La máquina del tiempo: la fundación del periódico Excélsior

Aquí nacería un nuevo periódico mexicano y de gran relevancia para la nación: Excélsior, “El Periódico de la Vida Nacional”, un nuevo proyecto periodístico dirigido por el joven empresario poblano, Rafael Alducin

 CIUDAD DE MÉXICO.

En un inédito e increíble experimento científico, dos físicos y una reportera viajan juntos en una máquina maravillosa que se desplaza a través de agujeros de gusano del espacio-tiempo. Su objetivo: Comprender e investigar más a la humanidad para mejorarla, así como generar herramientas tecnológicas más avanzadas y conocimiento. (Amigos lectores, empleen su imaginación y ¡acompáñenos semana a semana!)

 

Después de viajar entre rayos y centellas propios de un atajo espacio-temporal y de sentir cómo los cambios de la gravedad y la velocidad nos afectan, mis compañeros y yo llegábamos a esta travesía increíble que nos arrojaba miles de preguntas. Por su parte, ellos comenzaban a investigar los datos astrofísicos del evento y yo me trasladaba rápidamente a una antigua casa porfiriana, que tenía un amplio patio, ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad, específicamente a la calle de Colón con esquina Rosales. El reloj marcaba las 6:00 a.m. y afuera de dicho domicilio veía numerosos voceros de prensa, mayoritariamente niños y jóvenes.

Aquí, nacería un nuevo periódico mexicano y de gran relevancia para la nación: Excélsior, “El Periódico de la Vida Nacional”, un nuevo proyecto periodístico dirigido por el joven empresario poblano, Rafael Alducin, que se inspiraba en el formato y contenidos The New York Times y al extinto El Imparcial de Rafael Reyes Spíndola. Todos estábamos ansiosos esperando que el tiraje se completara para comenzar a distribuirlo; yo sólo quería atestiguar el gran hito de uno de los periódicos más relevantes del país por su forma moderada de comunicar e informar objetiva e independiente las noticias.

Me encontraba presenciando los albores de una época más democrática, pero de gran turbulencia política y social. Es el México posrevolucionario del gobierno de Venustiano Carranza, había pasado en cuestión de menos de cuatro años el asesinato del Presidente Madero, la dictadura militar de Victoriano Huerta, el Ejército Constitucionalista y el establecimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos apenas hace un mes. Una vorágine de hechos en un tiempo relativamente corto para la nación y que continuarían todavía algunos más acompañando al diario que hoy nacía y que narraría con un discurso editorial conservador, pero de apoyo hacia el nuevo proyecto de Estado mexicano.

En esta intensa reflexión y el saberme una afortunada cronoviajera me daban las 8:00 a.m. Varios de los trabajadores del lugar comenzaron a gritar desesperados y, claro, por curiosidad entré al lugar para averiguar qué pasaba al ver tanto alboroto. La rotativa semiusada −por algunos llamada folclóricamente “La Cucaracha”− donde se estaba imprimiendo el periódico, se había detenido. Veía caras de desconcierto, angustia y temor, sin embargo, el ánimo no había decaído entre los periodistas y los trabajadores, siendo estos últimos quienes se abocaron a resolver el problema lo más pronto posible.

Ya eran las 9:30 a.m. y los voceros comenzaron a desesperarse, lanzaban reclamos y aventaban piedras a la casa sede del periódico. En eso entonces vimos que el fundador, Rafael Alducin, salía a calmar los ánimos disculpándose por el retraso de la publicación. Explicaba que la demora había sido ocasionada por un desperfecto de “La Cucaracha” pero que pronto íbamos a recibir los ejemplares del nuevo diario, por cierto, muy anunciado en Revista de Revistas, otra publicación de la época. Hora y media después, el personal del periódico comenzaba a repartir a los voceadores el periódico, quienes a su vez iniciaron la labor de venderlo y distribuirlo a ¢5 dentro de la Ciudad de México y ¢10 en el resto de la República.

Yo rápidamente pagué por el mío, era un honor para mí tener en mis manos el tan valioso diario. La nota principal decía: “Vientos republicanos soplan sobre el imperio moscovita” y refería claramente a la abdicación angustiosa del zar Nicolás II, se venía una próxima revolución en Europa del Este. La publicación tenía un tamaño mayor al estándar tabloide, constaba de siete columnas, traía noticias tanto nacionales como internacionales –en inglés, para los residentes extranjeros que vivían en México y con la gran corresponsalía de Rodrigo de Llano en Nueva York−, las tiras cómicas de “El capitán tiburón” de Rudolph Dirks y varios anuncios publicitarios que significaban importantes ingresos económicos −$4000 pesos mensuales−para el periódico.

Ya en la tarde, pasada toda la emoción del nacimiento del periódico, supe que los fundadores celebrarían el lanzamiento del primer número comiendo mole de pato y que irían de regreso a la redacción en la citada casa de la calle de Colón. Cerca de las 6:00 p.m., mis compañeros y yo descansaríamos un rato –por la tremenda desvelada y los efectos de un viaje de tal magnitud–, y tres horas después nos dirigíamos nuevamente a esa fantástica máquina del tiempo, habíamos recopilado los datos que necesitábamos del momento histórico y estábamos listos para partir; entonces guardaría mi valioso documento histórico para encontrar otra aventura, otro tiempo importante, otra experiencia inolvidable de atestiguar los hechos que más han marcado a la humanidad. Este viaje apenas comienza, los invito a que me sigan la próxima semana. Au revoir!