EL SABINAL Y SUS ESCURRIMIENTOS

 

Por Manuel Zepeda Ramos 

Hasta Xalapa, gracias a la eficiencia y olfato de mi amigo Daniel Flores Meneses -gran profesional del periodismo- y de la tecnología moderna que ofrece el WhatsApp, me llegó su nota sobre el río Sabinal. Me interesó.

 

Cuando me dice Daniel en su escrito que se trata de una propuesta para beneficiar al escurrimiento emblemático de Tuxtla en el que nadé de niño muchas veces en la Poza Enladrillada y en la Poza del Cura, me interesó más: han sido tantas las propuestas al respecto, muy pocas las buenas y profesionales, muchas las chafas que escondían, todas, negocios evidentes.

Pero cuando el origen de la nota está en la Secretaría de Obras públicas y la voz cantante en su secretario, el arquitecto Cesar Julio de Coss Tovilla, me entusiasmé.

Conozco bien al arquitecto. Él es un experto en sembrar agua. Como lo oye. Aprendió, en pruebas de ensayo y error a lo largo del tiempo, a producir agua arreglando los escurrimientos aguas abajo, los mismos escurrimientos que se formaron cuando la tala inmoderada y la deforestación hicieron que esos escurrimientos cambiaran su cauce natural , llevándose con ellos todo el suelo que podían para convertir extensiones de tierra, otrora productivas, en páramos verdaderos. Sus conocimientos al respecto lo han llevado a cambiar el clima, hasta en dos o tres grados, en muchos ranchos de Chiapas, convirtiéndoles en lugares más agradables y placenteros para los seres humanos y para el ganado, con solo analizar las pendientes de las laderas y la ruta de los escurrimientos.

“Una vez que descubres el curso de las nuevas pendientes que escurren con todas la fuerza suficiente para arrastrar el suelo productivo y las atajas para devolverlas a su cauce normal, de toda la vida, a través de pequeñas obras de ingeniería a base de mampostería que rompan ese escurrimiento, la vegetación endémica llega sola”, me decía el arquitecto de Coss en tantas platicas sostenidas alrededor de una taza de café. Solución inteligente: al estabilizarse el suelo que se arrastra por ese cambio de curso, que lo regresa a su curso normal, todo se estabiliza. Las plantas vuelven a sus antiguos terrenos y los pájaros y los insectos hacen su trabajo de polinización y fecundación de las plantas nuevas.

He sido testigo de cómo, con solo arreglar el suelo y devolverlo a su condición de origen, los arroyos vuelven a tener escurrimientos y vida animal, así como los pozos artesianos, secos por el deterioro del suelo, se vuelven a llenar de agua. Bendición de Dios. Parece magia que con el apoyo del sentido común, ocupa nuevamente su estadio original.

El río Sabinal escurre en la parte baja de la capital chiapaneca rodeada por dos cerros de considerable pendiente. Antes de la urbanización de Tuxtla, esas aguas acumuladas en las laderas, escurrían en sus cauces estables hacia una docena de arroyos que desembocaban en el Sabinal y este en el Grijalva, arroyos que hoy se encuentran embovedados y que en horas de máxima demanda trabajan a tubo lleno. Con la urbanización de las laderas, el escurrimiento natural perdió su cauce natural y buscó nuevos que hoy arrastran todo a su paso -la energía hidráulica es poderosa-, llevándose toneladas de suelo que ahora invaden los grandes libramientos como lo hemos podido constatar cada vez qué hay lluvias torrenciales.

Son pues, obras sencillas de ingeniería -la inmensa mayoría de ellas-, las que se tendrán que hacer en las dos laderas oriente y poniente de Tuxtla. Pero no son pocas; quizá más de tres mil. No debe faltar ninguna porque al terminar el trabajo este habrá de obrar como un todo, una especie de estabilización general que hará que opere en unidad. También habrán que revisarse los ríos tuxtlecos ahora embovedados, para constatar en qué estado se encuentran.

El que más lata habrá de dar es el Poti, cuyo escurrimiento totalmente invadido por la urbanización habrá que trazarle rutas de escurrimiento hasta llegar a desembocar al Sabinal. No podemos olvidar que su descontrol ya ha cobrado vidas humanas.

Una vez “reacomodados” los escurrimientos hacia el Sabinal, se podrá pensar con mayor tranquilidad en los trabajos propiamente dichos sobre el lecho del río. Ojalá que el Secretario de Coss tome en cuenta la propuesta hecha hace ya algunos años por el arquitecto Cruz Rincón, tuxtleco de muchas generaciones, que propuso a administraciones pasadas un proyecto sobre el Sabinal que merece analizarse.

Me da mucho gusto que hoy haya un chiapaneco en Obras Publicas que sepa de los secretos del agua, sus escurrimientos y la cohabitación con el suelo, la flora y la fauna.

El reto del Río Sabinal obliga, para bien del futuro de la Capital chiapaneca en todos sus sentidos.

Nota al calce:

Acá en Xalapa pienso, todos los días, en el Cofre de Perote. Requiere de una obra similar a la que habrá de emprender Cesar de Coss, solo que en dimensiones mucho mayores, que lo puede convertir en el Geoparque más importante de México.