Charlie Hebdo, crimen religioso o crimen de odio (1a. parte)

Por. Juan Rivero Valls

“Todo lo que sea combustible se convierte en llamas al ser tocado por el rayo: el plomo corre como agua, el hierro se ablanda, el vidrio se rompe y se funde, y cuando toca el agua, ésta estalla en una nube de vapor”.
H.G. Wells

No hay nada, absolutamente nada, que pueda justificar un acto de barbarie como el perpetrado por los hermanos de nacionalidad francesa y origen argelino Said y Chérif Kouachi contra el semanario francés Charlie Hebdo en París el 7 de enero pasado; pero calificarlo así, de un acto terrorista cometido por fanáticos musulmanes enfurecidos por la publicación de unas caricaturas que ridiculizan la imagen del profeta Mahoma, es una visión ramplona y simplista. El trasfondo que lleva esta criminal acción va mucho más allá, incluso de la propia religión y tiene más que ver con el odio acumulado en la mente del oprimido. No se trata, aunque no hay que minimizar la estupidez de los fanatismos, de un crimen religioso pues no existe ninguna religión que exalte el asesinato. Incluso el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, dice que “matar a un hombre significa matar a todos los hombres”. 

La reacción desproporcionada de los países de la Unión Europea no ha hecho más que abonar al odio, lo que promete una factible ola de violentos atentados de los grupos fundamentalistas islámicos contra posiciones occidentales.

Trataremos de explicar qué hay detrás de estos penosos hechos.

Partiremos del origen argelino de los terroristas: Argelia, el país más grande de África es, tal vez, la cuna de la civilización; allí, dicen, se desarrolló por vez primera la agricultura. Habitada por la etnia berebere, ha sufrido constantes invasiones y dominios; primero por parte de los musulmanes árabes que poblaron buena parte del país e impusieron a los nativos su religión alrededor del año 700 de nuestra era; posteriormente los españoles, quienes en su etapa de máxima expansión imperial, ocuparon el territorio argelino (el nombre de Argelia proviene del catalán Adjer, que significa Las Islas). Las tropas de los reyes católicos Fernando e Isabel invadieron Argelia y se mantuvieron en ella desde 1510 hasta 1792; un dominio de 282 años.

Los argelinos solo gozaron de su liberación 38 años, pues luego de la salida de los  españoles, el territorio Magreb fue invadido por Francia, quien estableció allí una importante colonia que llegó a ser, incluso, departamento de la República de Francia y sus ciudadanos, incluyendo los nativos, considerados desde la época de Napoleón III como ciudadanos franceses.

Esto, tal vez, hiciera parecer que la ocupación francesa era benéfica y tersa, pero el colonialismo francés creó entre los argelinos un sentimiento de opresión externa que, cada vez con mayor fuerza, formaba en ellos una afirmación de la personalidad nacional. Los ocupantes del territorio, a pesar de considerar a los nativos como “ciudadanos” les limitaban profundamente sus derechos: no tenían derecho al voto y sus salarios, aunque realizaran trabajos similares, eran inferiores a los de los trabajadores franceses y sus jornadas laborales mayores, además de que prohibieron el idioma y trataron de imponer el suyo, sin muchos resultados, como lengua oficial. Había leyes para los franceses y otras para “los indios” como despectivamente los llamaban los europeos.

Para los argelinos, los Pieds-noirs, término que utilizaban los nativos para designar a los habitantes no nacidos en el Magreb y que, literalmente quiere decir “pies negros”, aludiendo al lustre de los zapatos y botas militares que calzaban estas personas, a diferencia de los argelinos que utilizaban sandalias,  al promulgar en 1881 el “Código del indígena” en el que se distinguía a los “ciudadanos” franceses, como los nacidos en Francia, de los “sujetos” franceses (nacidos en Argelia) y privados de todo derecho político. Para poder acceder a la ciudadanía francesa, los nativos debían renunciar a sus tradiciones. Toda esta situación provocó una creciente inconformidad y la petición de una mayor autonomía.

En 1945 se suscitan en varias ciudades de Argelia manifestaciones reclamando esa autonomía y celebrando el fin de la Segunda Guerra Mundial; las manifestaciones son reprimidas por la policía por lo que los musulmanes se vuelven contra la población francesa; estos enfrentamientos dejan varios muertos, 130, se contabilizaron. La respuesta del gobierno francés fue totalmente desproporcionada. Charles de Gaulle ordenó al ejército atacar a la población civil con bombardeos aéreos, ejecuciones sumarias y torturas; una represión brutal que duró poco más de dos meses y que dejó un saldo de alrededor de 30 mil argelinos muertos.

Francia, que libraba ya una guerra en Indochina, especialmente en Vietnam que luchaba por su independencia, estableció un régimen de terror, olvidándose de los principios manifestados por Montesquieu en su Espíritu de las Leyes que rezaba “debe establecerse un gobierno de forma tal que ningún hombre tenga miedo de otro" y que dio origen a la Revolución Francesa, traicionando así sus propios ideales.

Este régimen de terror, lejos de acallar a la insurrección, provocó el inicio de la guerra de independencia de Argelia, conflicto que duró ocho largos años y que dejó más de un millón de muertos del lado Magreb, liderado por el Frente de Liberación Nacional, con apoyo de milicianos cubanos y que concluyó hace apenas unos años; en 1964 con la firma del tratado de Evian que, si bien concluyó con la independencia, dejó en el sentimiento argelino un fuerte resentimiento contra francia, con las consecuencias que esto pudiera tener.

En la próxima entrega hablaré de Charlie Hebdo; sus inicios y desarrollo; un medio de prensa prácticamente marginal con un tiraje de unos 50 mil ejemplares semanales) pero que, debido a los recientes acontecimientos, ha adquirido fama mundial.