Editorial (19/feb)

Aquila de tristeza

Aquila es un pueblo de Michoacán. Está enclavado en un lomerío al que se llega en un recorrido de cientos de kilómetros por veredas difíciles de transitar. De la costa del Pacífico a la población referida, se pueden hacer dos días de viaje.

El pueblo, si es que se le puede nombrar así, está compuesto por una docena de casas mal construidas y en pésimo estado. No hay luz ni agua. Se alumbran y guisan con leña. El vital líquido  que se utiliza para el consumo diario, tiene que ser acarreada a lomo de humano desde un arroyo distante. Las condiciones de vida son, pues, tremendamente complicadas. 

De allí salió un día uno de los 16 hijos de la familia Zambrano Montes, de nombre Antonio. Salió en busca del “sueño americano”, mirando hacia el país más poderoso de la tierra con quien México comparte más de 3 mil kilómetros de frontera, mirando hacia los Estados Unidos.

Sus amigos y hermanos cuentan que todavía la familia Zambrano Montes debe parte de los 10 mil dólares que el enganchador cobró para poner al joven Antonio del otro lado de la línea. 

Encontró ubicación en una población de 150 mil habitantes cercana  a la capital americana, Washington, denominada Pasco. Allí se dedicaba al comercio de flores, del que vivía modestamente, pero mejor de lo que había sido su vida en Aquila.

De mecha corta, Antonio empezó a tener problemas con la policía del lugar, cuyo comportamiento agresivo se generaliza en la inmensa mayoría de los policías de Estados Unidos para con los méxico americanos y connacionales recién llegados a Gringolandia para tratar de buscar un mejor modo de vivir arriba del que tienen en nuestro país, tratando de enviar la poca lana que logran juntar para la familia estacionada en tantos y tantos pueblos de México. 

Era tanta la irritación que le provocaba al joven Antonio la conducta agresiva de quien debiera cuidar el orden y la tranquilidad de la población, que más de una vez les lanzó piedras con la mano.

Hace unos días el caso se volvió crítico. Los policías persiguieron a nuestro paisano michoacano por las calles de Pasco. Pero además, le lanzaban balazos sin recato alguno que bien pudieron causar lesiones a gente que a esa hora transitaba por las calles de la mencionada ciudad. En una esquina, Antonio ve que los policías se aproximan a él. Corre por la banqueta unos treinta metros, para después levantar los brazos en señal de paz y entregarse sin resistencia a los cuatro policías que lo perseguían. Al detenerse, lejos de ponerlo a buen recaudo, los cuatro policías le disparan como si estuvieran cazando a un conejo en las afueras de Pasco. Antonio cae a la banqueta, completamente muerto.

Esta escena descrita, la vimos los mexicanos a toda hora y en todos los canales mexicanos. Quien quiso ver la escena del abatimiento de Antonio a manos de sus verdugos, pudo observarla una y otra vez, ante la indignación generalizada. Las redes sociales no se quedaron atrás.

La muerte en esas condiciones de humillación, con falta total y alevosamente ventajosa a los derechos humanos de Antonio Zambrano Montes, es una más de las tantas que han sucedido en Estados Unidos bajo el mismo procedimiento vejatorio. Es un atentado de lesa dignidad a un mexicano que ha buscado en el sueño americano un modesto modo de vivir. La comunidad méxico americana de la región y de otras partes de los Estados Unidos, empieza a reaccionar en una protesta que puede aumentar de tono en las próximas horas y días. Hay real indignación.

Desde estas páginas de Oye Chiapas condenamos el hecho a todas luces vergonzoso para la dignidad de todos los mexicanos. Deseamos que el consuelo por tan irreparable pérdida, llegue a la familia Zambrano Montes cuya madre, doña Agapita, se encuentra ya en Pasco haciendo los trámites para repatriar el cadáver de nuestro paisano michoacano para regresarlo a su Aquila, donde vio la luz por vez primera.

Deseamos que la justicia aparezca y se castigue a los asesinos, flagrantes ante el mundo.

 

Alcalde chiapaneco recibe premio importante

Ante la real decepción por el cierre errático y corrupto de algunas alcaldías al término de su tercer año de gobierno, lleno de incumplimientos a su responsabilidad adquirida ante sus electores, da gusto comentar el reconocimiento que recibió el alcalde de Motozintla, Oscar René González Galindo, considerado ya como uno de los mejores alcaldes de todo el país en este año de 2015, al poner en sus manos el Premio Tlatoani, reconocimiento recibido a manos del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

Lo otorgan el Instituto Mexicano de Evaluación, IMDE; y el Instituto Mejores Gobernantes, IMG. Son organismos de la sociedad civil que tienen como principal función, contribuir con el fortalecimiento de los servidores públicos a través de la formación, evaluación y reconocimiento a la gestión pública. Esta distinción que otorga la sociedad civil nacional, coloca al alcalde chiapaneco como el mejor alcalde de Chiapas. Al entregárselo, a él y a otros galardonados de las diferentes regiones de México, Peña Nieto insistió en la transparencia que han mostrado en el manejo de sus recursos en los diferentes rubros. Todos ellos, agregó el Presidente de la República, son gente positiva que busca un rumbo diferente para nuestro país. El Alcalde destacado de la Sierra chiapaneca, emocionado, agradeció a todo el pueblo que gobierna por su apoyo por el cual se pudo lograr esta distinción para Motozintla. Estamos haciendo historia en la Sierra de Chiapas, subrayó. Cuando hay capacidad y honestidad, dijo, podemos trascender. Hoy me tocó a mí, aseveró. También agradeció todo el apoyo de Manuel Velasco Coello, quien ha demostrado con hechos su gran apoyo para los municipios que estamos enclavados en la Sierra.

Esperamos muy pronto el reconocimiento de otros alcaldes que destaquen por su lealtad para con sus gobernados, en el ejercicio del poder al servicio de la comunidad.

Motozintla es hoy, ejemplo de dignidad municipal, ante la conducta diametralmente opuesta de otros alcaldes que no ha sabido estar a la altura de la confianza que les han otorgado sus electores a quienes deberían servir con dignidad y honradez.