IN MEMORIA, ERACLIO (LACO) ZEPEDA RAMOS

Por Rubén Pabello Rojas 

Los dos proveníamos de históricos pueblos de la región sureste de la provincia mexicana que, con todos los demás confines de la Patria, forman lo que yo llamo, el alma nacional del México profundo.

El de donde Zeferino Nandayapa hace que la marimba cante con voz de mujer cuando toca Las Chiapanecas y yo de donde suena el son jarocho y resuena el violín huasteco que José Pablo Moncayo transforma en “Huapango”. Coincidentemente nuestros respectivos padres siguieron el noble oficio del periodismo en sus diversas modalidades determinadas por la geografía, cultura y sociedades locales. Esa fue una afortunada especie de premonición que marcaría, sin saberlo entonces, cuando nos conocimos, nuestra fraternal relación vital. Relación que, comenzada tempranamente, fue intensa y perduró para toda nuestra vida.

El encuentro es en la adolescencia, en un ameritado plantel de disciplina militar, funcionalmente castrense, pero de alto y reconocido rendimiento académico, la Universidad Militar Latinoamericana, incorporada a la UNAM.

Es el año de 1953 y somos dos adolescentes que no saben aún cuál será su futuro. Terminamos ahí el bachillerato y cada quien por su parte se inscribe en su facultad, Laco en ingeniería que al poco tiempo abandona y yo en leyes. Formamos parte de la Generación Fundadora de CU en 1954.

Regreso a Xalapa, me inscribo en la UV y por azares de la vida, cuando nuestra capital florece a la cultura, Eraclio se muda a esta ciudad y se inscribe en Antropología también de la UV y se da nuestro segundo encuentro. Concluimos las carreras cada uno, en ese lapso estrechamos nuevamente los lazos de amistad, ya para entonces muy fortalecidos. En la Latino, como le llamábamos, la convivencia era diaria, esa cotidianeidad forma una verdadera hermandad.

En la etapa xalapeña, se acrecienta ese sentimiento. Eraclio se forma en Xalapa, la “Xalapa Eterna”, como la mencionará 45 años después, cuando prologa un libro de mi autoría prólogo donde, con maestría y sentimiento, repasa los pasajes más sobresalientes de nuestra recia amistad de seis décadas, como él lo escribe.

Laco siempre fue un pregonero orgulloso de su formativo tránsito xalapeño, con él se abrieron camino en las artes literarias una pléyade de jóvenes que con el tiempo consolidaron sus obras; verdaderos árcades de una Arcadia florecida en los años en que la Universidad Veracruzana, conducida por un extraordinario Rector, Gonzalo Aguirre Beltrán, engrandeció a la institución sin hipérbole a niveles nunca más alcanzados.

El tiempo transcurre y los caminos de dos amigos se separan de nuevo. Cada quien toma su rumbo y trata de ameritarse en su trabajo. Eraclio asume una postura ideológica crítica contra un estado de cosas que él considera lesivo para la sociedad mexicana y lo externa en sus escritos y en su posición radical de izquierda; se afilia al Partido comunista y viaja a España, Rusia y se enrola en el movimiento revolucionario castrista en 1961, como combatiente formal en las milicias cubanas. De vuelta a su patria, su convicción y prestigio lo llevan a ser diputado federal en la LIII legislatura por la oposición en 1984 y posteriormente candidato a la presidencia de la República por el PSUM.

Para esos días los dos vivimos en el entonces, Distrito Federal y nuestra actividad en diferentes espacios políticos y sociales no nos permite una frecuente posibilidad de coincidir. Cada uno tiene diversas tareas en campos distintos que cumplir. No obstante, la amistad profunda es inamovible, perdurable, sincera. Los tiempos transcurren y vienen nuevas etapas en México; el país enfrenta movimientos sociales convulsos, ha dejado una marca histórica profunda la herida del 68, que obliga a modificar políticas de gobierno y rumbos sociales. No deja de haber inconformidad subyacente. Para entonces yo soy diputado federal en la legislatura LV. Me toca participar en la reforma constitucional de Carlos Salinas y de alguna manera en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.

En 1994 en enero, se produce el movimiento zapatista en Chiapas. Ese año termina mi diputación y me incorporo por segunda ocasión a un área neurálgica de la Secretaria de Gobernación, como Director General de Análisis y Concertación Política, lo que me lleva a todos los lugares del país donde se presentan conflictos sociales o políticos.

Chiapas es zona de conflicto, el país se convulsiona, se ha conseguido mantener una paz precaria pero hay puntos críticos, hay inconformidad real en gran parte de sus comunidades. El sub-comandante Marcos está en su apogeo y a una orden suya puede prenderse un conflicto impredecible, el gobierno federal negocia y procura sobrellevar la gravedad.

Es fundamental mantener la entidad chiapaneca dentro de las mejores condiciones de gobierno mientras se resuelve el conflicto de fondo o se neutraliza. Hay cambio de gobernador, sale Robledo en la entidad y es designado Ruiz Ferro. Las condiciones son difíciles. Se requiere de otra  figura que esté identificada con los reclamos de un pueblo inconforme y en violencia armada. Se busca un hombre, un chiapaneco, con la reciedumbre y calidad moral y peso político para que se encargue de la delicada operación que conduzca a un principio de solución. No es fácil.

Es seleccionado Eraclio Zepeda Ramos como Secretario General de Gobierno. A partir de ese momento toda la responsabilidad operacional de negociar institucionalmente con el movimiento del EZLN recaerá sobre sus hombros. Parte toral de mi función en la Secretaría de Gobernación era atender los conflictos que existían en el país. Chiapas era por entonces un punto de atención prioritaria en la República por la gravedad de su problema socio-político. Manuel Camacho Solís y después Luis H. Álvarez eran negociadores de alto nivel del gobierno federal. La parte funcional,  del problema quedaba a cargo de las instancias operativas, las ejecutoras de los compromisos concertados entre los representantes de la federación, el gobierno del Estado y los líderes del movimiento Zapatista; Marcos y sus demás comandantes de la guerrilla.

En ese contexto se me envía por parte de la SEGOB a Tuxtla Gutiérrez a coadyuvar en tareas específicas del caso y me rencuentro con mi antiguo amigo Eraclio, en funciones delicadas, como secretario de Gobierno de la entidad chiapaneca, en ese momento, en situación convulsa por el amago de la violencia zapatista. De este modo, en condiciones adversas en esos días, volvemos a coincidir en graves momentos históricos de México, como él lo relata en el citado prólogo del  libro de mis memorias.

El tiempo pasa, después de aquello que la historia nacional registra, transcurren casi veinte años, cada uno de los ya viejos amigos han seguido su ruta vital, cada quien ha hecho su parte. Eraclio como escritor de altos méritos y reconocimientos protagoniza, en otra versátil faceta, como actor de cine, al mejor intérprete del personaje mexicano Francisco “Pancho” Villa. Continúa su obra literaria que lo proyectará como un Grande de la Literatura Mexicana.

En mi caso, retirado de la función pública me ocupo en volver a la academia, y obtengo después de cinco años de estudio, el grado de Doctor en Derecho por la Universidad de Almería, España. En 1992, con algunos veracruzanos distinguidos fundamos la Universidad de Xalapa, que a 25 años de fundada suma prestigio y reconocimiento; en el ámbito de la comunicación constituimos la empresa Veravisión, que abrió en la capital veracruzana, el primer canal de televisión abierta, en convenio con la, entonces, recién adquirida Televisión Azteca.

La genética y antigua formación periodística se impone y comienzo a escribir con regularidad algunos artículos, pequeños ensayos y algunos de temas jurídicos. Con los hermanos Sánchez Macías con el antecedente del Diario Martinense, fundamos el Heraldo de Xalapa, eslabón de una empresa editorial de comunicación, integrada por varios periódicos diarios en Veracruz y Chiapas y sus correspondientes portales en la Web. 

Me dispongo a hacer y escribo un libro de mis memorias y vuelve a refrendarse nuestro gran vínculo fraternal, cuando le pido a Laco que escriba el prólogo de la obra y él generoso, acepta  elaborando un documento de alto valor intrínseco y emotivo. Relata magistralmente, como lo hace un docto de la palabra, pero más que nada un verdadero hermano, pasajes de nuestra vida que, con este nuevo encuentro cercano, se actualiza lo ya para entonces compendiado en más de seis fructíferas décadas de entrañable relación.

Me acompaña y realza Eraclio con su presencia la presentación del libro, en el Congreso del Estado de Veracruz,  donde me honran para presentarlo queridos amigos,  familiares,  funcionarios de gobierno así como legisladores federales y locales.

Días después se anuncia la concesión a Eraclio del premio Nacional de Ciencias y Artes, en el renglón de Literatura, que recibe en el histórico Patio Central de la Secretaria de Educación, que alguna vez dirigió José Vasconcelos. Cuando los méritos son de tal magnitud, como los de los grandes escritores, casi inmediatamente se otorga a Eraclio Zepeda la Medalla Belisario Domínguez, que entrega el presidente de la República Enrique Peña Nieto, en reconocimiento a su obra literaria y su trayectoria política y social; ceremonias  solemnes de alto valor nacional, a las cuales asistí, compartiendo su lógico júbilo.

Imposible olvidar en otros muchos momentos de nuestra historia al inolvidable  Manolo Zepeda. Fraterno amigo, mexicano ejemplar, digno miembro de la dinastía de los  Zepeda de Chiapas; reitero mexicano ejemplar, quien hizo de la cultura un culto, predestinado por su innata devoción de escritor.

Posteriormente en el ya largo camino de nuestras vidas otro entrañable encuentro con Laco,  en su homenaje otorgado por La Rial Academia de la Lengua Frailesca; será el último.

Después solo perdura en esta sentida remembranza, la consideración final del encuentro dos mexicanos que cruzan en tiempo y espacio nacional en una larga etapa del México histórico, del México profundo, que aportaron su esfuerzo confundido y sumado con el de millones de compatriotas ante todo por el Bien de la Patria.

En el balance postrero de dos mexicanos, dos vidas que en este país alentaron en un tramo histórico relevante  del devenir de  este entrañable suelo mexicano…………..queda la gran cuestión como un interrogante inevitable y doloroso en el recuento actual de nuestros días: ¿Avanzó el país? ¿Estamos conformes los mexicanos?