Candidaturas independientes, ¿una falacia?

Por Juan Rivero Valls

 

En tiempos remotos, dicen las crónicas islandesas, hombres de las Islas Occidentales vinieron a vivir a este país y, cuando partieron, dejaron tras de sí cruces, campanas y otros objetos utilizados en  la práctica de la hechicería.

 

Halldor Laxness (Gente independiente, fragmento)

 

Toda proporción guardada, por supuesto, la aparición de un candidato como Pedro Kumamoto Aguilar a la diputación federal, me recuerda un poco a la de “Podemos” en España. Un grupo de jóvenes inconformes con lo que estaba pasando en su país, comenzó a participar en política: allá a través de “Los indignados”; acá, a través de “Wikipolítica”.

 

Kumamoto, un joven de 25 años perteneciente a la clase media alta tapatía, junto con un grupo de compañeros universitarios, estudiantes y egresados del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, una universidad regenteada por jesuitas con lo que esto conlleva, hartos de las promesas incumplidas de los partidos políticos y de las corruptelas gubernamentales, tomaron la decisión de participar en política y lo hicieron de una manera singular, digna de análisis.

La última reforma electoral incorporó una figura que, a pesar de ser un viejo clamor ciudadano, había sido postergada durante años, la posibilidad de contender en procesos electorales sin el aval de los partidos políticos (algunos los llaman candidatos independientes, lo que no es totalmente real); y, para ello, deberían cumplir con una serie de requisitos entre los que destaca el que para registrase deberían tener el aval de, cuando menos, el 2 por ciento de los electores de la circunscripción a la que quisieran representar.

Así, los candidatos “sin partido” con sus propios recursos, se dieron a la tarea de juntar las firmas necesarias, acompañadas, por supuesto, por el número de folio de su credencial de elector a fin de corroborar que se trata, efectivamente, de ciudadanos en derecho de sufragar. José Kumamoto necesitaba poco más de 5 mil firmas para poder acceder a la candidatura a la diputación federal por el Distrito 10, con sede en Zapopan, Jalisco; juntó más de 8 mil. El primer obstáculo estaba salvado.

Venía hora el segundo gran obstáculo: los recursos. Si atendemos a lo que el INE ordena para la asignación de recursos financieros para campaña, vamos a encontrar que, de todo el dinero disponible, solo el 30 por ciento es repartido de manera equitativa, y el resto se reparte de acuerdo al porcentaje de votos obtenidos en la más reciente elección. Ahí, los candidatos sin partido, se enfrentan a una brutal desventaja, por lo que se hacía necesario idear esquemas de promoción que, con los pocos recursos que se tenían, pudieran permear en el ánimos de los electores. José Kumamoto se decantó por una combinación que resultó triunfadora: el recorrido personal por todo el distrito y la utilización exhaustiva de las redes sociales.

Los medios han ponderado el triunfo de Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, a la gubernatura de Nuevo León; pero en este caso, no debemos olvidar que se trata de un hombre con una militancia priísta de más de 30 años y que fue apoyado fuertemente por un grupo de ricos empresarios que aportaron grandes cantidades de dinero a su campaña; a contracorriente, Kumamoto no pertenece, ni nunca lo ha hecho, a partido político alguno y solamente tuvo el respaldo ciudadano.

Se trata, sí, del distrito más rico de Jalisco, donde los posibles electores tienen acceso a las redes sociales casi sin limitaciones; pero Kumamoto tuvo un acceso marginal a través de los medios tradicionales. El Instituto Electoral de Jalisco les dio el 10 por ciento menos del tope general que tienen los candidatos apadrinados por un partido; tal vez por eso, Kumamoto, 10 días antes de la jornada, solicitó al Instituto Electoral jalisciense se ampliaran los topes de campaña para los candidatos independientes a un límite igual al de los aspirantes de los partidos en busca de la equidad.

Con todo en contra, casi sin dinero, Kumamoto y el grupo de estudiantes que lo apoyaron, realizaron una campaña imaginativa, sin ideología ni propuestas específicas, ya que su principio, a su decir, era colocar al ciudadano en el centro de la política: “Soy un mensajero” afirmaba Kumamoto, que se reunía a diario con grupos ciudadanos y tomaba nota de sus necesidades y aspiraciones.

El territorio por el que peleaba Kumamoto era, ni más ni menos, que el de los “tecos” de la Autónoma de Guadalajara; él, que provenía de otra escuela privada, el ITESO, ubicada en un municipio donde hay algo de marginación, Tlaquepaque, pero fundada y regenteada por jesuitas que, como todos sabemos son de una tendencia liberal y, sin embargo, Kumamoto arrasó con tan solo poco más de 140 mil pesos para toda su campaña, llena ésta sí, de imaginación.

 

Saber si esta fórmula triunfará en otra elección, con ciudadanos de diversas clases sociales y recursos dispares, es incierto. El hecho es que Kumamoto demostró que un ciudadano sin partido y sin antecedentes partidistas, si puede triunfar si utiliza las herramientas adecuadas y, especialmente, si tiene imaginación.