LA INMACULADA PERCEPCIÓN 110319

Pasarán más de 100 días 

Por VIANEY ESQUINCA 

Hoy, Andrés Manuel López Obrador cumple 100 días de haber tomado la oficina presidencial, pero ese sólo es un periodo oficial porque el tabasqueño empezó a gobernar desde el 2 de julio ante la claudicación de Enrique Peña Nieto como mandatario del país.

 

Más allá de las decisiones acertadas, equivocadas o polémicas que ha tomado durante estas semanas, es innegable que la gente y todos los actores políticos, sociales y económicos se han encontrado con una forma sin precedentes de gobernar, comunicar y actuar.

De entrada, la narrativa ha cambiado y quien quiera ser parte de la 4T debe incluir en su diccionario personal nuevas frases y palabras. Ya no se dice desarrollo social, sino bienestar. Está prohibido hablar de las reformas, sobre todo si son la energética o la educativa. Las palabras neoliberal y tecnócratas deben incorporarse a cualquier conversación. Debe partirse de que todo el pasado es corrupto hasta que se demuestre lo contrario, o sea, nunca. Ya no son ciudadanos o compatriotas, ahora es el pueblo bueno. Todo se hace para serenar al país y lograr la pacificación.

A diferencia de otros sexenios, no existe una figura central o con mayor influencia ante el tabasqueño. Ante la pregunta ¿a quién escucha el Presidente?, la respuesta es un suspiro, los ojos en blanco y tímidas respuestas: “a nadie”, “depende de qué tema” para el desconsuelo y desencanto de los interlocutores. Incluso, a los propios secretarios o personal cercano se les escucha decir: “a mí me escucha, pero de ahí a que haga lo que le sugiero es muy distinto”.

La presencia omnipresente y totalitaria del mandatario ha opacado a sus funcionarios. Los secretarios han pasado a un segundo plano, el término con el que más se les relaciona es el de florero. No importa la agenda personal que traiga en la mente algún miembro del gabinete, si no es parte de las prioridades de López Obrador no pasa.

La comunicación se ha democratizado. Ni en los sueños más guajiros la gente hubiera pensado poder seguir en vivo y a todo color las conferencias mañaneras. La exposición que ha tenido el Presidente es completamente nueva en todo el mundo. No sólo eso, el Ejecutivo se ha olvidado de frases rimbombantes, de citar clásicos o preparar discursos grandilocuentes. Ha logrado llegarle a la gente con su “me canso ganso”, “la gente se cansa de tanta pinche transa”, “a mí me pueden llamar Peje, pero no lagarto”, “tampoco me van a cucar” o, “el que se aflige se afloja”.

Los seguidores de Andrés Manuel no son cualquiera. Más que seguir a un Presidente parece que apoyan a un líder religioso. Los expertos señalan que algunas de las características de una secta es que los miembros consideran que se encuentran en un grupo donde se manifiesta y vive la verdad; creen y viven alrededor de un hombre; su líder es: “incuestionable” e “infalible”, mezcla la verdad con el error y tienen apariencia cristiana. Cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia. 

También la gente ha cambiado. En estos días, la sociedad se ha polarizado. No hay puntos intermedios, se es bueno o malo, chairo o fifí, del pasado corrupto o del presente limpio y puro, actitud que ha alentado el Presidente.

Sí, han pasado 100 días que se han sentido como siete meses, porque en realidad así es. Ni los más experimentados analistas podrían descifrar qué viene hacia adelante, no solamente porque todo ha sido nuevo, sino porque el Ejecutivo es impredecible, aun para su propia gente.