HOSPITAL DEL ALMA 250124

Por El Duque de Santo Ton

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Querido Duque:

Adoro a mi esposo y tenemos seis meses de casados. Nos ha costado un poco de trabajo adaptarnos, y ya casi lo conseguimos, pero no soporto que el muy cochino eructe y se eche pedos cuando estamos en la cama ¿por qué no entiende que soy una persona que merece respeto?

Carolina

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Carolina:

Seguramente para tu marido, dar rienda suelta a sus ventosidades es síntoma de que se está ganando tu confianza y de que lo aceptas totalmente, hasta con ese tipo de cotidianidades. Sin embargo, no por ello creo que estés obligada a soportar sus porquerías. Explícale, con el mayor tacto posible, que a ti te molesta que él suelte sus gases debajo de las mismas sábanas que te cubren también a ti, que por más que lo quieras no estás dispuesta a soportarlo, y que, si no cambia, tú lo vas a cambiar por otro. 

Duque:

Siempre me han gustado las mujeres colochas, pero, aunque me casé con una crespa, crespa, así como mareña, ella insiste en alaciarse el cabello todos los días con una pistola de aire, y cuando tiene dinero va al salón de belleza para que se lo planchen con químicos. Por si fuera poco, también le ponen “mechas”, y lo único que consigue es verse como una verdadera criada. A mí me da vergüenza llevarla como pareja a mis compromisos de trabajo, pero eso a ella no le importa y dice que mejor si voy solo porque ella se aburre ¿no se dará cuenta de que el dinero que yo gano es el que nos sirve para comer?

Ernesto

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Ernesto:

Me asombra la poca solidaridad de tu esposa. Yo soy de la idea de que cada quien se vista y se peine como quiera, pero si tú mantienes a tu señora y le pagas hasta los calzones que usa, debería, por lo menos ser agradecida, tratar de gustarte y de ayudarte a quedar bien con tus jefes y tus compañeros de trabajo. Enciende una veladora amarilla en honor de San Judas Tadeo y dale unas cuantas cachetadas a la rebelde para que aprenda quien es el hombre de la casa. 

Querido Duque de Santo Ton:

Unos compadres nos propusieron a mi esposa y a mí participar en un intercambio “swinger”, es decir, de tener relaciones sexuales uno con la pareja del otro. Después de pensarlo mucho, aceptamos, pero los compadres nos salieron con la nueva idea de que querían que interactuáramos todos al mismo tiempo en la misma cama. Volvimos a aceptar, pero cuando estábamos en pleno acto me di cuenta de que mi compadre se la pasó todo el tiempo agarrándome las nalgas y propiciando la situación como para que yo lo penetrara. Como apenas y podía darme abasto con su mujer y con la mía, no pude defenderme gran cosa, pero me parece que mi compadre es medio raro y se quiso pasar de gay conmigo.

Nicandro

Tuxtla Gutiérrez 

Querido Nicandro:

Tu compadre no se quiso pasar contigo, se propasó como quiso. Eso de que es gay y de que disfrutó acariciándote las nalgas es un hecho y si a ti también te gustó repite, si no, no vuelvas a caer en la pendejada. 

Señor Duque:

Yo soy una señora mayor, pero de joven fui muy guapa y tenía muchos pretendientes. Nunca fui casada pero sí supe lo que es estar en la cama con un hombre (lo hice varias veces). Era tan bonita, que todos me decían la “Orquídea Negra”, por delicada y por morena. La cosa es que nunca me casé, no tuve hijos y no ahorré para mi vejez. Ahora vivo en un asilo de ancianos del gobierno y aunque los años me pesan mucho, todavía tuve fuerzas para aprender a usar la Internet en unas computadoras que nos pusieron en el asilo, y te escribo este E Mail para decirte que me gusta mucho como escribes y que, aunque soy un despojo y estoy paralítica, todavía me entran ganas de tener sexo. Una amiga dice que soy mala mujer y que rece para que Dios me perdone, pero, aunque lo hago todas las noches, a mí se me siguen antojando los enfermeros y los terapeutas.

Josefa

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Josefa:

Con frecuencia he leído que los impulsos sexuales son algo innato en los seres humanos, y que hasta los recién nacidos y los moribundos tienen deseos relacionados con la genitalidad. Así que eso de los bebés, los niños y los ancianos puros y castos es mentira. Hasta el día de tu muerte podrías tener necesidad de sexo, es un hecho.

Querido Duque:

Soy madre primeriza y los pechos se me llenan tanto de leche, que a pesar de que mi bebé está muy bien alimentado, los senos me quedan muy llenos, al grado de producirme dolor. Antes usaba un “tira leche”, pero creo que la solución la encontré con un vecinito que es tan caliente, que cuando estoy sola en lugar de irse a su preparatoria, viene a mi casa, hacemos el amor y me chupa las mamas hasta hartarse. Le encanta la leche materna y es muy fogoso, hacemos el amor en todas sus formas y cuando mi marido regresa del trabajo, el bebé y yo estamos tranquilitos y a punto de dormir. Mi esposo me pregunta que cuándo podremos volver a hacer el amor, pero, por lo pronto, yo estoy feliz con mi vecino. Yo sé que esta situación tiene que llegar a su fin, pero por el momento no quiero.

Gertrudis

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Gertrudis:

Sí, sí, todo suena muy bonito. El bebé tiene lo suyo; tu amante, el jovenzuelo, se alimenta con tu leche; dejas que tus pechos se liberen del exceso de líquido; obtienes satisfacción sexual novedosa y tu esposo respeta la abstinencia, sin dejar de proveer lo necesario al hogar. Parece que todo va sobre ruedas, pero seguramente tu marido reclamará lo que por derecho le corresponde, tú volverás a tener sexo con él y, por favor, no se te vaya a ocurrir querer conservar tu romance con el vecino ni mucho menos confesar la verdad en un arranque de franqueza. Lo que pasó, pasó. 

Duque:

Me casé con un viudo muy rico, que no tiene más defecto que tres hijos de lo más pesado y que se obstinan en verme como a una intrusa que quiere aprovecharse de la fortuna de su padre, en lo cual tienen parte de razón, pero, mi juventud también tiene un precio ¿no? El caso es que te escribo porque el mes pasado fue mi cumpleaños, y mi maridito me regaló un precioso collar de esmeraldas y brillantes engarzados en platino, que, desgraciadamente, perteneció a su difunta esposa. Yo usé la joya en la íntima fiesta que ofrecimos para nuestros amigos, pero mis hijastras, con unas copas de más entre pecho y espalda, me recriminaron por lo del collar y me exigieron que lo devolviera, lo cual, por supuesto, no hice ni pienso hacer, porque a mí me lo regaló mi esposo ¿qué opinas?

Maruca

Tuxtla Gutiérrez 

Querida Maruca:

Más vale tener un pájaro en la mano que ciento volando, por lo que te recomiendo que guardes tu collar en la caja de seguridad de un banco (pídele a tu esposo la factura de la joya o algún documento que acredite que te pertenece). En esa caja, también deberás poner a resguardo todo aquello de lo que te puedas aprovechar, pues pienso que a la muerte de éste te va a ser más difícil reclamar aquello que por haberte vendido al viejo te pertenece.