EN LA MIRA

La siempre heroica Chiapa de Corzo

 

Relevo priista en Chiapas, con olor a simulación

 

Por Héctor Estrada

 

Lo sucedido el día lunes en Chiapa de Corzo es muestra clara de la dualidad que tiene la dignidad mexicana, esa que tanto bien y tanto mal han hecho a nuestra historia. Una robustecida, manifestándose en las calles, resonando las campanas y repudiando el cinismo gubernamental; y otra carente, adentro de los eventos oficiales, dispuesta a venderse por los condicionamientos y dádivas de siempre.

El pueblo organizado que desde el domingo pasado lanzó el llamado para protestar e impedir el evento que, en completa discrecionalidad, organizó el gobierno de Manuel Velasco Coello para Enrique Peña Nieto en Chiapa pareció de inicio una convocatoria de dudosa procedencia, pero los hechos consumados del lunes ratificaron las amenazas.

Como en ningún otro lado del estado había sucedido (al menos en lo que la memoria me socorre), previo a su visita, el presidente de México, Enrique Peña, fue declarado “persona no grata” por los ciudadanos organizados de un municipio chiapaneco... Y las alarmas para el aparato gubernamental en Chiapas se encendieron. El plan emergente de ejecución forzada para la “conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas” su puso en marcha.

Por instrucción de Manuel Velasco se ordenó la ejecución de un operativo especial que contemplaba la movilización obligatoria de personal de distintas dependencias estatales, el acarreo masivo de beneficiarios de programas sociales desde municipios como Berriozábal, Tuxtla Gutiérrez y Ocozocoautla, y el despliegue de personal antimotines para replegar a los manifestantes y permitir el paso hacía el evento presidencial.

Así se ejecutó el plan oficial. Desde el mediodía comenzó el arribó de elementos antimotines a Chiapa de Corzo. La misión encomendada fue apoderarse de las vías de acceso y resguardar el sitio donde se tenía preparado el “montaje gubernamental”. Pero la represión policial no amedrentó a los habitantes de Chiapa de Corzo. Con gritos, pancartas, cuetes y hasta música de tambor y pito arreciaron las protestas en las calles.

Cuando la situación se complicó las campanas del pueblo sonaron en arenga a la población. Había “un séquito de traidores” usurpando sus tierras, pese a la clara negativa de recibirlos. Pocas veces a uno se le enchina la piel al ver y escuchar a la sociedad civil en plena rebelión, con música de tambor y el replicar de las campanas de fondo. Sobre todo, cuando se trata de un lugar tan emblemático como Chiapa de Corzo, lleno de tradición e historia.

Eso que sucedió entre las calles y plazas públicas de Chiapa de Corzo, a las afueras del evento presidencial, es expresión pura de dignidad ciudadana. Esa que, si bien parece un simple hecho aislado, bien pudiera cambiar la situación de México si se replicara en cada rincón del país donde muchos hoy vivimos entre la resignación, la indiferencia y complicidad ante los malos gobiernos que tanto han desangrado a la nación.

Lo que sucedió adentro del evento gubernamental es punto y aparte. Ahí se encontraba la simulación y el cinismo gubernamental de siempre. Pero, sobre todo, uno de los mayores enemigos de México y su desacreditada democracia: los y las dispuestas a engordar los eventos y las urnas de sus propios verdugos. Esos que se quejan todo el sexenio, pero participan a la hora de vender el sufragio por unas cuantas dádivas. Y es que, la pobreza no está forzosamente ligada con perder la dignidad a costa de lo que sea.

Manuel Velasco actuó con soberbia y absoluta irresponsabilidad. Prefirió arriesgar a la población a una confrontación policial innecesaria antes de cancelar o cambiar la sede del evento prometido a Enrique Peña. Asumió las consecuencias de implementar a las fuerzas antimotines ante una ciudad indignada antes de quedar mal con su padrino político.

Por eso Chiapa de Corzo y sus habitantes son ejemplares para Chiapas y el país entero. Dieron muestra de la dignidad efectiva que va más allá de los dichos y que a muchos nos falta. Y no es la primera vez de un acto similar reciente en esa heroica ciudad que bien le ha hecho mantener sus raíces inquebrantables ante el paso del tiempo… así las cosas.

Relevo priista en Chiapas, con olor a simulación

Los acuerdos están tomados y los procesos definidos para que la renovación del Comité Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Chiapas finalmente se lleve a cabo con las fichas cargadas a favor de los intereses del grupo político que hoy impulsa la candidatura de Roberto Albores Gleason, en un procedimiento que francamente apunta a convertirse en una simulación de “cumplimiento y complacencias superficiales”.

Con la designación del exgobernador oaxaqueño José Murat Casab, como delegado de Comité Ejecutivo Nacional priista en el proceso interno del PRI Chiapas, y los acercamientos públicos entre Roberto Albores Guillén y Enrique Ochoa Reza, los rumores que aseguran un relevo a modo parecen cobrar credibilidad.

Y no es para menos. Las vinculaciones entre los Murat, los Albores y Sabines Guerrero son ya del pleno dominio público. Roberto Albores Guillén fue el principal promotor de la candidatura de Juan Sabines al gobierno de Chiapas por las siglas del PRI, cuando ambos pertenecían a ese partido. Sin embargo, en 2006 la corriente opositora les ganó la partida, designando como candidato a José Antonio Aguilar Bodegas.

La derrota en el proceso interno terminó obligando a Juan Sabines Guerrero a renunciar al PRI y postularse por la coalición PRD-PT-Convergencia, además de desencadenar la expulsión del ex gobernador Albores Guillén de las filas priistas por apoyar abiertamente la candidatura de Sabines al gobierno estatal que finalmente ganó. Desde ese entonces las lealtades se fortalecieron entre ambos grupos políticos.

En consecuencia, Roberto Albores Gleason (hijo de Albores Guillén) fue integrado al gabinete estatal de Sabines Guerrero en la Secretaría de Fomento Económico, luego a la Secretaría de Turismo de donde saltó para contender por la diputación federal. En 2011 obtuvo a dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional y en 2012 un escaño en el Senado de la República. Paradójicamente, todo durante el tiempo en que Sabines Guerrero se mantuvo al frente del gobierno chiapaneco.

Y a todo esto ¿qué tiene que ver José Murat con Chiapas, los Albores y Juan Sabines? La respuesta es muy sencilla. El ex gobernador oaxaqueño fue uno de los principales patrocinadores y socios de Juan Sabines durante su ascenso y estancia en el poder. A él se le atribuye parte del financiamiento a la campaña de Sabines Guerrero y otros tantos intercambios de favores.

Con empresas como Muraza y Alzurio, presuntamente ligadas a Murat, junto a otras empresas fantasmas del ex gobernador veracruzano Fidel Herrera, se adjudicaron en Chiapas obras públicas por más de mil 800 millones de pesos, tan sólo durante periodo 2009-2011. Sin procesos públicos de licitación, ni tardados trámites burocráticos, los millonarios recursos eran entregados en tiempo y forma a estas empresas con domicilios fiscales en el vecino estado de Oaxaca. Todo como pago a proyectos que ni siquiera fueron concluidos conforme se estipuló en los contratos.

Los nexos entre José Murat y Juan José Sabines resultaron muy fructíferos para ambos intereses personales. Son hasta la fecha importantes aliados políticos. A eso súmele usted la injerencia del actual dirigente priista, Enrique Ochoa Reza, al “proyecto alborista”. Ochoa Reza, junto a Aurelio Nuño, se han convertido en los más férreos promotores de la candidatura de Albores Gleason al gobierno de Chiapas para el 2018. 

Por eso no debe extrañar que si los intereses de Sabines Guerrero están sobre Albores Gleason sea justo el ex gobernador oaxaqueño la persona designada por el Comité Ejecutivo Nacional para legitimar el relevo en la dirigencia chiapaneca. Por eso no deberá sorprender que el resultado del proceso termine beneficiando al mismo grupo político que hoy abandera Roberto Albores junior frente a la designación de una candidatura que parece francamente ya inevitable… así las cosas.