Carrusel 22/07/2015

Por Yoab Samaniego B.

 

Tetas, sapos, Gomorra… ¿El paraíso?

Era impresionante la vigilancia. Policías uniformados y vestidos de civil por todas partes.

Francotiradores en las azoteas de los edificios. Evidentes la tensión y el nerviosismo. 
Sin embargo, el presidente mexicano, de visita oficial en Colombia decidió caminar a lo largo de una calle por el centro de Bogot, para dirigirse de la ceremonia de bienvenida, a una reunión con legisladores. Se pusieron casi histéricos los encargados de la seguridad. El paseo duró unos cuantos minutos a petición de los anfitriones. Alguien, de quienes iban en el grupo de prensa, comentó que le parecía exagerado el dispositivo. 

 

Mi padre apuntó que, sin embargo, deberían tomar en cuenta que ya habían sufrido el asesinato de un candidato a la Presidencia, de altos funcionarios del Poder Judicial, de jefes policiacos, que ya eran constantes las ejecuciones, los enfrentamientos entre grupos de narcos o con las fuerzas del orden. 

"Y lo peor es que cada vez son más los muchachos que los cárteles reclutan y contratan como sicarios. Les dan una motocicleta, una pistola, se las regalan, ese es su primer pago. Después, por dinero, matan a quienes les encarguen, pero también lo hacen entre ellos, y hasta a quienes en la calle les vea feo", intervino una compañera periodista de aquel país. 
"No, pues eso no pasa todavía en México, no se puede decir que estemos colombianizados. Y lo más grave, acá, es la socialización del narcotráfico", intervino un funcionario integrante de la comitiva presidencial. 

De eso, hace ya más de 15 años. 

Desde entonces, muchas veces leímos o escuchamos declaraciones de funcionarios mexicanos que sentenciaban que nuestro país no se colombianizaba, y ahora, como en los peores tiempos de Colombia, del reinado de Escobar, ya sucedió. Escapó el Chapo de una prisión inviolable, o eso decían, o creían las autoridades.

Y bueno, en cada uno de los dos países el problema del narcotráfico ha tenido distinta evolución, como diferentes han sido las estrategias para combatirla. 

Lo que sí me llama la atención, y lo que sin duda preocupa a muchos (más en los últimos días), es esa llamada "socialización" del narco. 

Es decir, no sólo el aumento de quienes se drogan, sino la mayor participación, el involucramiento de gente joven, de mujeres, en su mayoría, pertenecientes a grupos económicamente débiles, en actividades que dirigen, controlan, mueven los cárteles. 

¿Cuántos jóvenes de quienes hoy roban una cartera, asaltan a un transeúnte, o en un microbús sueñan con pasar en esa carrera del crimen de la "primaria" o "secundaria" en la que están, a la prepa o la universidad; es decir, a convertirse en sicarios, en tener una zona bajo su control, en poseer grandes mansiones, autos de lujo, joyas, armas de oro con incrustaciones de piedras preciosas? 

¿Y las jovencitas que ahorran, consiguen dinero a como dé lugar para que las operen, tengan el busto de mayor tamaño, labios sensuales, respingadas narices, con el sueño de convertirse en mujeres de los narcos?

¿Y esos bloqueos, las manifestaciones para protestar contra la intervención del Ejército? ¿Y lo que pasó en Guadalajara cuando miembros de un cartel tuvieron secuestrada, en estado de sitio a la ciudad?

¿En qué medida los cárteles controlan también, -como lo narra Roberto Saviano en su libro Gomorra, que lo hace la Camorra napolitana-, la piratería de ropa, lociones, películas, discos, y los secuestros, o venden protección en los que se han convertido en sus feudos? 
¿Qué tan lejos estamos de lo que se cuenta en los libros, después telenovelas como Sin Tetas no hay Paraíso y el Cártel de los Sapos? 

¿Y quiénes, cuántos ejecutivos del sistema bancario, de las finanzas, de las empresas, han entrado en negocios con los capos? 

No, aquellos días, aquellos tiempos, aquel infierno colombiano, nos ha alcanzado.

Historias, voces, susurros…

Las reuniones en la casona de la colonia Vistahermosa se extendían hasta altas horas de la noche. Ahí, contaban, prospectaban, calculaban los resultados. Y un día antes del 19 de julio, lo aseguraban: “El Verde será mayoría en el Estado”; y no lo fue, o no operaron al 100 o no les alcanzó. Dicen los que han escuchado que la instrucción de gente del PRI para sus miembros más fieles (los de sindicatos adherentes), eran de votar por el PAN, de frenar la ola verde. Lo cierto es que en Chiapas, hoy, el PRI tuvo la mayoría de votos.

Caballitos y espejos

“Los juegos del poder marcan las reglas de la vida”. O así dicen. Los grandes estrategas electorales usan la técnica de pronunciarse ganadores, aún cuando no lo sean si el resultado es muy apretado. ¿Para qué? Para generar un efecto bola de nieve en la población que cause el descontento suficiente como para anular casillas y así, quedar con más votos. Lo cierto es que este toma y daca, apenas comienza para Tuxtla. El ganador: Por mi parte, veo una legítima victoria de Fernando Castellanos, le pese a quien le pese.