Restauran vestigios del antiguo Templo de Ehécatl en Tlatelolco

Bajo la avenida Ricardo Flores Magón, que divide la Unidad Tlatelolco y la colonia Guerrero, abrirá el próximo martes la zona arqueológica con los vestigios de una estructura circular de más de 650 años de antigüedad

 

Nota y foto: Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

La modernidad y el pasado han acabado reconciliados en torno al esplendor que tuvo Tlatelolco. En el sótano de una nueva plaza comercial, justo sobre la avenida Ricardo Flores Magón que divide la Unidad Tlatelolco y la colonia Guerrero, han sido restaurados los vestigios del antiguo Templo de Ehécatl, una estructura circular de más de 650 años de antigüedad y 11 metros de diámetro que formó parte del centro ceremonial tlatelolca.

 

La estructura, localizada en 2014 a tres metros bajo el nivel de la calle, pero anunciada hasta noviembre de 2016, será inaugurada oficialmente el martes próximo como una ventana arqueológica adyacente al sitio de Tlatelolco que se ubica a menos de 300 metros lineales. El espacio, de unos 300 metros cuadrados, ha quedado conformado como una especie de cámara a la que se ingresará por unas escalinatas desde la avenida, pero también podrá ser admirado desde el estacionamiento de la plaza comercial a través de ventanas de vidrio.

La del Templo de Ehécatl es una historia de éxito entre el patrimonio arqueológico mexicano y la industria inmobiliaria de la ciudad, muchas veces vapuleada. Para realizar el rescate de los vestigios se han debido conciliar los intereses de los investigadores mexicanos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y los de la empresa Bufete de Desarrollo Inmobiliario (BDI), quienes optaron por entregar en comodato a perpetuidad el área donde se localiza la estructura prehispánica e invertir al menos 20 millones de pesos en la adecuación, de acuerdo con Armando Saucedo Hernández, director del proyecto Centro Comercial Plaza Tlatelolco.

Inicialmente nosotros teníamos planeado construir el centro comercial y no teníamos planeada esto”, dice durante un recorrido exclusivo con Excélsior. Saucedo afirma que en cuanto se proyectó la plaza y se compró el terreno (ahí estuvo antes el Centro Mercantil y después una tienda El Sardinero) se hicieron sondeos del suelo, pero la estructura nunca apareció, “no encontramos nada, los sondeos se hicieron en todo el terreno pero son siete mil 500 metros cuadrados aproximadamente y no le atinamos, entonces seguimos con la construcción”.

En el lugar, los constructores siempre tuvieron la supervisión de arqueólogos del INAH debido a la proximidad con la zona de Tlatelolco, pero no fue sino hasta 2014 cuando “con el proceso de la construcción comenzamos a excavar y de repente nos encontramos una fracción de la estructura”. En ese momento los especialistas detuvieron el proyecto y se tuvo que modificar el plan original; Saucedo afirma que las modificaciones se realizaron al menos en cuatro ocasiones, conforme avanzaban las exploraciones arqueológicas y se iban extendiendo. 

Los trabajos de rescate también fueron retrasando la construcción, al grado de que comenzaban a desesperarse; sin embargo, cuenta el gerente de construcción, Fernando Quiterio, el dueño de BDI (Lucio Pablo Gutiérrez Cortina) “siempre dijo para adelante, nunca dijo que no, la verdad es que no se hubiera logrado mucho sin la aportación de ellos, esto hubiera quedado tapado, enterrado”. Las diferencias, en todo caso, se dieron con el propio INAH con el que en todo momento debieron conciliar los constructores.

Tuvimos que trabajar en conjunto con el INAH que, la verdad no son fáciles, no son nada fáciles, pero hicimos muy buena mancuerna para poder salvaguardar esto, fue mucho de conciliación; por ejemplo, que nos permitieran los cristales por dentro del estacionamiento, porque no querían permitirlos, no los querían autorizar porque no querían mezclar lo comercial con lo cultural”, afirma.

Mientras los trabajos arqueológicos avanzaban a su ritmo, los constructores debían moverse con sumo cuidado. En una ocasión, cuenta el arquitecto, incluso estuvieron a punto de llevarlo al reclusorio: “cuando recién lo descubrimos, teníamos una máquina por allá parada, el operador descansó el brazo de la máquina y la apoyó en un lugar donde apenas estaban explorando y se veía que había algo, lo pone a un lado y, tómala, truena un hueso, había un esqueleto de un entierro, ¡nombre! vino la gente de la zona arqueológica con las patrullas, nos cargó al operador, al residente y a mí como responsable; ese es un delito federal y es reclusorio, fue un tema que tuvimos que demostrar que fue sin intención, que fue un accidente”.

RECUPERACIÓN

Los trabajos de restauración del Templo de Ehécatl fueron supervisados por el arqueólogo Juan Carlos Equihua. Ahí también fueron ubicados 32 entierros humanos y la osamenta de un recién nacido, así como restos de copal, huesos de ave, obsidiana y figuras de cerámica. El área donde se conserva el templo corresponde al estacionamiento del sótano de la plaza; sobre Ricardo Flores Magón se observa también una ventana arqueológica a ras de suelo que permite ver hacia abajo, sólo un costado del edificio, incluida la de la primera etapa constructiva; en el muro se han colocado carteles informativos y una pequeña puerta conduce al interior del espacio donde se conserva la estructura totalmente restaurada.

Sobre ese espacio se levanta la Plaza Tlatelolco; la arquitecta Alethia Gutiérrez, cuenta que en total se trata de un espacio comercial de tres niveles, incluido el sótano, donde se han construido más de 40 locales que incluyen una tienda de autoservicio, un gimnasio y cinco salas de cine. Con la ventana arqueológica, bromea Armando Saucedo, “ésta es realmente la plaza de las dos culturas”, en la que convive una construcción contemporánea con una prehispánica. 

Estamos hablando de dos tiempos diferentes, el INAH nos solicitó que todo estuviera tapado; todo lo que construimos siempre fue con la autorización del INAH. Para poderlo cerrar y abarcar este espacio tan grande, tuvimos que hacer una cimentación de concreto y correr vigas dobles, algunas de hasta 25 metros, pero sobre ellas hay una trabe metálica que está forrada y que está soportando esas vigas que parecen estar voladas”, explica por su parte Fernando Quiterio.

En el interior de ese espacio, sobresale ante todo el Templo de Ehécatl pero en realidad subsisten vestigios de al menos tres estructuras. El segundo edificio se extiende bajo la avenida y se trata de una estructura de planta rectangular con su fachada de acceso al oriente, de la tercera sólo se ve parte de una alfarda decorada con un pendón de alto relieve marcando su orientación al oeste y ”muy probablemente” corresponde al desarrollo de la muralla circundante del recinto ceremonial de Tlatelolco, que de acuerdo con el cálculo de los arqueólogos pudo haber tenido una extensión de 400 metros cuadrados (Excélsior 31/11/2016).