Punto de cruce (04/feb) 1a. Parte

Por Froilán Esquinca Cano.

2015 AÑO MUNDIAL DEL SUELO.

Un suelo vivo presenta una gran actividad biológica, producto de la enorme cantidad de microorganismos que los habitan, encontrándose en la bacterias, hongos, algas, protozoarios, anélidos, etc., que se cuentan por varios cientos de miles en un gramo de suelo y su población aumenta mucho más cerca de la zona radicular inmediata (rizósfera). Se estima que un metro cuadrado de suelo vivo contiene 10 millones de nemátodos, 100 mil colémbolos, 45 mil anélidos y unos 40 mil insectos y ácaros; asimismo, un gramo de suelo contiene: unas 500 mil bacterias, 400 mil hongos, 50 mil algas y unos 30 mil protozoarios aproximadamente. Un gramo de suelo vivo además, puede contener más o menos 10 millones de bacterias, pudiendo encontrarse de 100 a 200 millones de bacterias en la rizósfera.

El suelo se ha formado a través de millones de años mediante continuos ciclos naturales en los que los procesos de su formación juegan un papel importante. Son los llamados factores de formación de suelo los acondicionadores de la naturaleza, duración y velocidad con que ocurren tales procesos. Estos factores principales son: material parental, clima, organismos, relieve y tiempo. Existen suelos que se han formado in situ, a partir de la roca madre, mientras que otros son suelos transportados de origen aluvial, coluvial o por efecto del viento (loess).

En muchas partes de los países de América Latina la agricultura tradicional y la convencional se desarrollan en condiciones de laderas, por lo que la erosión es la causa principal de destrucción de los recursos naturales, así como de fomento de la pobreza. Áreas plantadas con cultivos anuales (principalmente monocultivos), pueden perder por efecto de las lluvias y el viento alrededor de 200 TM/ha/año, y con ello unos 200 Kg. de nitrógeno, 300 Kg. de fósforo, 2000 Kg. de potasio, 2000 Kg. de materia orgánica y muchos Kg. de micronutrientes, entre otros. Si no se controla a tiempo, la erosión continuará hasta llegar a la “roca madre”, y poco a poco el agricultor ira notando que las raíces tienen más dificultad en profundizar y tomar los nutrientes; que el suelo retiene poca agua y que los efectos de las sequías son mayores: al no poder infiltrarse el agua, así mismo descenderá por escorrentía llevándose más suelo, dificultando cada vez más las labores agrícolas así como el crecimiento de las plantas. Finalmente, este proceso anula la viabilidad de la actividad agrícola, con el consiguiente éxodo de los agricultores hacia los centros urbanos.

El suelo se ha formado a través de millones de años mediante continuos ciclos naturales en los que los procesos de su formación juegan un papel importante. Son los llamados factores de formación de suelo los acondicionadores de la naturaleza, duración y velocidad con que ocurren tales procesos. Estos factores principales son: material parental, clima, organismos, relieve y tiempo. Existen suelos que se han formado in situ, a partir de la roca madre, mientras que otros son suelos transportados de origen aluvial, coluvial o por efecto del viento (loess).

La acción conjunta de los factores bióticos y abióticos en el proceso de formación del suelo contribuye a la formación de una capa superficial humosa muy apreciada por los agricultores. El humus, es el resultado de la descomposición clínica de la materia orgánica a consecuencia de la actividad del edafón, que solubiliza y libera los nutrientes a ser absorbidos por las plantas. En condiciones tropicales, la tasa de acumulación de humus en el suelo es baja, por lo que es muy importante fomentar el reciclaje “intensivo” de la materia orgánica.

Casi hasta mediados del siglo XIX, prevaleció la “teoría del humus”, como alimento básico para las plantas; pero, en 1844 J. Von Lieble, con la publicación de sus investigaciones, sentó las bases para la agricultura moderna, desde entonces el suelo ha sido objeto de múltiples y detallados estudios. Según Liebig, “todo lo que una planta necesita, puede ser encontrado en sus cenizas”. Un raciocinio incompleto, que vio la descomposición de la materia orgánica como un proceso exclusivamente químico, propició el desarrollo de la química agrícola en forma unilateral. Por ello, sería interesante revisar la carta con la cual Liebig sale al paso de la mala interpretación que se ha hecho de su declaración de 50 artículos, pues solo en uno sugiere explotar la pista de las restituciones minerales, ocupando un lugar importante la materia orgánica. Sin embargo, sobre los trabajos de Liebig se desarrollaron los métodos de la agricultura convencional moderna, que se basa en prácticas inadecuadas y nocivas para la fertilidad natural del suelo, como:

Nula diversidad con los sistemas de monocultivo.

Escasa diversidad en las asociaciones y/o rotaciones.

Rotación unilateral (inadecuadas) de cultivos.

Labranza inapropiada y/o innecesaria.

Excesiva mecanización, la cual produce alteración y destrucción del suelo.

Inadecuado manejo de las excretas animales.

Control químico de plagas y enfermedades.

La agricultura ecológica implica una forma diferente de conceptualizar el suelo, el cual es su preocupación principal y es visto como la capa superior edafizada “viva” de la corteza terrestre, en la que pueden desarrollarse las plantas, fuertes y vigorosas. En la agricultura convencional, el suelo es solo un soporte mecánico para las plantas.

El Suelo se compone de:

Elementos minerales (restos de rocas-minerales).

Elementos orgánicos (flora y fauna = edafón) más raíces, residuos animales y vegetales, humus.

La fertilidad natural del suelo es la capacidad de sostener a la planta e infundir en su rendimiento; el suelo junto con factores como el clima y la forma de agricultura dan por resultado la productividad.

 “Un suelo vivo y sano, producirá más en términos cuantitativos y cualitativos”

Hoy en día, ya nadie puede ocultar la magnitud catastrófica del problema de la degradación y el colapso de los agroecosistemas en muchas partes de América Latina y sus graves implicaciones. La pobreza de la población rural no puede relacionarse solo con causas estructurales, estas también tienen que ver, en gran medida, con la destrucción de los recursos naturales que no es solo consecuencia de la pobreza, sino también una de sus causas fundamentales: el círculo de la miseria.

Con la visión económica y el modelo de producción agrario actual la degradación, destrucción de los ecosistemas naturales y agroecosistemas es evidente. El acelerado proceso de deforestación, de erosión, de pérdida de la fertilidad natural del suelo, la dependencia del agricultor hacia los insumos externos - especialmente sintéticos, la pérdida de las diversidad biológica, etc., han aumentado la vulnerabilidad agrícola y han reducido la seguridad alimentaria.

Todo esto es consecuencia de una visión rentista - cortoplacista mal llamada “económica”, que no tiene escrúpulos de “matar la gallinas de los huevos de oro”, como si las generaciones venideras no tuvieran el derecho y necesidad de estos recursos para permitir la perpetuación de la vida en la tierra.

No solamente la agricultura industrial moderna es causante de esta situación; aún la visión extractiva de la herencia colonial se da en muchos lugares de la región y se expresa en una agricultura de monocultivo en grandes extensiones y que es una causa de injusticia social y de perturbación del equilibrio ecológico. Muchas de las formas tradicionales de agricultura en América Latina han sido influenciado por esta visión, por lo que se presentan grandes problemas como: la quema, el sobrepastoreo, monocultivo, la falta de una cobertura apropiada del suelo, etc. Esto afecta el rico y valioso legado del conocimiento, tecnología, recursos genéticos, cosmovisión, etc., que las culturas de la región que hoy conocemos como América Latina habían desarrollado.

No obstante esta situación insostenible muchos pequeños agricultores en América Latina y otras partes del mundo están demostrando que es posible mantener una producción agrícola eficiente, conservando la base de recursos del que disponen mediante un bajo o nulo uso de insumos externos.

Cada vez son más las investigaciones que confirman que las diversas experiencias de agricultura ecológica son una alternativa viable al alto uso de recursos externos como capital, agroquímicos, mecanización y asistencia técnica. Estas reportan, además, evidencias positivas en cuanto a su productividad, beneficios sociales y ambientales, lo que comprueba que la agricultura ecológica no es un regreso a prácticas tecnológicas de baja eficiencia. Por encima de los aspectos tecnológicos, cuando es aplicada apropiadamente, esto es ecológicamente equilibrada, económicamente viable, culturalmente diversa y socialmente justa. Corresponde plenamente al criterio de sostenibilidad.