Editorial (16/feb)

La Bandera Nacional

Quienes ya usan la credencial del Inapam para paliar el cada día más difícil enfrentamiento por la vida diaria, deben de acordarse de que la primera fiesta cívica grande del año en Chiapas y en su Capital en particular,  era la celebración del día de la bandera. 

En la capital del estado, el punto de encuentro era el Monumento a la Bandera, al día de hoy formando parte del Parque Bicentenario. Fue construido en un lugar que se conocía como La Lomita, un montículo de buen tamaño desde donde se dominaba Tuxtla, a la salida poniente y en donde después del Monumento, La Peni y el Hotel Bonampak que estaba construyendo don Moctezuma Pedrero, era ya la Carretera Panamericana que nace en la Mesilla y termina hasta Ciudad Juárez, la carretera que unía la Frontera Sur con la Frontera Norte de México, atravesando todo su territorio para crear un sentimiento de vínculo nacional ante la existencia de la gran troncal que comunicaba a donde empieza y termina la Patria.

La gran obra civil del gobernador Rafael Pascasio Gamboa, fue muy importante. Además del edificio del glorioso ICACH, la escuela de enseñanza media más importante del estado que albergó durante mucho tiempo a los estudiantes de todo Chiapas (en el ICACH se preparaban para ir a la ciudad de México a estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-;  el Instituto Politécnico Nacional –IPN-; la Escuela Nacional de Agricultura -Chapingo-; el Heroico Colegio Militar o la Escuela Militar del aire, ubicada  en Zapopan, Jalisco); también construyó La Penitenciaria y el Palacio Municipal, ahora Museo de la Ciudad.

Mención aparte merece el Monumento a la Bandera, ahora que se acerca un aniversario más de su día, el 24 de febrero. Esta gran obra civil del Doctor Pascasio Gamboa, de más de 20 metros de altura con formato de prisma cuadrangular irregular en cuya punta tiene un enorme mástil para enarbolar la Bandera Nacional y construido sobre La Lomita, tiene en el frente don egregias figuras que representan la unión de Chiapas con la Federación Mexicana. Es pues, un monumento que simboliza la decisión soberana del pueblo chiapaneco de formar parte de la Federación mexicana, teniendo como testigo perenne al pabellón tricolor con el águila al centro, parada sobre un nopal y devorando una serpiente, el pabellón que es el símbolo de Chiapas y de todo México.

Hasta La Lomita, hasta el Monumento a la Bandera, llegaban todos los estudiantes de primaria y enseñanza media del ICACH y la Pre vocacional, a rendirle culto de lealtad a la enseña Patria.

Había un enorme gusto de celebración hacia los símbolos patrios que refrendaban todos los años los tuxtlecos desde la edad temprana y se mantenía a lo largo de la secundaria y la preparatoria, creando en cada uno de los estudiantes un gran sentimiento de amor por los valores nacionales representados por la Bandera Nacional, su escudo y su Himno.

En esta gran ceremonia, así mencionada en estas líneas por su enorme espíritu de lealtad a la Nación y por ser altamente concurrida, se renovaba anualmente, el 24 de febrero, el amor a la Bandera Nacional.

Además del público asistente que ocupaba el graderío de piedra que se construyó expresamente en las faldas de La Lomita, todas las escuelas de enseñanza básica y media, además de la presencia del 46 batallón de infantería, su banda de guerra y la bandera nacional con su escolta, se formaban en la explanada de grandes dimensiones. Desde allí entonábamos el Himno Nacional con gran fervor.

Era una ceremonia que renovaba anualmente el amor por los valores nacionales. Todos los que participaban y todavía viven lo recuerdan con gran orgullo. Este acto multitudinario, creó un sentimiento sólido, de profundo valor cívico, en el amor por la patria.

Se acerca un año más de la celebración del día de la Bandera, el próximo 24 de febrero. Es importante renovar este cariño por la enseña Patria que tanto le ha significado a los tuxtlecos en épocas pasadas.

 

El discurso del General Cienfuegos, de trascendencia

En los medios de comunicación, a través de artículos periodísticos y columnas de opinión, así como en las organizaciones de ciudadanos y cámaras de la producción y el comercio, aún se comenta el discurso del General Secretario de la Defensa Nacional pronunciado en la ceremonia conmemorativa de La Marcha de la Lealtad en el Castillo de Chapultepec, considerado ya como un bálsamo de lucidez. 

El tema central de su discurso fue la lealtad y el honor, que van de la mano porque la lealtad es un asunto de honor. Una depende del otro y viceversa. 

El discurso del General Secretario fue eminentemente político.

El honor nacional es simplemente entre leales. Allí, los traidores no caben. Por eso dijo que el muro de honor de la nación no distingue entre inteligentes de lerdos; ni entre valientes ni medrosos; ni siquiera entre los buenos de los perversos. El honor nacional tan solo distingue entre leales de traidores.

La lealtad es perpetua y total. No es leal a veces ni en parte, aseveró.

Ante este discurso, a todas luces refrescante para la Nación urgida de tesis políticas necesarias, los intelectuales sensatos que desean ver a una Nación como la queremos todos, en franco crecimiento y estabilidad política para darles un mejor país a las generaciones venideras que ofrezcan como consecuencia una mejor calidad de vida, opinan que debe de rescatarse, urgentemente, el discurso político mexicano, aquel que emite tesis de discusión y análisis, aquel discurso propositivo y plural que la opinión nacional requiere de oír para ver a una Nación en constante discusión analítica para el crecimiento necesario, como ya ha sucedido en el pasado. 

Las Cámaras legislativas, las federales y estatales, deben de volver a ser -dice este periódico-, el sitio del análisis profundo del devenir nacional; la Gran Tribuna de la Nación que el lugar común ha confinado a la mediocridad por las discusiones estériles que a nada conducen hechas por legisladores que no van a ningún lado. El contenido del discurso político debe de ser dignificante e inteligente, pergeñado por políticos lúcidos y bien formados, que dignifiquen a sus institutos políticos para bien del futuro nacional.

Por eso es que lo dicho por el General Secretario caló profundo en la conciencia nacional.