Cuba y Estados Unidos, nueva realidad latinoamericana

Por Juan Ignacio Rivero Valls

 

Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano. 

Fidel Castro Ruz

Comencé con este epígrafe sacado de una entrevista que concedió el líder cubano al periodista británico Brian Davis después de regresar de una visita a Vietnam en 1973, en plena Guerra Fría que, en su momento, sonó como una respuesta irónica pero que hoy, 42 años después, se puede considerar una premonición.

 

Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se tensaron a partir de que, después del triunfo de la Revolución en 1959, se puso en marcha la reforma agraria, a través de la cual se expropiaban muchas fincas en manos de norteamericanos lo que provocó el enojo del gobierno estadounidense que había recibido ya en su territorio a un número indeterminado de cubanos, miembros de la burguesía isleña y que se habían visto afectados por la reforma.

Eisenhouer, presidente en turno de los Estados Unidos, apoyando a los terratenientes, comenzó a tomar represalias reduciendo drásticamente, en primer término, la importación de azúcar cubana hasta llegar a la tasa cero. Aunado a esto, promovió que la OEA declarara a Cuba como un peligro para la estabilidad americana, prohibiendo a los países miembros, cualquier trato comercial con la isla y la pena de castigo a quienes lo hicieran.

Nuestro país fue el único que se negó a romper relaciones con Cuba, pero no estuvo exento de presiones. El entonces presidente de la Cámara de Diputados, en 1961, Emilio Sánchez Piedras, pronunció un vibrante discurso en defensa de la Revolución Cubana, lo que le costó 15 años de ostracismo político, hasta que pudo ser gobernador de su estado, Tlaxcala.

El mandatario norteamericano, Eisenhouer, luego de que Fidel Castro declaró que la Revolución Cubana era socialista y él un convencido marxista-leninista, comenzó a preparar una invasión a cuba, financiando a un grupo de mercenarios cubanos a los que prepararon en Nicaragua, gobernada por su socio el dictador Anastasio Somoza y de ahí llevados a Guatemala para salir hacia Cuba, tratando de aparentar que el gobierno estadounidense era ajeno, pero cuando esto sucedió, ya se había dado el relevo en el gobierno norteamericano y subido al poder John F. Kennedy.

La invasión fracasó; el gobierno cubano esperaba ya a los invasores, detuvo a más de mil de ellos; los subió de nuevo al barco y los mandó de regreso. Al respecto, en tono irónico, el escritor disidente cubano Guillermo Cabrera Infante narra en su ficción historiográfica “Vista del amanecer en el trópico” cómo los mercenarios fueron detenidos uno por uno y regresados al barco; todos menos uno, un mercenario negro; a ése lo fusilaron.

Kennedy dejó entonces en manos de la CIA el asunto, con órdenes de acabar con Fidel, cosa que, obviamente, nunca pudieron hacer. La Unión Soviética salió entonces al rescate de Cuba y ésta, gracias a esa ayuda, pudo sobrevivir al bloque ordenado por los Estados Unidos, pero ante la desintegración de la URSS, las cosas se pusieron difíciles para Cuba que tuvo que buscar nuevos aliados que encontró en Venezuela y en México, que le surtían petróleo a precios preferenciales.

Cuba, a pesar del bloqueo inhumano, no se detuvo; logró acabar don el analfabetismo (antes de la Revolución, más de un millón de cubanos, de una población de 7, no sabía leer y escribir) y construyó el sistema de salud más eficiente del mundo. Había –y hay- terribles carencias y buena parte de la población no ha conocido otra posibilidad más que el férreo control socialista, pero Cuba sobrevivía y lo hacía de manera digna.

Después de una larga enfermedad, Fidel deja el poder y lo deja en manos de su hermano Raúl quien, sin renunciar a los postulados de la Revolución, comienza a realizar una serie de reformas que permiten cierta apertura, lo que es bien visto por los norteamericanos que flexibilizan su posición ante la isla.

54 años después, ya con un presidente negro en los Estados Unidos y un Papa latinoamericano en el Vaticano, tal y como lo predijo Fidel en 1973, se inician los primeros contactos entre ambos países para normalizar las relaciones y proceder, como primer paso, a la apertura de embajadas en ambos territorios. Luego de 7 meses de duras negociaciones, por fin el viernes 14, día del cumpleaños 89 de Fidel Castro, se abren las representaciones e incluso, el Secretario de Estado norteamericano John Kerry se desplaza a Cuba para presidir el histórico evento.

Faltan aún muchísimas acciones para consolidar una relación normal. La primera de ellas el fin del bloqueo impuesto por los Estados Unidos y la retirada del ejército norteamericano de territorio cubano, pasos indispensables para que Cuba pueda considerar a los norteamericanos como un pueblo amigo y para que, al concluir el mandato de Obama, no vaya a llegar algún republicano retrógrada como Trump que eche por tierra este inmenso logro.

 

Para los cubanos, la apertura de embajadas fue un auténtico día de fiesta; no así para buena parte de los estadounidenses y, mucho menos para la comunidad cubana de Florida. Al tiempo y esperando que este evento quite el velo negro entre Estados Unidos y Latinoamérica.