Somos hijos de la ficción: Juan José Millás

“La realidad es una construcción consensuada”, afirma el narrador español. En entrevista con Excélsior aborda su más reciente título: Que nadie duerma 

Nota y foto: Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

La ópera, las aves y el deseo. Estos son los tres universos en los que el escritor español Juan José Millás sumerge al lector en su nueva novela, Que nadie duerma, y lo invita a hurgar en sus diversos significados.

 

Lucía, la protagonista, es una mujer que se siente como un pájaro al que le cortaron las alas y busca “volar”, es decir, recuperar su libertad, a partir de darle rienda suelta a sus deseos. Decide vivir lo que imagina.

La realidad es una ficción, un constructo, una construcción consensuada”, comenta en entrevista el narrador que nació en Valencia en 1946.

Uno de los objetivos de la novela era mezclar la ficción y la realidad, como lo están en la vida. Es imposible distinguir dónde termina una y empieza la otra, porque somos hijos de la ficción, de lo que soñamos, de lo que deseamos. Lo que pasa por la cabeza, tarde o temprano, pasa por la realidad”, afirma.

Para el novelista, el deseo es el motor de la vida, es lo que hace continuar al individuo, lo motiva a seguirse moviendo. “Cuando uno alcanza algo que ha deseado mucho tiene, junto a la alegría de haberlo obtenido, una pequeña depresión, porque descubrimos que no era eso lo que queríamos, sino lo que eso representaba. Y ponemos nuestra mirada en otro objetivo”.

Lo anterior comprueba, agrega, que no hay un objeto específico del deseo. “Lo único que colma el deseo es la muerte, porque nos hace dejar de desear. Es como la mariposa que revolotea cerca de las llamas, porque las desea, hasta que se acerca tanto y muere”.

Así le pasa a Lucía, una especialista en informática que, tras el quiebre de su empresa, se vuelve taxista y “sale a la vida”, a recorrer las calles de Madrid en busca del amor y la amistad, de la empatía humana, de su verdadera identidad.

Ella es una persona con dificultades para socializar. Eso la convierte en una mujer solitaria. No con una soledad impuesta, porque le gusta su rutina. El taxi le permite socializar lo justo, lo que ella puede soportar”, explica.

Me gustaba que viniera del mundo de la informática, donde se piensa que todo está ordenado, que todo significa algo. Transmiten la idea de que pueden explicar todo y que han ordenado el caos. Deseaba que ella se diera cuenta que los algoritmos no explican el mundo. Que su edificio ideológico se fuera viniendo abajo cuando sale de ese ámbito. Así se va construyendo otra identidad”, señala.

El también cuentista confiesa que para la construcción de la protagonista de Que nadie duerma (Nessun dorma), que retoma el título de un aria de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini, combinó la ficción con sucesos que realmente le ocurrieron a él.

Dio la casualidad de que llegó al edificio donde vivo un nuevo vecino a quien le gustaba la ópera. Yo la escuchaba a través del muro y, lo que nunca, me empezó a gustar, como si para agradarme tendría que venir de otra dimensión. Busqué información sobre el aria y el libreto y trencé estas vidas”, indica.

Rechaza que haya sido un reto crear un personaje femenino. “Las mujeres no son marcianos. Tenemos más cosas en común que diferencias. No me tengo que documentar para conocer a las mujeres. Cuando una escritora crea un personaje masculino, nadie le pregunta si le ha causado trabajo”, aclara.

En cuanto a las aves, el autor de Cerbero son las sombras (1975) y Mi verdadera historia (2017) piensa que están muy presentes en nuestra cultura. “Representan el deseo de libertad. Está incrustado en nuestra tradición el deseo de volar. Creo que hay una nostalgia de no ser pájaros, quisiéramos que nuestros  brazos fueran alas”.

Dice que a él le gusta mucho el cuervo. “Es un animal inteligente, su vuelo es preciso y tiene muchas resonancias literarias”. 

NOVELA REFUGIO 

La novela es un refugio mientras la escribes y, cuando la terminas, te quedas un poco a la intemperie. Es como si tuvieras un departamento secreto donde nadie entra más que tú. Cuando la terminas cierras la puerta y tiras la llave. Yo no puedo estar mucho tiempo a la intemperie”, confiesa.

 

 

Por esto, Juan José Millás siempre toma notas que tal vez sean el germen del próximo relato que escribirá. “No son temas, son ideas obsesivas, recurrentes, personajes. El tema surge luego”.

El colaborador del diario español El País asegura que en sus novelas no diseña la estructura. “Cada una busca su propia arquitectura, como cada edificio. No se trabaja de manera consciente. La arquitectura va creciendo en cuanto crece la acción. El fondo y la forma son la misma cosa. Imposible separarlos. Fondo y forma se van abrazando”.

Destaca que, por esta razón, la novela es un género de madurez. “Sólo escribes una buena novela cuando se cruzan la experiencia vital y el oficio, por eso no hay novelas geniales de autores de 20 años, como sí sucede con la poesía”.

Millás cree que un escritor nunca puede considerarse consolidado. “Puedes alcanzar, en ese recorrido que llaman la búsqueda de tu propia voz, una voz ya reconocible; pero nunca una voz con mayúsculas. Si alcanzáramos la totalidad del deseo como escritores, dejaríamos de escribir. Si seguimos escribiendo es porque tenemos la esperanza de superarnos y acercarnos más al encuentro de la voz propia”, concluye. 

¿DÓNDE Y CUÁNDO? 

Que nadie duerma (Alfaguara), de Juan José Millás, se presenta hoy, 19:30 horas, en la Cafebrería El Péndulo (Álvaro Obregón 86, colonia Roma).