la medicina en Guadalajara, se encerró a piedra y lodo en su casa y se dedicó a pintar unos cuadros horrendos que nadie quería ver.

Su aspecto se volvió desaliñado, casi no se bañaba ni hablaba con nadie, lo que preocupó a su familia.

Una mañana de agosto de 1976, la madre de Lolita se acercó a ella con la intención de acariciarla, y por toda respuesta la muchacha le rebanó la garganta con un cuchillo cebollero que tenía en la mano. Ante los gritos de la dama, el padre y la hermana acudieron al lugar para ver lo que ocurría pero también fueron recibidos a puñaladas. Después de asesinar a su familia, Lolita pensaba suicidarse pero antes de intentarlo, escuchó el llanto de una criatura. Era el hijo de la sirvienta, que se había quedado solo en el cuarto de la mucama mientras su madre iba al mandado. Sin dudarlo, la joven psiquiatra llegó hasta donde estaba el bebé y cosió su pequeño cuerpo a puñaladas.