Donald Trump

Por Uuc-kib Espadas Ancona.

Las declaraciones de Donald Trump señalando a los mexicanos como violadores, criminales y traficantes de drogas dejaron de ser novedad, no así el personaje. Las encuestas entre los votantes republicanos muestran un constante crecimiento de las preferencias por este individuo, precisamente a partir de sus afirmaciones. Esto llama a diversas reflexiones sobre el electorado norteamericano, dos de las cuales me parecen particularmente importantes.

 

En relación con los electores republicanos, es preocupante en extremo el consenso que Trump ha logrado apelando al racismo y a su ontológica necesidad de despreciar a otros. A partir de un puñado de frivolidades, prejuicios y supremacismo blanco, anglosajón y protestante, la mayoría de los electores de ese partido hacen suyo el muy violento discurso del precandidato, y ven en la próxima elección la oportunidad de acabar con cualquier viso de humanismo e igualdad básica entre las personas que las tímidas políticas de Barak Obama hayan podido imprimir a la vida pública de los Estados Unidos. No son pequeños grupos de radicalizados, kukuxklanes o neonazis, los que convocan a esta cruzada por reducir a los mexicanos a seres de cuarta categoría, después de los blancos, los otros estadounidenses y las mascotas. Son un sector amplio de su partido y podrían ganar la presidencia.

En relación con el conjunto de la sociedad norteamericana, el proceso es revelador de que también se encuentra muy lejos de aceptar la noción básica de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, de que todos los seres humanos somos iguales. Distintas voces se han levantado en contra de Trump, pero no ha existido una reacción general de rechazo ni una intención social de excluirlo de la política, como sin lugar a ninguna duda hubiera sido el caso si este sujeto hubiera hecho afirmaciones del mismo tenor en relación con, por ejemplo, los judíos o los negros. Para los norteamericanos esto sería del todo inaceptable, pero tratándose de los mexicanos es evidentemente tolerable: la campaña de Trump sigue en curso.

 

Este es el sustrato social que desde la presidencia permitiría a Trump, no expulsar a los inmigrantes mexicanos, que no es su objetivo real, sino reducirlos a siervos que en la semi