Trabaja menos horas y te volverás más productivo

(EXCELSIOR)

Desde hace casi quince años he estado defendiendo el argumento – en mis escritos y ante mis clientes corporativos – de que los empleados pueden ser más productivos trabajando menos horas y tomándose más tiempo para descansar y renovarse durante la jornada de trabajo.

 

 

En mi compañía, Energy Project, hemos puesto a prueba esta noción a lo largo de los años, reduciendo progresivamente el número de horas que pedimos que trabajen los empleados.

 

Nuestro horario realmente es de 9 a.m. a 5 p.m. y exhortamos a todos los empleados a que se tomen una hora libre para el almuerzo, lejos de su escritorio.

 

Si la gente quiere echar una siesta o trabajar fuera durante el día, nosotros la apoyamos. No esperamos que respondan o que envíen mensajes de correo electrónico en las noches o los fines de semana. Ofrecemos cinco semanas de vacaciones desde el primer año y siete semanas a los empleados que han estado con nosotros más de cinco años.

 

Entonces, ¿cómo llevamos a cabo el trabajo?

 

Cada vez que decidimos darles a nuestros empleados más tiempo para descansar y renovarse, me pregunto ansiosamente si no es que finalmente llegamos demasiado lejos. Pero cada año desde 2009 se han incrementado significativamente nuestros ingresos y nuestra rentabilidad. Y también, pienso yo, la calidad del trabajo que hacemos y el valor que ofrecemos a nuestros clientes.

 

Yo creo que nuestro enfoque es efectivo por la misma razón que el entrenamiento a intervalos es una forma eficiente de hacer ejercicio. Se logra más trabajando intensamente por periodos cortos y después recargando energías que trabajando continuamente por largos periodos. Nadie puede funcionar a su máxima capacidad por mucho tiempo.

 

El psicólogo Daniel Kahneman, que ganó el Nobel de Economía por sus trabajos en economía conductual, llevó a cabo uno de los estudios más fascinantes en este campo. Junto con varios colegas, Kahneman se propuso estudiar los “ritmos diurnos” – los que ocurren cada día a horas previsibles – entre 909 mujeres trabajadoras. La meta era determinar si la forma en que se sentían estaba relacionada con la hora del día.

 

La evidencia más convincente se refirió a la fatiga.

Entre una docena de sentimientos, como “feliz”, “competente”, “fastidiada” y “preocupada, “fatigada" fue, por mucho, el que más sólidamente se correspondió con horas específicas del día.

 

Es interesante señalar que la mayoría de las participantes en el estudio experimentaron el mayor grado de emociones negativas durante la mañana, pero también el mayor nivel de energía y de sensación de competencia. La energía y la competencia culminan hacia el mediodía y después declinan continuamente hasta la hora de ir a dormir.

 

En pocas palabras, mientras más tiempo pasaban despiertos los sujetos, más fatigados e incompetentes se sentían.

 

Pero existe un antídoto para la fatiga y su impacto en la competencia. Que nadie se sorprenda: es el descanso. Entre 16 actividades cotidianas, como comer, orar, relajarse y hacer ejercicio, tomar una siesta fue con mucho la que tuvo mayor impacto para reducir la fatiga.

 

Entonces, ¿cuáles son las implicaciones para trabajar con más eficiencia?

 

En este punto es relevante el trabajo de K. Anders Ericsson, uno de los investigadores más connotados en desempeño experto. En su estudio más conocido, Ericsson encontró que los mejores violinistas practican en intervalos intensos pero relativamente cortos, de no más de 90 minutos, seguidos por un descanso. Casi nunca practican más de cuatro horas y media al día. También reportan que la práctica es la parte menos disfrutable del día.

 

En resumen, los mejores violinistas hacen su trabajo más pesado durante la mañana, cuando tienen el máximo de energía y el mínimo de distracciones. En las tardes, los mejores violinistas toman una siesta, de 20 a 30 minutos en promedio. También señalan que la siesta – y el dormir – son de las cosas más importantes que hacen para mejorar como violinistas.

 

Ericsson estudió una muestra de solo 30 violinistas, por lo que sus resultados no son concluyentes. Pero otros investigadores han encontrado casi el mismo ritmo de práctica y renovación entre atletas, ajedrecistas, artistas, científicos y escritores.

 

Las lecciones para el resto de nosotros son sorprendentemente sencillas:

 

1. Realizar el trabajo más difícil e importante tan pronto como sea posible después de despertar, cuando se tiene el máximo de energía. (Si el máximo de energía es en las tardes, y se tiene la flexibilidad de horario, hay que dejar el trabajo difícil para entonces.)

 

2. Concentrarse de la forma más absorta posible al estar trabajando y después tomar un descanso por lo menos cada 90 minutos para recargar la reserva de energía. Cualquier actividad puede ser efectiva, como hacer respiraciones profundas, leer una novela, platicar con un amigo o dar una caminata. La clave es elegir una actividad que nos parezca reparadora.

 

3. Siempre tomar el almuerzo, de preferencia lejos del escritorio.

 

4. De ser posible, tomar una siesta de no más de 20 a 30 minutos entre la 1 y las 4 p.m. Esto da una recarga de energía, y de productividad potencial, para el resto de la tarde. Si no es posible tomar una siesta, simplemente cerrar los ojos durante unos minutos de todas formas produce una restauración modesta.

 

Yo he estado practicando estas medidas desde hace más de diez años y han transformado tanto mi nivel de energía como mi productividad. Por desgracia, en la mayoría de las organizaciones siguen siendo contraculturales.

 

Si ese es su caso, considere mostrarle esta columna a su jefe.