Carrusel 25/06/2015

Yoab Samaniego Behar

Elba Esther Gordillo: el despertar

Cuando él despertó, ella estaba ahí. Él, derrotado, humillado, sin las multitudes que en las últimas semanas le aclamaron y le hicieron creer que aún podía aspirar. Ella, sonriente, fortalecida, en pleno contacto con los gobernantes priístas y con sus redes de poder intactas, vigentes.

 

Roberto Madrazo Pintado y Elba Esther Gordillo Morales. Durante su campaña, sobre todo en la etapa final, el que fuera candidato a la Presidencia de la República dijo una y varias veces, cuando lo entrevistaron y le pedían su opinión sobre la actitud del IFE: “Tiene aroma de mujer”. La alusión era evidente, se refería a la lideresa del magisterio. Ella, por su parte, guardaba silencio ante el público, se abstuvo de dar declaraciones. Pero estaba activa, en uno y otro lados, diseñando estrategias, vigilante. Y en corto sentenciaba insistente: “Va a perder. Lo malo es que con su caída, Roberto arrastrará a todo el partido”.

Lunes 3 de julio. Él despertó. Ya era evidente, inevitable la debacle de sus aspiraciones, pero también las de otros candidatos priístas a gobernadores, a senadores, a presidentes municipales. No pudo ganar en ninguno de los estados de la República, incluidos en el fracaso, los gobernados por hombres que son sus compañeros de militancia revolucionaria e institucional.

Un amargo despertar de un sueño a una pesadilla. En los cajones quedaba guardada la ropa de campaña, las camisas rojas o blancas con su nombre grabado en el pecho. Ya no le esperaba en el escritorio de su despacho la tarjeta con la cargada agenda del día. El teléfono ya no sonaba como hasta antes del domingo.

Se despertó temprano. Tenía en su rostro al desayunar la misma sonrisa con la que se durmió. Desde temprano, su teléfono no dejó de sonar. En las siguientes horas hablaría con sus colaboradores, y con sus protegidos, con sus aliados y con sus amigos. También habló, se reunió con varios de los gobernadores, con los que siempre mantuvo la comunicación.

Era el retorno de ella, si es que alguna vez se fue. Elba Esther Gordillo, diva de la política, mujer intensa, de cristal y hierro. La que el día en el que Jaime Sabines se quedó dormido para siempre, expresó: “Cuando los poetas mueren, van derecho a sus palabras”. La misma que cuando rompió definitivamente su alianza con Roberto Madrazo y le declaró la guerra, le llamó traidor, mentiroso, víbora, cobra, y le sentenció: “Haré todo lo posible para que no llegues a la Presidencia de la República”. Ella, la del amor y el desamor sin reservas, sin medidas.

Elba Esther Gordillo. Tan devota ella de San Judas Tadeo. Por eso, una de sus adoraciones, su nieto se llama Tadeo. Ella como, la que tras vencer a la enfermedad física que la atacó, se volvió más sensible, dijo que había aprendido a vivir y a perdonar. Pero hace unos días cuando Joaquín López-Dóriga le preguntó si saludaría y estrecharía la mano de Roberto Madrazo, le daría un abrazo, respondió: “Tampoco soy la Madre Teresa de Calcuta”.

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Elba Esther Gordillo. Después de las elecciones del año 2000, en un restaurante de tipo inglés en Polanco escuchó la propuesta: que se aliara con Roberto Madrazo para que participaran en la elección interna de dirigentes nacionales del PRI, él como presidente y ella como secretaría general. La respuesta fue negativa. Explicó que públicamente había declarado que no sería segunda de nadie y en confianza expresó que no descartaba formar parte del gabinete del entonces presidente electo Vicente Fox.

Sin embargo, poco tiempo después ella y él se reunieron, dialogaron, negociaron. Él le dijo que en su momento buscaría ser candidato a la Presidencia de la República, y que ella podría así cumplir con el sueño de toda su vida política: ser la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del PRI.

Compitieron. Ganaron. Parecía que la alianza funcionaba. Ella decía entonces que él podría ser un buen candidato. En una conferencia de prensa, aseguró: “Yo veo a un presidente de mi partido dedicando horas y horas a la conciliación al interior del partido. Y es que no llegamos a Jauja”. Insistió en que Madrazo estaba comprometido en buscar acuerdos y la unidad a través del consenso.

Sin embargo, no transcurrió ni un año desde entonces, cuando empezaron las diferencias, los enfrentamientos. La maestra Gordillo llegó a la coordinación de los diputados priístas. Abiertamente se pronunció por apoyar la reforma fiscal que proponía el Ejecutivo. Hubo una rebelión de varios legisladores de su bancada. Madrazo estuvo con ellos. Posteriormente, la destituyeron como coordinadora. Fueron días y noches intensos, terribles. Dormía poco, muy poco. Fue entonces cuando en la sala de conferencias de prensa de la Cámara de Diputados se lanzó abiertamente contra quien había sido su aliado.

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Posteriormente, Elba Esther Gordillo tuvo una recaída en la enfermedad que le afectaba. Viajó a San Diego, California. Los doctores le dijeron que la única solución estaba en someterse a un fuerte tratamiento; si lo superaba, viviría. Lo pensó, aceptó. Y desde allá esperó, se recuperó, sin dejar de estar al tanto de lo que ocurría en México, se dio el tiempo para sonreír, para llorar de alegría cuando su nieto, un bebé acercó los labios a su cara y ella aseguró que la había besado. Lo bañaba. Se lo llevaba a comprar ropa. Lo arrullaba.

Pero llegó el momento. Regresó a México. Y otra vez a la lucha. Intentó quedar en la presidencia del PRI cuando Madrazo renunció a ella para ser candidato. Acudió al Tribunal Electoral. No logró que el fallo fuese en su favor. A finales de septiembre de 2005 renunció a la secretaría general. Manifestó: “No hay fatiga ni derrota”. Hizo suyas palabras de Ernest Hemingway: “Podré ser destruida pero no derrotada”. Y sentenció: “El futuro será un juez imparcial y transparente y pondrá a cada quien en su lugar”.

Elba Esther, entonces ya en el tiempo de su guerra abierta contra Roberto Madrazo. Iba con todo contra aquel a quien alguna vez definió a la periodista Elena Gallegos: “Es políticamente encantador, amable, cordial, de los que te abrazan, te apapachan, te dicen que todo está bien”.

Una guerra en la que fueron destructores misiles siete palabras: “Tú le crees a Madrazo?... Yo tampoco”. Una frase que apareció por cientos de miles de cartelones, en espectaculares anuncios. Y después, la presencia de maestros en los lugares a los que iba el que era precandidato en su campaña. Y aquel pleito verbal en la radio.

Elba Esther Gordillo. Cuidadosamente continuó con la estrategia. El partido Nueva Alianza tuvo candidato a la Presidencia: Roberto Campa. Y se movilizó la estructura del SNTE, la misma que antes pero ahora para alguien más.

También se reunió con Felipe Calderón Hinojosa. Y tuvo un reacercamiento con Marcelo Ebrard. Y constante, estrecha, la comunicación de ella con los gobernadores del PRI, varios de los cuales al final decidieron no jugársela, en los hechos, en la operación político-electoral con Roberto Madrazo.

Elba Esther Gordillo. La que cuando desató su guerra, retó: “Esperaré la expulsión anunciada por Madrazo y sus voceros”. Y esperó. Y la noche del 2 de julio en su rostro se dibujaba cierta sonrisa. Y al día siguiente cuando él despertó, ella estaba ahí…

Historias, voces, susurros…

Y les comparto este texto, de pluma de mi padre porque las voces dicen, justamente, que en los próximos días la Maestra saldrá. Lo que sí es una realidad, es que Elba Esther Gordillo sigue ahí, latente, entre los grupos políticos que la esperan, que saben que aún contra un Estado que ha vertido toda su investidura para retenerla, ella aún tiene poder, liderazgo.

En sus palabras propias, no es la madre Teresa de Calculta pero sí una trazadora de estrategias, una pieza clave en la maquinaria nacional.

Caballitos y espejos

Me da gusto ver que la campaña de Fernando Castellanos Cal y Mayor ha sido de propuestas, de ideas, de dejar ver lo bueno… Lo que no da nada de gusto son esos adjetivos que sus adversarios ya comienzan a asignarle.

Nos leemos la otra semana