PALABRA DE DUQUE 230219

 

El mondongo de Adelaida “X” 

Por Julio Domínguez Balboa 

Una costumbre que ha perdido arraigo en Chiapas, pero que en su tiempo fue muy usada, era la de que el padre de familia, al casarse un hijo varón, le asignara un pedazo de tierra dentro del terreno de su casa, para que el recién casado construyera con sus propias manos una vivienda, y empezara ahí su nueva vida, con miras a independizarse en cuanto le fuera posible. Algunos tardaban menos en irse, otros más y algunos se quedaban para siempre, pero mientras tanto, la casa de los padres iba convirtiéndose en una especie de colmena, con celdas habitadas por su descendencia.

 

Ese esquema de vida implicaba, por lo tanto, la coexistencia de varias familias dentro de un mismo predio, a las que si bien unían los lazos de sangre y el apellido, también las separaba la presencia de las nueras, las mujeres que tenían que compartirlo todo con sus cuñadas y sus concuñas, y todas rendir tributo a la reina de la casa, es decir, la madre.

A pesar de haber paso casi un siglo de lo que a continuación voy a relatar, todavía se recuerda con estupor, lo sucedido en lo que entonces era uno de los linderos más populosos de Tuxtla. La casa de doña Rosita y don Pepe “N”, estaba construida en un solar muy grande, cerca del río Sabinal, en el que crecían árboles de mango, flamboyán, maravilla, nambimbo, matilishuate y varias especies más. En el patio había gallinas, guajolotes, un loro y hasta un mono encadenado.

Poco después de cumplir 18 años, Pepe chico, el primogénito, anunció que se casaría y que llevaría a su futura esposa a vivir a la casa. Nadie tuvo inconveniente, y don Pepe le asignó un lugar privilegiado del patio para que el joven, ayudado por amigos y hermanos, levantara los endebles muros de lo que sería su cuarto-vivienda. Así fue como llegó Adelaida “X”, a vivir con la familia, quien pronto la consideró un miembro más.

Después de Pepe chico, Jacinto hizo lo mismo y Petrona “Y”, se incorporó al clan. Luego vinieron Fito y Norma “W”, así como Carlos y Francisca “Z”. Evidentemente Pepe chico, Jacinto, Fito y Carlos, con la cooperación de sus respectivos cónyuges no tardaron en engendrar, y la casa fue llenándose de niños, lo que hacía la dicha de doña Rosita y de don Pepe “N”.

Cada cuarto tenía su propia cocina, pero había zonas comunes que tenían que compartirse, como los baños y los barreños en los que se lavaba la ropa. Al principio, Adelaida “X”, Petrona “X”, Norma “W” y Francisca “Z”, demostraron que tenían capacidad para convivir unas con otras, pero Adelaida “X”, siempre se sintió celosa de sus concuñas, a quienes consideraba invasoras, ya que al ser ella la mujer del primogénito, soñaba con llegar a ser la dueña y señora de aquella casa.

Petrona “X”, Norma “W” y Francisca “Z”, no se dieron cuenta del momento en que Adelaida “X”, empezó a comportase de manera agresiva con ellas, pero llegó el momento en que aquella mujer no hacía otra cosa que tratar de ponerlas en mal con el resto de la familia. Obviamente, doña Rosita “N”, era una señora experimentada y justa, y ponía a Adelaida “X” en su lugar, pero ésta insistía e insistía en poner en mal a sus concuñas, hasta que llegó el momento que le puso una gran reprimenda, que se complementó con una sesión de cachetadas y chicotazos por parte del marido, Pepe chico. 

 Desde entonces, la actitud de Adelaida “X”, cambió por completo. Trataba de ayudar en todo lo que se pudiera e, incluso, se ofreció a preparar una gran olla de mondongo, los domingos por la mañana, para que todos los miembros del clan disfrutaran de ese guiso, que era su especialidad.

Así fue como toda la familia de doña Rosita y don Pepe “N”, se reunían a disfrutar de aquel caldoso manjar y estrechaban sus lazos de sangre, hasta el aciago día en que el padre de familia cayó enfermo. Nadie supo bien de que fue, pero el anciano murió en menos de una semana, lo cual hubiera sido entendible, de no ser porque a él siguieron doña Rosita,  Petrona “X”, Norma “W”,  Francisca “Z”, además de Fito y Carlos, los hermanos mayores.

Tanta mortandad llamó la atención de las autoridades, las que después de investigar, descubrieron que Adelaida “X” había agregado a los platos d mondongo, uno distinto, cada semana, generosas dosis de cianuro de potasio, para vengarse de quienes habían pretendido quitarle su posición de princesa de la casa. C’EST LA MORT!