Aumentó 120% la afluencia de peregrinos este año

CHRISTIAN GONZÁLEZ/Tuxtla Gutiérrez 

Tras dejar en claro que se registró saldo blanco desde que empezó el operativo por motivo de estas fechas, Eder Mancilla Velázquez, secretario municipal de Protección Civil, calculó que arribaron a Tuxtla cerca de 690 peregrinaciones, con más de 37 mil feligreses.

De esa cantidad, dijo que el 25 por ciento se trató de infantes, además de que se movilizaron alrededor de mil 733 vehículos y mil 562 motocicletas que pasaron por la vialidad cercana a la Iglesia de Guadalupe.

De hecho, afirmó que en este 2022 la cifra fue “muy superior” al año pasado, cuando apenas se alcanzaron los 15 mil peregrinos, es decir alrededor de 120 puntos porcentuales más.

En cuanto al apoyo brindado, reconoció que las atenciones fueron menores, como descompensaciones o desmayos, “solo como tres casos, nada relevante como para hacer un traslado o una activación mayor”.

Lo que también trataron de hacer, agregó, es impedir el uso de juegos pirotécnicos, “se redujo mucho, hubo más conciencia, pero como hay euforia por los dos años de pandemia en los que no se hizo la peregrinación, pues muchos vienen con esta fe”.

“TENÍA EPILEPSIA Y LA VIRGEN ME SANÓ”: PEREGRINO

La fe, dicen los creyentes, mueve montañas. Jorge Morales es uno de ellos, por eso, desde hace40 años, camina de Tuxtla a Villaflores y viceversa, hasta llegar a la Iglesia de Guadalupe, donde año con año le agradece a la madre de Jesús por los milagros recibidos, uno de ellos, haberlo librado de los ataques epilépticos que sufrió desde pequeño.

Él pertenece a uno de los 16 grupos de Villaflores, uno de los más “nutridos” en cuanto a las peregrinaciones en honor a la madre de Dios; “salimos del 9 de diciembre de Tuxtla, de ahí nos fuimos a Villaflores, y de ahí salimos hacia Tuxtla para llegar a la parroquia”, refiere.

El originario de Coatzacoalcos, Veracruz cuenta que su padre hizo una promesa: lo vestiría a él, desde que tenía 8 años de edad, como San Martín de Porres, lo que sirvió como una especie de “manda”; cuando tenía 11, recuerda, la enfermedad que lo aquejaba se esfumó.

“Fue una promesa, se cumplió, y desde ahí no dejamos de peregrinar”, refiere el seguidor de la morenita del Tepeyac, quien detalla que su familia y su hermana y hermanos también han sido peregrinos.

Aunque está sabedor de que las inclemencias del tiempo les afectan en su caminar, externa que la fe los mueve y no los deja descansar. “Estamos contentos, bendecidos”.