HOSPITAL DEL ALMA 080224

Por El Duque de Santo Ton

(Consultas gratis: [email protected]) 

Querido Duque de Santo Ton:

¿Verdad que para tener estilo lo importante es ser original?

Gerardo

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Gerardo:

Cuando se tiene originalidad sin refinamiento uno cae en la extravagancia, y cuando se tiene refinamiento sin originalidad el resultado es la mediocridad. Las personas con estilo son precisamente las que hacen suyo el refinamiento y le imponen su toque personal. 

Hola Duque:

Mi novio me invitó a pasar el fin de semana en Cancún, a una villa maravillosa que tiene su familia en el fraccionamiento La Isla. Van a ir sus papás y sus hermanas, y yo no voy a dormir con él, pero mi mamá no me quiere dar permiso de ir porque dice que estoy muy joven para viajar sin mi familia. Le dije que los papás de mi novio van a venir a la casa para pedirle permiso y hacerse responsables de mí, pero ella me contestó que evite a esos señores la vergüenza de recibir una majadería, porque ni de loca va a permitir que me lleven a lucir como la golfita del hijo. No entiende que soy la novia y no la golfita.

Ana

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Ana Lucrecia:

Precisamente porque tu madre sabe que las novias no viajan con sus novios sin estar casadas y las golfas sí, es por lo que no te permite ir a Cancún. Por más que los alcahuetes de tus “futuros suegros” vayan a pedir permiso de llevarte a Cancún para que le hagas la fiesta al hijo, si en realidad pretendes ser la novia de ese joven, espera a casarte con él para viajar juntos, como lo haría cualquier muchacha decente. A los hombres también nos gustan las mujeres formales y son a las que buscamos para casarnos y tener hijos. 

Duque de Santo Ton:

Mi marido me vino con el chistecito de decirme que su mejor amigo quiere que nosotros seamos los testigos de su segunda boda. Duque, precisamente por ser ese hombre el mejor amigo de mi marido, yo me hice la mejor amiga de su primera esposa, que es madrina de dos de mis hijos, por lo que no le puedo salir con la deslealtad de participar en esa ceremonia que, encima de todo, tiene la anécdota de que el novio dejó a mi comadre para casarse con esta suripanta. Ya le dije que ni voy a ser testigo ni voy a ir a la boda ni recibiré jamás a esa piruja en mi casa, porque yo no quisiera hacerle a otra lo que no deseo para mí.

Lorena

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Lorena:

Me encanta tu lealtad y admiro tus principios, pero me parece que tampoco debes tomar tan a pecho asuntos que no te incumben y que, si crucifican a tu marido, pues se trata de su mejor amigo, al que tampoco puede dar la espalda. Inventa un viaje o alguna enfermedad para no asistir a esa boda y jamás menciones una sola palabra en contra de la mujer, pero tampoco le permitas entrar en confianza contigo ni la recibas en tu casa, así como tampoco vayas tú a la suya. No compres pleitos ajenos ni comprometas a tu marido, pero está bien que recuerdes que tu comadre es tu comadre y eso no debes olvidarlo. 

Querido Duque de Santo Ton:

No soy afeminado, pero desde que llegué a la juventud he confesado abiertamente que soy homosexual, pues durante muchos años tuve que esconder mis preferencias, lo cual fue un verdadero tormento que no le deseo a nadie. Mi papá dejó de hablarme, mi mamá me invitó a que me acercara a Dios y mis hermanos sintieron vergüenza, pero con el tiempo todos se hicieron a la idea, y aunque no hay una relación estrecha, de vez en cuando los veo y trato de ayudar en lo que se puede con los gastos de la casa de mis padres. Te escribo para contarte que soy arquitecto, y que tengo un despacho bastante reconocido en Tuxtla, que está a cargo de varias construcciones millonarias. El caso es que el hijo de uno de mis hermanos, que tiene 16 años, me habló por teléfono para preguntarme si podía invitar a sus amigos a nadar a la alberca que tengo en mi casa. Yo le respondí que sí, pero estuve todo el tiempo sentado en el jardín vigilándolos, porque tú sabes que a esa edad es muy peligroso para los muchachos meterse a una alberca sin la supervisión de un adulto. No te voy a negar que me gustó ver a tantos adolescentes semidesnudos, derrochando virilidad y juventud. No les permití beber cerveza, pero les hice de comer y al caer la tarde, todos se vistieron y se fueron a sus casas. Al día siguiente me llamó por teléfono mi cuñada para decirme que el hijo de una vecina había contado que yo lo estuve viendo “feo” y que traté de acosarlo, lo cual es falso. Sin embargo, todos mis familiares creen que sí soy culpable, aunque mi sobrino y los otros muchachitos dan fe de mi buen comportamiento. Yo sería incapaz de una bajeza, pero al parecer mi condición de gay me condena a ser un pervertido.

Hugo

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Hugo:

Te guste o no, para la moralidad de la gente común y corriente, las relaciones homosexuales son perversas, desviadas, lo cual tiene sentido si se considera que el acoplamiento genital tiene el fin natural de la procreación, la cual, entre hombres es imposible. Aunque se ha demostrado que el comportamiento homosexual, razonablemente o no, existe tanto en los humanos como en distintas especies de animales, y que ciertas personas no pueden renunciar al sexo con miembros de su mismo género, también es cierto que la comunidad gay se caracteriza por su promiscuidad y por su afición a romper los límites impuestos por la comunidad. Tu fama pública de homosexual te vuelve vulnerable al escándalo y a que se desconfíe de ti, por lo que te sugiero que después de pasar este trago amargo, aprendas la lección, y te mantengas en tu territorio, pues hasta a la cárcel podrías ir a parar ¿Total? tú fuiste el que optó por vivir la diferencia al descubierto y ahora debes aguantar las consecuencias. 

Duque de Santo Ton:

Cuando me casé me dijeron los doctores que yo no era apta para tener hijos, por lo que después de algunos años, acepté adoptar a una niña que mi marido tuvo con otra mujer y que ella quería regalar. Al principio mis instintos maternales afloraron y cuidé a la niña como si fuera mi propia hija, pero cuando creció empecé a rechazarla, a sentir que me molestaba su presencia pues, de alguna forma, me recordaba la infidelidad de mi esposo. Las cosas empeoraron cuando, en contra de cualquier pronóstico, quedé embarazada y tuve a una beba hermosa, mucho más bonita que la mayor, tanto, que ni parecen medias hermanas. A la chiquita sí la quiero con todo el corazón, pero la grande me cae cada vez más gorda por malcriada y porque cada que puede molesta o le pega a mi hijita. Ya le dije a mi esposo que la interne, que se la lleve al rancho o a casa de mi suegra, pero él no quiere, porque, claro, la mocosa es su hija, pero yo ya no la aguanto, me dan ganas de estrangularla y no soporto que se acerque a mi bebé.

Fátima

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Fátima:

Los seres humanos no son animales. Si tú aceptaste a esa niña como si fuera tu propia hija, debes asumir que lo hiciste para el resto de tu vida, y aunque quieras más a la que nació de tu vientre, lo cual es perfectamente comprensible, tienes el deber moral de hacer que la mayor se sienta integrada a la familia, sin permitir que conductas ajenas a la voluntad de ella, como la infidelidad de tu esposo, te hagan tener sentimientos adversos a esa pobre infeliz, que sólo te tiene a ti como madre. Tratar de quererla será tu forma de agradecer a Dios por la oportunidad que te dio de ser madre biológica de la otra niña. Es lógico que la grande se sienta mal y se rebele contra la presencia de su hermanita, pues seguramente piensa que es la causante de que tú la desprecies, y eso que no sabe que en realidad lo que quieres es mandarla a volar por mexicana.