HOSPITAL DEL ALMA 05/07/2015

Por El Duque de Santo Ton

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Duque de mi vida:

Desde que era niña he vivido buscando el amor, pero parece que ese estado de felicidad no se hizo para mí. He sido víctima de los hombres. Me casé la primera vez muy joven, cuando no había cumplido los dieciocho años de edad y ya estaba esperando a mi primera hija. Poco tiempo después de nacer la nena, mi marido me abandonó y aunque mi madre me recibió de regreso en su casa, tuve que trabajar muy duro para sacar adelante a la chiquita. En la oficina conocí a un señor casado, con esposa e hijos, que se enamoró de mí y hasta se divorció para casarse conmigo. Aunque la sociedad me despreció, yo acepté rehacer mi vida con ese hombre, con el que tuve otra hija más. Me compró una casa muy bonita, una camioneta, me puso sirvienta y hacíamos el amor todos los días hasta que de pronto, una noche de tantas,  murió de un infarto. La primera esposa y los primeros hijos trataron de quitarme mis cosas pero el difunto fue tan inteligente que no pudieron sacarme ni el anillo de bodas. Un amigo de él, compadecido, me ofreció trabajo en su empresa para que yo pudiera cubrir los gastos de la casa, y tuve que volver a trabajar para ganarme la vida. Pero lo que en realidad quería aquel hombre era disfrutar de mi cuerpo, y yo le abrí las piernas por pura conveniencia, para que no me despidiera. Después de varios años de ser su amante al fin me despidió, y desde entonces conservo el nivel de vida al que estoy acostumbrada, sacando dinero a los hombres que me buscan, generalmente políticos, que hasta candidaturas y puestos me han ofrecido, pero a mí lo que me gusta es el sexo y que me paguen por él. Sin embargo, creo que merezco ser amada ¿no?

Azucena

Tuxtla Gutiérrez

 

 

Querida Azucena:

¿Cuándo empezamos tu pre campaña?

 

Duque de Santo Ton:

Mi padre fue nevero y puedo decirlo a mucha honra, pues aunque empujaba un carrito de madera, de esos que ya no existen, nos dio carrera a todos mis hermanos y a mí. Te juro que estoy muy orgulloso de mi papacito, pero una de mis hermanas dijo que él hizo fue algo muy noble y que debemos estar agradecidos, pero que el haber tenido un padre nevero no es algo de lo que uno pueda sentirse orgulloso y que ya que tenemos otra posición social, podríamos tratar de que la gente de Tuxtla, la que nos conoce, se olvidara del tema. Me enfureció tanto lo que dijo mi hermana, que le planté un par de cachetadas, que después me devolvieron mi cuñado y mis sobrinos. Tengo tanto coraje que estoy planeando escribir un libro sobre la vida de mi padre, el nevero, y publicarlo con nombres, pelos y señales, para que la gente se entere de dónde vinimos mis hermanos y yo. Te leo frecuentemente y como escribes tan bonito, quería preguntarte ¿me podrías ayudar en la redacción y en la revisión de los textos?

Memo

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Memo:

Eres un hombre enfermo.

 

Querido Duque:

Desde hace unos meses siento que todo el mundo está en mi contra, que todo me sale mal, que las personas no me quieren y se confabulan para hacerme daño. He tratado en vano de enfrentarme al enemigo, pero lo curioso es que cuando me sucede algo malo, vengo a darme cuenta de que el mal viene de donde menos lo esperaba. Te juro que no puedo confiar ni en mi sombra. Dime qué puedo hacer.

Genaro

San Cristóbal

 

Querido Genaro:

Me parece que te urge encomendarte al Santo Niño de Atocha, que es muy milagroso en casos como el tuyo. Él es el que abre y cierra las puertas del mal y puede darte la protección que necesitas. Para empezar tienes que encenderle una veladora verde todos los viernes y dejarla que se consuma, pero con mucho cuidado para no provocar un incendio. Antes de prenderla, escribe sobre la parafina el nombre de la o las personas que piensas que te quieren dañar, y las cosas que quieres obtener. No falla, el Santo Niño es sumamente milagroso.

 

Querido Duque:

Me enamoré de un compañero de trabajo que se llama Julio como tú. Al principio, sólo nos acostábamos de vez en cuando, pero terminamos viviendo juntos. Una mañana, iba yo rumbo a mi oficina y una mujer gorda, asquerosa, se plantó frente a mí y me dijo que ella era la legítima esposa de Julio y que quería que dejara en paz a su marido, yo le respondí que me disculpara, pero que yo no acostumbro platicar con puercas, y ella me dijo que me fuera a chingar a mi madre. Mira Duque, yo puedo aguantar todo, menos que se metan con mi mamacita, entonces me le fui encima y le puse una tremenda golpiza, la desgreñé y cuando la tenía bien dominada, le levanté la falda, le bajé los calzones y le pegué en las nalgas desnudas para humillarla más ante quienes nos estaban viendo. Las dos fulanas que venían con ella ni la defendieron, pero dos días después me detuvo la policía y me consignaron ante un juez porque me demandó la desgraciada mujer de Julio ¿cómo le hago para salir de la cárcel si yo soy la que tengo la razón?

Blanquita

Cintalapa

 

Querida Blanquita:

 

Tú no tienes la razón porque agrediste física y moralmente a esa mujer. Ahora bien, para salir de la cárcel, ya sabes que en estos temas el único que habla es el dinero.