Junio 2015

Por: Dr. Alejandro Pastrana Valls

La democracia moderna no puede ser entendida sin la existencia de elecciones. Por lo que, no hay democracia sin partidos políticos. Los partidos políticos son instituciones previamente establecidas que facilitan el desenvolvimiento de las democracias representativas, definiendo e incorporando las opciones políticas del electorado.

Los partidos políticos por medio de sus orientaciones ideológicas (izquierda, centro o derecha) establecen los contenidos de las campañas políticas. En esta lógica, los estatutos, los documentos básicos y sus propios objetivos definen el rumbo de los temas de mayor relevancia en la arena política del país.  

Sin embargo, el declive en la credibilidad de los partidos políticos es el resultado de la poca -quizá nula- capacidad que han tenido de acercarse a las necesidades y las demandas de la sociedad. El debilitamiento del sistema de partidos y el hartazgo social son consecuencias de la desilusión política que experimentan y viven día con día los mexicanos.

La desilusión política es percibida como la imposibilidad que tuvo el gobierno de realizar las transformaciones sociales y económicas necesarias que empujarían el desarrollo económico del país. El cansancio político que se observa en la mayor parte de la población se sustenta en la idea -falsa o cierta- que los partidos políticos, al final del camino, son lo mismo. En otras palabras,  no cumplen las demandas sociales y, en contraste, se preocupan exclusivamente por sus propios intereses, los cuales en la mayoría de los casos representan a las cúpulas económicas y sociales.  

A pesar de esto, las elecciones juegan un papel fundamental en el desarrollo político, económico y social del país ya que establecen premios y castigos al partido en el gobierno o al actor político en el ámbito municipal, estatal o federal. Ello implica la posibilidad de sancionar a los funcionarios que incumplen con los proyectos y propuestas de campaña, a quienes fueron incapaces de solventar las carencias y necesidades de sus representados.    

El domingo 7 de junio de 2015 se llevarán a cabo las elecciones federales intermedias en un ambiente muy complejo. Ante ello surge la pregunta: ¿votar o no votar? Esta inquietud está relacionada con la percepción de la utilidad que tiene el voto y su trascendencia en  la sociedad. En otras palabras,  debemos valorar si éste tendrá un efecto real en la elección y si además tenemos beneficios al realizar esta acción cívica.  

La concientización de nuestra obligación y derecho cívico, debe iniciar en la familia y en los grupos más cercanos. Es importante motivar a la reflexión sobre la situación actual y preguntarnos qué y cuánto hemos hecho. Sufragar no es el fin último del ciudadano, es el primer deber cívico que se tiene y éste nos obliga a participar de manera activa en el rumbo de la vida política, económica y social de la comunidad. Sólo así se pueden exigir los cambios de fondo que impulsarán la reducción de los problemas que acontecen. 

El factor clave para el cambio de rumbo del país es la ciudadanía. Una ciudadanía propositiva, comprometida, leal y motivada por cambiar. La cultura cívica es fundamental para el desarrollo de una ciudadanía más participativa. Respetar principios básicos como: equidad, libertad y justicia. Esta cultura debe enfocarse en impulsar la empatía y la integridad. Si todos tenemos estas dos simples características, el desarrollo de la comunidad será mucho más fácil. En este sentido, el entorno se enriquecerá y todo estará mejor. 

Reflexiona, vota y participa. Si faltas tú, no estaremos completos.

Nos leemos en mi correo electrónico, [email protected], y nos seguimos en twitter, @Alejandro_PV.