MIGRACIÓN Y DESARROLLO, -Tercera parte-

Por Manuel Zepeda Ramos 

Mark Manly, el representante en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, concedió una larga entrevista a un periódico de circulación nacional.

 

Lo dice claramente y con todas sus letras: “México debe de prepararse ante el incremento de personas Centro Americanas y de otros países del Mundo que piden refugio debido, entra otras causas, a la violencia que viven en sus naciones”.

Nuestro país, con sus antecedentes humanitarios con España, Chile y Argentina, conserva en el imaginario colectivo un grato recuerdo, bien ganado, por su trabajo realizado en el siglo pasado y en diferentes épocas, al acoger en su territorio a cientos de refugiados en donde la violencia de la guerra y la persecución por golpes de estado habían destruido el núcleo familiar tan importante:

El exilio español, que marcó el ingreso a nuestro país de un gran número de republicanos españoles, sus familias y niños huérfanos que habían perdido la guerra, veía en Francisco Franco a un enemigo irreconciliable en su futuro mediato. Estos hombres y mujeres, representantes de la inteligencia derrotada y de la mano de obra calificada de una nación destruida y dividida por la guerra civil, llegaron a nuestro país en un momento importante en donde la educación era un asunto de enorme relevancia. Se incorporaron de inmediato a los diferentes estadios de la educación nacional y, en muchas partes del país se convirtieron en formadores de lo que hoy es y ha sido la inteligencia nacional al servicio de la Patria. Los grandes republicanos españoles radicados en la capital de México, se incorporaron a las Instituciones de Educación Superior y hoy son recordados con gran cariño y admiración. No hay un solo profesional de mi generación que no guarde gratitud por nuestros grandes maestros llegados en el exilio español.

Cosa similar sucedió casi cuarenta años después con el exilio chileno y poco después con el exilio argentino. Ambas naciones aportaron, a partir de su tragedia, inteligencia al servicio de la educación en todos los niveles, cuadros al servicio de la comunicación de masas y mano de obra calificada al servicio de la industria, entre otras aportaciones.

México, pues, ha dado muestras de ser una gran nación que acoge al exiliado con gran sentimiento solidario.

Eso no se olvida y los exiliados del Mundo lo saben.

Mark Manly también lo sabe.

Por eso pide fortalecer a la COMAR, la oficina de México para ayuda a refugiados, cuyo apoyo ha disminuido notablemente en los últimos años. Por lo pronto, la ONU la ha fortalecido con algunas plazas de mexicanos profesionales formados en el extranjero -con tecnología, incluso, para su buen desempeño-, pero habrán de ser temporales.

Ahora con el conflicto venezolano, por ejemplo, son las naciones sudamericanas y una de Centroamérica -Costa Rica-, quienes han acogido al exilio de Venezuela.

En un futuro inmediato habremos de ver el arribo de familias golpeadas por el conflicto de sus naciones en el Mundo, que han visto a México como nación de destino.

Y nosotros, que tenemos buena memoria y corazón grande, habremos de darle el cobijo que hoy necesitan. Seguramente habrán de aportar su experiencia laboral al servicio de México y sus hijos se habrán de educar en el cariño por nuestra Patria que les dio la posibilidad de volver a vivir.

La solidaridad siempre deberá ser recordada como la gran cualidad de los humanos por encontrar la convivencia armónica de las naciones de la Tierra.

Con el deseo ferviente de que los exiliados y sus familias ingresen a México de manera legal en su petición real de refugio -no como el pretexto para continuar su viaje hacia el “sueño americano”, mucho menos para delinquir en nuestro territorio- y que sean atendidos humanitariamente para que se incorporen a la contribución por la economía nacional, termino esta serie de tres partes con los mejores deseos para quien se exilia en México y para mi Patria que tanto amo.