Gotas de tinta: Matrimonios de café con leche

Por: Julio Domínguez Balboa.

Matrimonios de café con leche.

Hace no mucho tiempo, incluso después de haber triunfado la "Revolución", pertenecer a una "familia decente", tener un "buen apellido", era un privilegio al que muy pocos podían acceder. Sin embargo, la aristocracia mexicana ya no es lo que era y la oligarquía ya no se rige ni por bastiones ni patronímicos con historia, el precio de entrada ahora lo constituye el dinero. Anteriormente, las personas nacían, vivían y morían perteneciendo a "buenas familias", ahora sólo se es miembro del grupo si se es rico. Es por ello que la gente decente empobrecida busca emparentar, sobre todo por la vía del matrimonio, con personas adineradas, independientemente de su origen, de su raza o de la procedencia no siempre lícita de sus fortunas.

A diferencia de los grandes nobles de la Rusia Imperial, que después del derrocamiento del Zar se vieron obligados a trabajar como sirvientes y taxistas en París, Londres o Nueva York, los mexicanos de "abolengo" venidos a menos han optado por el eugenésico método de "mejorar la raza" a quienes durante mucho tiempo consideraron la gentuza de la sociedad, con tal de seguir gozando de sus privilegios. También los nuevos pobres otorgan a los nuevos ricos sus apellidos que para quienes todo lo quieren comprar siempre fueron símbolos de estatus y de pertenencia a grupos que les estaban del todo cerrados.  Algunos teóricos de la psicología social afirman que  haber nacido pobre y volverse, de la noche a la mañana, multimillonario, como suele suceder en países como en el que vivimos, genera en los agraciados la necesidad de gritar a todo el mundo que han dejado atrás la miseria, y de ahí surge la inmediata ostentación de las casas tasadas en millones de dólares, de los autos deportivos, de la ropa y accesorios que sin importar su calidad, exhiben de manera que no deja lugar a dudas la marca que garantiza el precio que se pagó por ellos.  Sin embargo, ni el hecho de que todo el mundo se entere de que "ahora son ricos" logra atemperar el complejo de pobres en quienes crecieron sin educación y que por lo tanto jamás tendrán buen gusto, cultura ni refinamiento. Sus hábitos difícilmente cambian, les aburre la música clásica, la buena lectura, les hace daño el aire acondicionado y consideran una tontería viajar hasta Europa para ver de cerca "cosas viejas". Pero el millonario fabricado al vapor piensa que no hay imposibles para él, y por eso busca, mediante el matrimonio, atarse a quien le dará hijos "lavaditos" y combinará su apellido común y corriente, con otros de los que tienen historia, de los que todo el mundo se acuerda y que solían llevar tan sólo las damas y los caballeros de postín.

Las niñas que nacieron ricas y se volvieron pobres, preferirán mil veces casarse por todo lo alto con un nuevo rico y mantener su nivel de vida, que tener que trabajar en una oficina o vivir en un vecindario ¿total? de todas maneras su destino estará vinculado a la convivencia diaria con los "nacos" que, si son de su familia, por lo menos intentarán hacer que se parezcan a ellas. Empezando por sus hijos para seguir con sus maridos, sus cuñadas y, las peores, sus suegras, de las que siempre sentirán vergüenza porque las viejas, con o sin dinero, difícilmente están dispuestas a cambiar.

Por otro lado, las niñas que una noche se fueron a dormir siendo pobres y a la mañana siguiente despertaron siendo ricas, querrán aprovechar la nueva fortuna que las respalda para conseguir un marido como el que tenían sus muñecas "Barbies" a las que, por cierto, nunca se parecieron. Sus hijos no serán güeritos, pero el café con leche siempre es bueno para empezar una nueva dinastía.