¿Es posible legislar sobre el acceso a redes sociales?

 

Por Juan Rivero Valls

 

"La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia"

Anatole France

 

En las notas previas he hablado de cómo, a través de las redes sociales, se sustituye el discurso autoritario por una opinión mayoritaria creada a través de la repetición de manera irreflexiva y de cómo aquellos que disienten conforman un núcleo duro a pesar de correr el riesgo de ser excluidos del grupo social al que pertenecen.

 

Encontramos entonces aquí dos tipos de manifestaciones, las que asienten sin reflexionar si su posición está lo suficientemente pensada y que abundan de manera escandalosa en las redes sociales; a diario vemos que personas duplican fotos o mensajes de otros dándoles un valor que en realidad no tienen hasta convertirlas en lo que en las redes se ha bautizado como “virales” en una espiral cada vez mas ancha, y las discordantes, que se encuentran en la parte mas angosta de esta espiral y que constituyen la oposición, aunque, de la misma manera, en su gran mayoría no tienen la reflexión suficiente y es que, en este caso, el medio tiene mucho que ver.

La enorme cantidad de información de toda índole que inunda las redes sociales no da tiempo a la lectura pormenorizada de los textos que, en su mayoría son lacónicos adosados de imágenes que atraen mas que los propios textos. El medio no es entonces un lugar propicio para la reflexión, por lo que quien desee difundir información relevante a través de ellas (las redes) deben considerar estas características del medio que, en todo caso, permitan y alienten la búsqueda de información complementaria que avale o disienta lo publicado. Infortunadamente esto casi nunca sucede y los usuarios de las redes se quedan en la primera imagen a la que consideran una “vox dei”.

Ahora que las campañas políticas arrancaron, los aspirantes a una curul de todos los partidos están utilizando de manera exhaustiva las redes para la promoción de sus candidaturas encontrando, casi siempre, un rechazo de los usuarios que han sido “instruidos” durante años por otros políticos mas avezados que a través de la constancia han logrado crear una “opinión mayoritaria” contraria.

El crecimiento exponencial de las redes sociales ha rebasado, por otra parte, la posibilidad de regularlas sin provocar una intromisión a la libertad de expresión. Si bien es cierto que las redes sociales se han convertido en un mecanismo ciudadano donde el hombre común puede acceder sin cortapisas, es también un sitio que ha sido utilizado para crear una opinión irreflexiva y a veces virulenta que ha llegado a sacar a la calle a miles de personas para manifestar su rechazo, ocasionalmente violento, a políticas públicas que no convienen a quienes crearon y difundieron la información inicial, tal y como lo hicieran, hace apenas pocos años, los poseedores de medios y propietarios del discurso autoritario, con la enorme diferencia de que, para hacerlo ahora, no requieren de una infraestructura especial ni grandes recursos económicos.

En oposición de las informaciones vertidas a través de los medios tradicionales (radio, televisión, prensa), la hecha por medio de las redes sociales no es captada por millones de usuarios al mismo tiempo, se requiere de una suerte de “cadena” que, lejos de convertirse en un problema, acrecienta su valor, ya que esa información puede permanecer en la “nube” durante días, semanas o meses sin perder un ápice de su valor y reproducirla las veces que sea necesario.

Es tan rápido el crecimiento de las redes sociales, que ni siquiera los estudiosos de la comunicación han logrado definiciones puntuales acerca del fenómeno. Cuando Noelle-Neumann lanzó su teoría de la “espiral del silencio” en los años 70 del siglo pasado, se refería específicamente a la enorme influencia que ejercía la televisión sobre la población y no soñaba siquiera con lo que en la actualidad sucede con las redes sociales que no solo han minimizado a los medios tradicionales, sino que en muchos casos los han desplazado.

Existe la creencia de que hoy, gracias a la existencia de estas redes, los ciudadanos se han empoderado, ya que sin erogación de recursos adicionales pueden ejercer labores de vigilancia sobre el accionar de servidores públicos que, en mas de una ocasión, han sido exhibidos. Esa situación, a todas luces positiva, encuentra en ocasiones, sin embargo, su lado oscuro, pues ante la imposibilidad de reflexionar suficientemente sobre lo que se sube a la red, propagan informaciones inexactas y hasta mentirosas, casi siempre haciéndolo con dolo.

Todo esto lleva a la reflexión sobre la necesidad de legislar sobre el acceso a las redes sociales no solo en nuestro país, sino a nivel internacional; el reto es cómo hacerlo sin menoscabo de la auténtica y humana libertad de expresión.

Creo que, en este sentido, es necesario, aunque no deseable, establecer algunos límites a la información que se propaga a través de las redes sociales. Por lo pronto, puede iniciarse un gran debate nacional sobre este asunto porque, en todo caso y al tratarse de un medio ciudadano, es una decisión que nos compete y afecta a todos.