EN LA MIRA: El turbio enriquecimiento de líder sindical del CECyTE en Chiapas

Definiciones reviven disputa entre antagonismos verdes de Chiapas

 

 

Por Héctor Estrada

 

Cuando parece que nada más podría sorprender en torno al nido de corrupción en que José Luis Guzmán Jiménez ha convertido al Sindicato Independiente y Democrático de los Trabajadores al Servicio del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Chiapas (SIDET-CECyTECH) salen la luz nuevas denuncias en su contra por presunto enriquecimiento ilícito a costa de la misma base gremial que dice representar.

Las denuncias vertidas este martes en diversos medios de comunicación ponen nuevamente de manifiesto evidentes manejos turbios en torno a las cuotas sindicales administradas por Guzmán Jiménez y su equipo cercano. Se trata de una serie de propiedades a nombre de José Luis Guzmán y su esposa, entre las que destaca la compra el propio inmueble donde actualmente se ubican las oficinas del sindicato.

Los denunciantes, que solicitaron guardar sus identidades por temor a represalias, señalaron que como mayor muestra de las irregularidades financieras cometidas por Guzmán Jiménez, recientemente el líder adquirió a su nombre (mediante un contrato de compra venta) el inmueble donde actualmente se encuentran las oficinas del SIDET-CECyTECH, ubicado en la 7ª Poniente, entre 10 y 11 Norte.

El inmueble fue adquirido por un costo superior al millón 200 mil pesos y forma parte ya de las propiedades a su nombre y de su esposa. Lo más singular, precisaron, es que ahora el mismo líder gremial recibe un ingreso adicional de 18 mil pesos mensuales, emanadas de las cuotas sindicales, por concepto de renta.

Como parte de las pruebas del presunto enriquecimiento ilícito cometido por la familia del líder sindical, los denunciantes dieron a conocer que actualmente José Luis Guzmán y su esposa María de los Ángeles Trujillo Gordillo tienen registrado a sus nombres otras cinco casas y tres vehículos, con un valor general que supera los cinco millones de pesos.

Detallaron que las propiedades a nombre de María de los Ángeles Trujillo se encuentran ubicadas en la Prolongación de la 3ra. Norte de Tuxtla Gutiérrez; otra de ellas en la Carretera Ocozocoautla – Cintalapa, Morelos 376; y una más en la 2ª Poniente, entre 4ª y 5ª Norte No. 59 de la ciudad de Ocozocoautla. Por su parte, Guzmán Jiménez tiene a su nombre los inmuebles ubicados en la Sexta Oriente Norte No. 1622 de la capital chiapaneca. Además de los vehículos marca Ford K 2003, Toyota y Gold 2017, entre otras tantas propiedades que se mantienen en la clandestinidad.

A lo anterior se suma la red de corrupción expuesta el año pasado en la que se demostró la existencia de al menos 23 personas ligadas directamente al secretario general, José Luis Guzmán, insertadas dentro de la nómina del controversial sindicato. Dentro de la lista se encuentran los nombres de parientes estrechamente cercanos al líder sindical, con sueldos de entre siete y 14 mil pesos mensuales, entre los que destaca la propia esposa del secretario general, María de los Ángeles Trujillo Gordillo, con un sueldo de 13 mil 430 pesos mensuales.

La forma en que José Luis Guzmán Jiménez ha usado al SIDET y a la base gremial para enriquecerse raya en el descaro y el cinismo pleno. Ha aplastado a las voces disidentes dentro del sindicato y ha arremetido contra quien no se vuelque en apoyo absoluto hacia él. La dictadura sindical se ha convertido en una de las más escandalosas de los últimos meses y exige a gritos un final urgente.

Definiciones reviven disputa entre antagonismos verdes de Chiapas

El resiente autodestape de Fernando Castellanos Cal y Mayor a fin de contender en el proceso interno para la selección de candidato a gobernador dentro de la alianza entre el PRI, PVEM, Mover a Chiapas, Chiapas Unido y Nueva Alianza es sin duda una jugada en el “tablero de las definiciones” que cambia el escenario de la tragicomedia chiapaneca entre verdes y rojos rumbo a la sucesión de Manuel Velasco Coello.

El repentino evento multitudinario del fin de semana abre muchas más lecturas que las aparentes. No es casual que se dé justo después del plazo adicional brindado por el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC) y ciertas reuniones de negociación que se dieron en la Ciudad de México el pasado fin de semana con miras a la determinación definitiva de las fórmulas que representarán a la alianza PRI-Verde en Chiapas.

Más allá de la añeja aspiración del alcalde tuxtleco por una candidatura verde al gobierno del estado, el autodestape realizado en el Poliforum Mesoamericano tenía un objetivo claro: Hacer evidente que en el verde chiapaneco Eduardo Ramírez no es el único con capacidad de movilización. Recordar que desde hace mucho tiempo (desde el inicio de la administración actual) las “estructuras” internas se han mantenido en un jaloneo permanente entre dos liderazgos antagonistas.

Y es que, a muchos la memoria les ha fallado recientemente. El Verde en Chiapas nunca ha sido partido de una sola pieza. Las mayores confrontaciones han sido entre intereses internos; entre los dos últimos dirigentes estatales. Para nadie es un secreto que la mayor operación política para intentar dilapidar a Castellanos Cal y Mayor durante su candidatura y estancia en la alcaldía tuxtleca se gestó justamente en la Secretaría General de Gobierno y el Congreso de Chiapas, bajo la directriz de Ramírez Aguilar.

Ha sido el enfrentamiento político más recurrente de los últimos años en la entidad, una guerra disimulada que pareció menguarse conforme se acercaba el inicio del proceso electoral y los acuerdos relegaban a Ramírez Aguilar de la jugada. Fernando Castellanos ha estado involucrado desde hace mucho tiempo en las negociaciones para la conformación de la alianza entre el PRI y el Verde a fin de garantizar una fórmula de “unidad” consensada con las cúpulas nacionales en donde por supuesto tendría participación.

No es novedad su cercanía y afinidad con Roberto Albores Gleason. Desde la elección de 2015 tuvo el respaldo permanente del ahora precandidato priista mediante la misma fórmula rojiverde. En el otro extremo se colocó por sí sólo Eduardo Ramírez. A diferencia de Castellanos Cal y Mayor, Ramírez fijó una postura intransigente para no poner a negociación una candidatura que ya se había fijado y asegurado a muchos de sus patrocinadores.

Eduardo se volcó en apoyo a las aspiraciones de Osorio Chong para lograr su designación directa como candidato en Chiapas y terminó perdiendo la apuesta. Por eso fue sacado de la jugada política y se ha volcado en berrinches durante las últimas semanas. Ha desbordado su esfuerzo en fraguar una aparente insurgencia verde para cambiar las determinaciones de las cúpulas nacionales. Se ha decidido a demostrar que él es el único liderazgo verde en Chiapas (o el de mayor peso) y es justo ahí donde Castellanos Cal y Mayor ha decidido levantar la mano. No ha quedado de otra.

El destape de este fin de semana fue un evidente recordatorio de músculo político-electoral. Fue un llamado a la memoria de que en Chiapas no todos los verdes son “jaguares negros”, y que el otro frente interno está dispuesto a activarse para declinar balanzas. Y es que, la aparición de Fernando Castellanos en la disputa aliancista se presenta como movimiento oportuno para fragmentar el protagonismo verde del que Ramírez Aguilar parece haberse apoderado como falso liderazgo absoluto.

La reaparición del alcalde tuxtleco en la disputa electoral va más allá de la candidatura al gobierno de Chiapas. Tiene que ver con la integración de fórmulas completas al gobierno del Estado y el Senado de la República. Eduardo Ramírez ha buscado a toda costa colarse a alguno (cual sea) de esos espacios y este fin de semana los acuerdos parecen haber comenzado a fraguarse, sin embargo el asunto no apunta a ser sencillo… así las cosas.