CARMEN BEATRIZ LÓPEZ-PORTILLO, LA DISTINGUIDA INTELECTUAL

Por El Duque de Santo Ton 

Nacida en la Ciudad de México en 1955, a sus 62 años Carmen Beatriz López-Portillo ha tenido que enfrentar situaciones muy difíciles a lo largo de su vida, lo cual no ha sido impedimento para que ella reaccione, invariablemente, como lo que es: una gran dama.

Segunda hija del matrimonio conformado por Carmen Romano Nolck, una niña bien que sabía tocar el piano, y del ambicioso abogado José López-Portillo y Pacheco, quien con el tiempo llegaría a ser presidente de México, Carmen Beatriz recibió una esmerada educación en las mejores escuelas, pero la mayor parte de su cultura la adquirió en el despacho de su padre, un hombre amante de las bellas artes y del poder, que la rebautizó con el nombre de “Gigí”. Sumamente disciplinada, Carmen Beatriz hasta ahora ha tenido un novio en su vida, su ex marido Rafael Tovar y de Teresa, miembro de la antigua aristocracia porfiriana, con quien estudió la carrera de derecho en la Universidad Autónoma Metropolitana y con quien contrajo nupcias en una principesca boda cuando su padre estaba en funciones como primer mandatario de la Nación. Carmen Beatriz tuvo dos hijos: Rafael, quien es abogado como sus padres, y Leonora, esposa de Gerardo Díaz-Ordaz Castañón, nieto del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz. A pesar de ser el amor de su vida, Carmen Beatriz se divorció de Rafael Tovar y de Teresa, quien influyó en ella para dedicar parte de su vida a la cultura. Con una maestría en la Universidad de la Sorbona (París), Carmen Beatriz acompañó a su marido mientras él se inició, gracias a su suegro, en la vida política y diplomática. Al volver del extranjero, en 1989, el matrimonio estaba prácticamente fracturado, pero no la carrera de su esposo, quien fue nombrado director del Instituto Nacional de Bellas Artes, primero, coordinador del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, después, y primer Secretario de Cultura de México. A pesar de que ella pensaba que él sería el hombre con el que pasaría el resto de sus días, Carmen Beatriz se divorció de Rafael Tovar, quien, a diferencia de ella, volvió a casarse y tuvo una hija más. Pero la guapa señora no se quedó llorando su pena ni se cruzó de brazos, desde 1990 dirige, en calidad de rectora, la Universidad del Claustro de Sor Juana, instalada en las ruinas de un convento de monjas jerónimas, del primer cuadro de la capital mexicana. También es investigadora, autora de varios títulos y ha recibido varios reconocimientos internacionales gracias a su trabajo al frente de la institución. Hace algunos años, visité la universidad en compañía de un grupo de periodistas y quedé cautivado con su personaje, con su cultura y con sus finas maneras “es hija de un ex presidente”, pensé mientras la escuchaba vociferar, y cuando terminó su discurso, me acerqué a felicitarla personalmente y le solicité una entrevista en exclusiva para mis lectores chiapanecos, a lo cual accedió con mucha amabilidad. Después de publicada la nota, le hice llegar un ejemplar del periódico, lo cual agradeció escribiéndome desde su cuenta personal de Internet. “Buscaré algún pretexto para escribirle de nuevo e iniciar una relación epistolar a la distancia”, se me ocurrió, pero jamás he vuelto a tener contacto con ella. C’EST LA VIE!