Malinche, redimida

La historiadora Camilla Townsend (NY, 1965) sostiene que Malintzin sólo fue víctima de las circunstancias que vivió

CIUDAD DE MÉXICO.

Si Octavio Paz decretó en El laberinto de la soledad que Doña Marina se convirtió en la figura indígena fascinada, violada y seducida por los españoles, la historiadora estadounidense Camilla Townsend (Nueva York, 1965) piensa que la indígena que sirvió de intérprete a Hernán Cortés fue una mujer inteligente, con más habilidades que cualquier otra, a la que la historia ha tratado de manera injusta.

 

“La historia ha sido injusta con ella y con otras mujeres de la Conquista; sufrieron mucho e hicieron todo lo que podían para sobrevivir. En el caso de ella existe la idea de que traicionó a su gente deslumbrada con los extranjeros, pero no fue así”, dice la investigadora de la Universidad de Rutgers, discípula de James Lockhart, quien polemiza sobre el personaje con su nueva biografía Malintzin. Una mujer indígena en la Conquista de México (Ediciones Era, 2015).

Con ayuda de una extensa bibliografía y de textos originales, la especialista en lengua náhuatl exonera a la indígena de las culpas históricas que se le han achacado y pinta a una mujer de extraordinaria inteligencia que, lejos de traicionar, se convirtió en víctima de las circunstancias y logró tomar conciencia de su papel para sobrevivir. Townsend va más lejos y deja entrever la posibilidad de que Malintzin pudo preocuparse por el futuro de sus hermanos conquistados.

Cuando Marina murió, alrededor de 1529, “después de 10 años de estar con los españoles, de ver cómo estaban las cosas en México, me imagino que estaba empezando a darse cuenta: ‘Dios mío, vienen millones de esas personas y nosotros vamos a sufrir’. Al principio no era posible saber todo esto, pero quién sabe, no puedo probar que ella se había dado cuenta del futuro, aunque me parece muy probable”, dice.

Townsend piensa que pudo haber tomado conciencia cuando enfermó, quizá a consecuencia de uno de los males traídos por los españoles. Otro momento, aunque más personal, fue entre 1524 y 1525 cuando —después de tener un hijo con Hernán Cortés (Martín Cortés)—, ella insiste en casarse con un español, pensando en su propio futuro y en el de su descendencia.

Saber precoz

De los orígenes de Marina, como fue bautizada por los españoles, se sabe poco —incluso se ignora cuál fue su verdadero nombre—. La autora concluye, de acuerdo con las fuentes más creíbles, que habría nacido en la región de Coatzacoalcos, entre las antiguas poblaciones de Olutla y Tetiquipaque. Hija de una familia nahua noble, la indígena creció en la zona límite entre los dominios aztecas y los mayas, y habría sido robada para ser vendida como esclava siendo aún una niña.

La pequeña Marina fue vendida, en el antiguo puerto de Xicallanco, a señores mayas. Con ellos aprendió mayo chontal, idioma que sumó a su náhuatl nativo, en Putunchán, capital del señorío de Tabasco. Cuando la expedición de Hernán Cortés conquistó esa región, fue entregada al estratega junto con otras 19 jovencitas. Cortés decidió que Marina le tocaría como botín de guerra a Alonso Hernández Portocarrero. El conquistador aún desconocía las habilidades de la indígena.

Un personaje sería central para Marina: Jerónimo de Aguilar, quien había naufragado en las costas de Yucatán ocho años antes, hecho prisionero y rescatado por Cortés, fue el primer intermediario para que Malintzin se hiciera entender en sus primeras interpretaciones. “Al principio ella trabajaba con De Aguilar, con él podía traducir, pero en muy poco tiempo, unos seis meses, ya no lo necesitaba, aprendió español muy rápido”, dice Townsend.

La investigadora piensa que la historia de Marina concentra una doble dicha: por un lado las circunstancias la ayudaron, pero también tenía una gran habilidad. “Fue una esclava que había aprendido varios idiomas por sus experiencias con diferentes culturas; francamente muchas mujeres se esclavizaron en ese tiempo como cautivas de guerra, había muchas malinches en potencia, pero debo decir que Malintzin definitivamente tenía más habilidades que cualquier otra persona”.

Marina, además, nunca tuvo posibilidades de sentir remordimiento de ayudar a los españoles a conquistar a los mexicas. El rencor hacia el pueblo que gobernaba Moctezuma era evidente y era de lo más normal ver a los aztecas como enemigos desde el lugar donde creció.

Malintzin tendría una hija más con Juan Jaramillo; su hijo Martín viajó a España con su padre Hernán Cortés, donde el conquistador buscó integrarlo a un noble linaje.