Tanya Huntington, una voz más allá del tiempo

En busca del silencio y de la luz, la escritora estadunidense publica Solastalgia, en donde recrea sus pasos por Monte Albán, Amatlán, Hierve el Agua, Mérida y otros sitios con antiguas resonancias

Nota y foto: Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

La poesía es un vehículo para vencer cualquier temporalidad y nos ayuda a apreciar la luz del silencio y la oscuridad del sonido”, afirma la poeta y artista visual Tanya Huntington, autora de Solastalgia, su más reciente poemario, donde recorre espacios naturales y ciudades antiguas como Monte Albán, Amatlán y Hierve el Agua para plantear tres preguntas medulares: ¿qué ha propiciado la distancia entre hombre y naturaleza?, ¿por qué prevalece el antropocentrismo y la soberbia del ser humano?, y ¿qué revela la poesía en un mundo donde prevalece la luz y el sonido estridente?

 

Con este poemario hice una travesía por la naturaleza para ir más allá de la selfie. Porque quería apagar el sonido y la furia del mundo digital que padecemos actualmente y estar el tiempo suficiente en esos lugares que dan título a los poemas”, explica en entrevista con Excélsior.

A simple vista, la palabra “solastagia” podría interpretarse como esa mezcla de soledad y nostalgia. Sin embargo, Huntington explica que se trata de un neologismo que expresa la añoranza por algo que no poseemos, ya sea abstracto o intangible, que no podemos tener entre las manos.

Bajo esa idea este poemario traza una referencia al hecho de que la naturaleza, alguna vez tan abundante, hoy se extingue, pero mantiene una estrecha relación con la poesía desde el comienzo de la voz poética. Así que en éste hay un diálogo constante con la naturaleza y nuestro tiempo, teñido por la nostalgia ante la sensación abrumadora de que la naturaleza se está agotando”, apunta.

Esa paradoja ya la había captado el francés Victor Hugo, reconoce la poeta, tal como lo muestra el epígrafe del poema Antropocentrismo, donde habla sobre la tristeza que le provoca el sonido de la naturaleza ignorada por el hombre.

A mí me gustan las paradojas, porque son provocadoras y no tienen solución. Me gusta la idea de que un poema pueda mover el tapete del lector y también desafiarlo, sin llegar  a ser panfletario, como un reto más bien metafísico que cuestiona por qué la perspectiva humana siempre nos ha gobernado”.

Solastalgia es un poemario bilingüe, publicado por la editorial Almadía, que cuenta con la versión en español del también poeta Hernán Bravo Varela. En su libro, Huntington afirma que mientras el mar es la eternidad para las piedras, la poesía podría ser la eternidad de los hombres.

Para mí la poesía es el vehículo que nos ayuda a vencer la temporalidad... Baste saber que para conocer cómo alguien enfrentaba la muerte hace siglos, sólo necesitamos acudir a los versos de Juan de Mena. Para mí, de todos los vehículos que hemos construido como artistas para expresarnos más allá de nuestra biología, la poesía es mi predilecta, porque su voz va más allá del tiempo, de la vida y la muerte”. 

SONIDO LAPIDARIO 

En Solastalgia, Huntington quería explorar el significado poético de la ciudad antigua, pero no como una reliquia sino bajo la idea de que las ciudades o los pueblos vivos, abandonados o decadentes son parte de nuestra naturaleza.

Así que en este poemario no distingo tan radicalmente entre un ámbito urbano y uno absolutamente natural”.

¿Por qué en el poema Res Nullius afirma que no existe ninguna diferencia entre vida y muerte?, se le inquiere a la poeta. “Bueno, Res Nullius se refiere a ese lugar donde no hay seres humanos y nació de mi obsesión por T.S. Eliot y su visión de una tierra baldía y devastada por la modernidad, donde planteo que aunque lográramos definirnos como especie la vida continuaría y esas moléculas que transportamos permanecerían porque, tal como dice la ciencia, la materia no nace ni se destruye... sólo se rehace”.

¿Para usted el poema es una crítica sobre el ser humano? “Considero que nos hemos vuelto muy soberbios y quizás una de las intenciones centrales de este poemario es hacer una llamada de atención para decir que no podemos tener una respuesta inmediata a todo, que podemos equivocarnos y, por tanto, tenemos que repensar nuestra relación actual con nuestro entorno antes de que lo destrocemos”.

¿Por qué su poesía se preocupa por el silencio? “No sólo del silencio, sino también de la luz y la oscuridad. Yo creo que ésas son algunas de las obsesiones que recorren el poemario. Pero te diría que la búsqueda no es del silencio, sino de ese ruido que ha quedado escondido o enterrado bajo la lápida del sonido estridente, de esos blancos escandalosos que nos dominan y ensordecen”.

¿Qué sonido quisiera rescatar en este momento? “El crepitar de una hoja que arde, que es sutil y requiere tiempo para ser escuchado. Y lo mismo aplica para la oscuridad, que ya hemos olvidado su significado. De ahí que cuando la oscuridad nos sorprende, en medio de la nada, nos provoca una sensación sinestésica. Para mí, todo esto es algo que forma parte de nuestra manera de concebir el mundo, de nuestra relación metafísica con la realidad y quería recordarlo aquí porque corremos el peligro de que se extinga ante tanto artificio”.