Tuxtla Gutiérrez, una ciudad que merece mejor suerte

Por Julio Serrano Castillejos

Analicé con mucho interés el estudio analítico de la calidad de vida de las principales ciudades del país que leí en diarios nacionales y no me extrañó ver el rezago ostensible de Tuxtla Gutiérrez pues me ha tocado vivir la incuria de las autoridades y de la población en general, pues nada hacemos para salir de este enorme bache en el cual hemos caído.

El tema da para escribir todo un ensayo pero aquí sólo voy a tocar unos cuantos puntos y empezaré por decir que la falta de sensibilidad de nuestros gobernantes fue y seguirá siendo motivo del deterioro urbano de la capital de Chiapas. No hemos tenido gobernadores con sentido humanista ni con criterio de los valores históricos y las pocas edificaciones valiosas de la ciudad representativas de nuestro pasado las tiraron con una mal entendida tendencia modernista para hacer de la piqueta el instrumento favorito de las "obras materiales”.

Juan Esponda tuvo la mala ocurrencia de mandar a derruir el Teatro “Emilio Rabasa” construido por suscripción popular y otros gobernadores con ese mal ejemplo derruyeron los arcos de entrada de la ciudad construidos por el arquitecto Francesco D’amico, y en un arranque de pecados de lesa cultura, derribaron los Palacios de Gobierno del Estado y el Palacio Federal, que tanta personalidad le daban a la Plaza Central de la capital de Chiapas.

Cuando el autor de esta parrafada fue Síndico Municipal en el trienio 1989-91 propuso al Cabildo tuxtleco crear un Plano Regulador de la ciudad para evitar el crecimiento anárquico de la misma y la realización de un estudio de factibilidad para dotar a Tuxtla Gutiérrez de un tren ligero similar al que opera en la ciudad de México, invitando para ello a los ingenieros de la Planta de Irolo, Hidalgo, a que nos dieran asesoría técnica y nos ilustrasen respecto al posible financiamiento a través de la Banca y así mismo con la futura operación del sistema, pero el Cabildo en pleno se opuso a mis ideas alegando que era meternos en honduras pues íbamos a lastimar muchos intereses.

La carencia de un plano regulador de la urbe acentuó errores del pasado que dieron como resultado permitir fraccionamientos con calles sin salida y los llamados cuellos de botella, ubicación de casas en zonas de peligro por el desgajamiento de cerros en épocas de lluvias, colonias populares sin servicios municipales de primer orden como drenaje, agua potable, alumbrado público, colonias sin parque públicos ni zonas con los servicios más indispensables como iglesia, juegos infantiles, área comercial, etcétera. 

Otro de los vicios culpable de un precario desarrollo urbano de Tuxtla Gutiérrez es el mal manejo político del arribo a la presidencia municipal de los que pudiesen “sacar al buey de la barranca” como se dice en términos coloquiales. Los gobernadores han tomado generalmente decisiones equivocadas e imponen a candidatos, haciéndolos triunfar además en las elecciones por sobre cualquier circunstancia con una vocación antidemocrática francamente apabullante; candidatos que no son precisamente las personas idóneas como lo prueban sus muchos tropiezos ya en el cargo y sus negativos resultados. Esperamos el actual jefe del ejecutivo rompa ese mal fario.

Lo anterior trae como consecuencia lógica el arribo a la silla de alcalde de personas sin la debida calificación, los que con el mismo sentido antidemocrático ya señalado son acompañados por regidores sin experiencia alguna incrustados por los partidos políticos para cubrir compromisos. Con ese equipo y el consabido cuadro de complicidades políticas en donde destacan las inercias del momento es necesario remar contra corriente y torear a una comunidad acostumbrada a exigir pero sin idea de la cooperación cívica más elemental como no tirar basura en sitios públicos, barrer su porción de calle y denunciar abusos de autoridades chicas y medianas, pues en Tuxtla es regla casi religiosa permanecer callado y sólo abrir la boca para denostar a las autoridades grandes, medianas y pequeñas, lo merezcan o no, en ruedas de café procurando no ser oídos por los meseros pues “pueden ser orejas del gobierno”.

El asunto de las calles y avenidas llenas de baches en donde los dueños de los automóviles sufren los daños de sus unidades como llantas rotas y desbalanceadas, ejes torcidos, carrocerías flojas por la vibración de pavimentos fracturados y suspensiones seriamente dañadas al caer en coladeras sin tapas   merecería capítulo aparte, lo mismo el de la seguridad pública, el de la policía de tránsito, el de los mercados sucios y desorganizados, el del precario alumbrado público en ciertas zonas, el de los parque y jardines secos en época sin lluvia y enmontados cuando llueve, el de la Avenida Central convertida en un mercado persa por los vendedores ambulantes, el cierre de avenidas y la toma de la Torre Chiapas por grupos disidentes ante la mirada pasiva de las autoridades cuando se da algún motivo de protesta local, estatal o federal.

Tuxtla en la época del gobernador Samuel León Brindis era una ciudad pequeña y daba gusto vivir en ella por su ambiente seguro y humano. Tuvo en ese entonces la quietud divina de sus cuarenta mil habitantes y estaba gobernada por sus hijos. Lo mismo digo de los días felices del sexenio de don José Castillo Thielmans  cuando el presidente municipal contaba con una barredora mecánica para mantener la Avenida Central tan limpia como la sala de su casa. Hoy nuestra ciudad capital es un grosero gigante desnutrido y lo mal manejan, como a títere precario, personas sin sensibilidad y a manera de darle a este vapuleado rincón las guirnaldas de sus viejos tiempos, pues hoy es un nido de baches y basura.