LA INMACULADA PERCEPCIÓN 13/08/18

 

Acelérele, chofer 

POR VIANEY ESQUINCA 

El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha empezado “a gobernar” desde ahora. No necesita la banda presidencial para meter iniciativas, para eso, como se probó la semana pasada, tiene al presidente Enrique Peña Nieto (porque, aunque no lo crea el amable lector, sigue siendo el mandatario del país), con quien acordó presentar la iniciativa para crear la Secretaría de Seguridad Pública, sí, esa institución que el priista había eliminado.

 

Tampoco requiere que sea el 1 de diciembre para mandar instrucciones, como cancelar los procesos de licitación pública internacional, pendientes del Nuevo Aeropuerto. Además, su gabinete ha empezado a trabajar y a reunirse con los sectores más importantes y toda la cobertura mediática se la lleva él.

¿Por qué tanta prisa? ¿por qué le comen las ansías? No es para menos. Mucha gente que votó por él lo ve como el Mesías, el Salvador que al día siguiente que tome posesión como Presidente acabará con la corrupción, la inseguridad, la pobreza y todos los males que afectan a esta sociedad. No importa que racionalmente esto no sea posible, la señora, el señor que cuando lo ve llora, que tiembla de emoción al asistir a sus mítines, que esperó 18 años para que fuera Presidente, ven en él la esperanza que les vendieron.

El tabasqueño sabe que no tiene tiempo que perder y cuenta con dos importantes herramientas para mantener entretenida a la gente: Los gestos y las medidas que ampliarán su bono de popularidad.

Hoy por hoy, los medios y la gente están fascinados con los gestos nunca antes vistos en una figura presidencial: “Carga él mismo su maleta en el aeropuerto”, “usa aviones comerciales y de bajo costo para viajar”, “se regresa a saludar a la gente”, “no tiene guaruras que lo separen de nadie, cualquiera puede abrazarlo y sacarse una foto con él”. Gestos aparentemente sencillos que, sin embargo, contribuyen a consolidar su imagen que lo llevó al triunfo.

Por otro lado, están las medidas que dependen de él, que no tienen que pasar por ningún proceso legislativo ni burocrático. Una palabra suya bastará para hacerla realidad. Vender el avión presidencial, trabajar en Palacio Nacional y no en Los Pinos, quitarle las pensiones a los expresidentes, todo depende de él, hacerlo desde los primeros días que se siente en la silla presidencial logrará mantener su bono popular.

Es más, en esta categoría podría incluso todito lo que tenga que pasar por el Congreso en el que se va a ahorrar la fatiga de tener que entrar a los desgastes de negociar, convencer, consensuar y todas esas horribles actividades de la democracia. Con un congreso morenista, lo peor que puede pasar es que Morena quede como un partido alza-dedos.

Pero lo difícil es lo que no depende de él, ¿volver a crear la Secretaría de Seguridad Pública logrará abatir la violencia e inseguridad? El dinero que requiere para cumplir con sus promesas de campaña ¿de dónde va a salir?

Andrés Manuel López Obrador tiene prisa y hace muy bien. Sabe que a la larga los gestos que hoy se aplauden pueden convertirse en costumbre y que la tolerancia de la gente es cada vez menor. Su bono de popularidad es más grande que la de ningún otro presidente, además, podrá tener a su favor los 6 meses o un año en el que le podrá echar la culpa a la administración pasada, pero si no puede resolver lo estructural, lo que le duele a la gente, entonces el rayito de esperanza se convertirá en tormenta para el Presidente y su partido.