Niño migra por trabajo a Tapachula

Mientras limpia y pinta unos zapatos, platica que la situación económica en su familia es muy difícil, razón por la que migró hasta Tapachula para estar con un primo.

Bersaín tiene nueve años y en tres semanas ya aprendió el oficio de bolero de zapatos 

Violeta Cancino

Tapachula 

Bersaín, de nueve años, lleva 20 días que llegó a Tapachula, procedente de Guatemala y ya aprendió el oficio de bolear zapatos. No es que sea una acción voluntaria, pero está comprometido a ayudar a la familia que se quedó en el país vecino: dos hermanos, dos hermanas y mamá, del padre nada sabe.

Mientras limpia y pinta unos zapatos, platica que la situación económica en su familia es muy difícil, razón por la que migró hasta Tapachula para estar con un primo. La estancia no es gratuita, así que tiene que ganar dinero para sacar para la renta del cuarto que comparte ahora con su familiar.

El trabajo infantil al que se ve obligado este niños y muchos otros de su país no es una decisión que los menores tomen, no tienen salida en un núcleo familiar que los ve a temprana edad como sujetos de trabajo.

Los datos estadísticos más recientes  en Guatemala –que no se han actualizado luego de la pandemia por COVID-19- revelan que hay un millón de niños trabajando de entre los siete y 14 años de edad. La mayor parte de la cifra se dedica a la agricultura, luego está los que se dedican al comercio, alojamiento y servicios de comida, y por último industrias manufactureras.

Es común que los niños se sientan comprometidos a participar en la parte económica de la familia, ya que desde pequeños son formados, según su contexto sociológico, para aprender  a trabajar y con el rol de varón son más guiados a que un día serán cabeza de familia y tienen que resolver desde temprana a edad las situaciones de dinero.

¿Por qué viniste hasta Tapachula a trabajar?- se le pregunta.

“Porque no hay dinero, tampoco hay mucho trabajo para mí”, responde de manera concreta, mientras limpia animado ese par de huaraches que le llegaron de trabajo en el día.

Atrás de la catedral de la iglesia de San Agustín se ha hecho de un pequeño espacio para colocarse a hacer la jornada del día, mientras otro cliente le espera para que le pueda bolear sus zapatos. El cliente sonríe y dice “es bueno que  trabaje, este muchacho va a salir adelante”.