Mexicanos en Noruega

Por Fractal

El mozalbete que tuvo la ocurrencia de irrumpir en al Ayuntamiento de Oslo durante la entrega del Premio Nobel de la Paz a la indiscutiblemente  simpática Malala y a Kailash Satyarthi, ambos reconocidos por la hondura y los resultados de sus métodos pacíficos para confrontar enemigos violentos y dados al fanatismo, ahora que sigue detenido pese al generoso y anónimo pago se su fianza, debe decir que en Noruega también se criminaliza la protesta social.

Con su acto, esta especie de “radical” chic –¿qué estudiante del Politécnico o de cualquier Normal Rural se puede costear un viaje a Europa?– quiso, según palabras de su orgullosa madre, darle voz a los mexicanos que no son escuchados. No sabemos aún si fracasó o vencerá en su propósito hasta que no cese el efecto mediático de su performance a lo Juan Escutia hípster, pero su método, probadamente útil en la consecución de los 15 minutos de fama que decía Warhol, dista mucho de ser el que llevó, a ellos sí invitados por derecho propio, a la paquistaní y al indio que compartieron, al recibir el Nobel, algo más que el origen y la vecindad de sus países y sus inexplicables conflictos. Alguien que llegó en 1990 al país escandinavo también convidado y por sus propios méritos fue el también mexicano Octavio Paz, quien ese sí de manera medible y verificable le ha dado lugar a las múltiples voces de México en el mundo. Poeta y ensayista discutido y discutible que expresó posiciones críticas como la de su renuncia a la Embajada de la India luego del 2 de octubre de 1968. Cuando la academia sueca le confirió el Nobel de literatura, Paz fue a Estocolmo y habló sin temor a exponerse al juicio lapidario de los mismos que quemaron su efigie en 1984 luego del discurso de Frankfurt, pues no dejo ir ninguna oportunidad para dialogar con quienes lo aplaudían o lo cuestionaban. Paz es un mexicano que como Malala y Satyarthi será bien recordado en Noruega, el muchacho de la banderita acabará en meme de la semana junto con el que se meó en el fuego eterno en París, los que nalguearon a una brasileña y madrearon a su marido, el que danza pidiendo la devolución del penacho de Moctezuma, la que juega escondidillas entre esculturas chinas de valor cultural incalculable y las páginas de feisbuk de los narcos y sus lujos incomprensibles y bastos. Ay, qué padre, decía alguien festejando la ocurrencia del aspirante al Fails of the week, fíjate cómo logró burlar a la seguridad, ¡qué estrategia, guau! Claro, trasgredir y romper superficialmente el orden es lo más fácil del mundo, lanzar petardos a los policías o a las puertas de Palacio nacional, tomar casetas… Cuesta un poco más escribir un libro, animar un diálogo, hacer una obra de arte, actividades todas tan o más subversivas que tirarse pedos en un concierto. El “banderitas” y Octavio Paz representan los caminos para llegar a Noruega desde México y digan ustedes de qué tipo de mexicanos necesitamos en estos tiempos de tragedia, confusión y estruendosos cohetones.