CARLOS MORALES, LA PEOR PESADILLA DE TUXTLA

 

Muchos aseguran que ya superó a Fernando Castellanos. 

Por Diego Victorio 

Es abogado y psicólogo a la vez, graduado de ambas licenciaturas, pero cargado completamente en el hemisferio de la psicología, es la carrera profesional que más ha explotado en la praxis.

 

El edil de Tuxtla Gutiérrez, Carlos Morales Vázquez, es manipulador, desleal, alevoso y calculador.

Emplea al dedillo la simulación, viste siempre desaliñado e inclusive, usó como medio de transporte un “vocho”.

Estudia a sus oponentes, a la misma atmósfera que lo rodea.

Un tipo astuto que juega con la percepción del colectivo, aparenta ser sencillo, alejado de lujos, pero es todo lo contrario.

Hay una anécdota de Carlos que lo pinta como el más redomado traidor y envidioso, desquebrajando políticamente a su hermano mayor, Plácido.

Siendo diputado local por el PRI, a sus escasos 31 años, fue autor de la bajeza más grande que se recuerde en la política aldeana.

El congreso local debía elegir al gobernador interino, que llenaría el vacío que dejó Eduardo Robledo Rincón.

Robledo Rincón, antes de solicitar licencia había dejado acomodado los escenarios para que Placido Morales Vázquez, hermano de Carlos, fuese elegido su sucesor por los legisladores locales.

Cuentan quienes vivieron aquella penosa tarde, la felonía más atroz de la que se tenga memoria, que el voto que inclinó la balanza a favor del otro candidato, el tapachulteco Julio César Ruiz Ferro, fue el de Carlos Morales.

Sí, Carlos, votó en contra de su hermano Placido y, así Ferro gobernó Chiapas dos años (1995-1997). Fatal.

La doble moral de Morales Vázquez no conoce límites.

En 2006, negoció su candidatura a la alcaldía de la capital de Chiapas, cedió el lugar a Jaime Valls Esponda, a cambio de componendas.

Una diputación federal para él, la administración del Centro de Convenciones para su operador financiero y hermano, Jorge Morales Vázquez y, dos regidurías en la planilla de Valls Esponda, una de ellas para su fotógrafo Alexis Sánchez.

Entre las canonjías conseguidas en el sabinato, Carlos Morales Vázquez logró ser catedrático de tiempo completo en la facultad de Humanidades de la Unach.

Con Manuel Velasco, apeló al mismo modus operandi, tras sucumbir ante Samuel Toledo Córdova, el avieso Carlos consiguió la Secretaría de Medio Ambiente, dependencia que explotó cinco años.

Rapaz, sin piedad expolió los recursos públicos del Estado, colocó a su sobrino Enrique Morales, director de Protección Ambiental; su primo, Pablo Morales fue asesor; su sobrino, Junior Morales fue director de Sistemas; su yerno, René Alcocer despachaba como asistente de Carlos.

Carlos, siempre delegó la cómoda tarea de operador y ejecutor de sus negocios a su hermano, Jorge.

Jorge era quien operaba el restaurante del Zoológico “Miguel Álvarez del Toro”, que le fue entregado por asignación directa.

Su consanguíneo también ya disfrutó de los “bisnes” chuecos de Carlos, quien lo hizo regidor en el gobierno capitalino.

En la Cuarta Transformación Carlos no ha ocultado su afecto a la corrupción. Es otro de los ediles que viola flagrantemente la Cartilla Moral editada por el líder moral Andrés Manuel

El bacheo que realiza el Ayuntamiento tuxtleco se construye bajo el sistema de administración.

La comuna adquiere el material, mano de obra y renta la maquinaria, todo a precios sobrevalorados, y supervisado por Jorge.

Es decir, para las empresas constructoras locales no hay nada.

Y, así seguiríamos enumerando las trapacerías de Carlos, ese que quiere ser gobernador y que, en cinco meses ha sido la peor pesadilla de Tuxtla Gutiérrez.