CANCIONERO

Fichas negras

 

 

Por FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

 

Pero en cambio tú, me jugaste fichas sin valor, fichas negras cuál es color de tu perversidad…

 

La ingenuidad del consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral es solamente comparable a su estulticia y su cinismo, tantas veces ya manifestados, como en la memorable grabación de una conversación telefónica en la que exhibió el respeto que le tiene a los indios mexicanos, su habla y sus pretensiones de los derechos ciudadanos.
De pronto el doctor Córdova ha descubierto que los precandidatos a la Presidencia de la República no están reportando cabalmente sus ingresos y egresos en esta llamada precampaña.

Casualmente el único que reporta cifras cuadradas, esto es exactamente, al centavo, la misma cantidad de egresos que los ingresos recibidos, es Andrés Manuel López Obrador, lo cual indica que todo es una faramalla de contadores aficionados a quien se les encarga que todo salga como debe de ser.

No es suficiente que los mexicanos estemos al tanto del costo de esta seudodemocracia remendada, con consejeros de altos ingresos, mayores prebendas y generosas gratificaciones y sueños de maharajes destinando millones a la edificación de un palacio del Instituto Nacional Electoral, una especie de Taj Mahal de la democracia que las circunstancias económicas de la quiebra del país obligaron a cancelar.

El notable descubrimiento de la máxima autoridad electoral de que los partidos le están viendo la cara se da, precisamente, en una temporada en que nos enteramos todos los días de los desvíos de fondos públicos por cientos de millones de pesos para las campañas políticas del pasado reciente, de las arcas de los estados de escándalo por la corrupción imperante. Precisamente el hecho de que esos desvíos hayan sido para el apoyo de los candidatos de lo que hoy se quiere llamar “el sistema” les ha extendido a los gobernadores de esos estados una especie de garantía de que pase lo que pase no va a pasar nada.

Porque la política mexicana se juega, tradicionalmente, con cartas marcadas o con fichas negras, que al final de la partida no tienen valor.

 

PILÓN.- Ese afán torpe de mantener rituales caducos en la nomenclatura de las entidades que dan cuerpo a esta etapa ridícula de la partidocracia mexicana contrasta con la realidad que estamos viviendo, la del gracejo fácil y el insulto pedestre, racista y clasista. No podemos en los medios llamar candidatos a los candidatos evidentes.

   La forma dicta que se les designe precandidatos o aspirantes o lo que sea. Mientras tanto, estos señores se disparan con la cuchara grande en lo que a epítetos insultantes se refiere. La guerra sucia apenas comienza y ya los calificativos de “pirrurris”, “señoritingos” o en la muestra más simplona de la estupidez, aprovechar el apellido del coordinador de la campaña de Meade, para llamar a sus adversarios ñoños.

              Esto  por   parte   de    Andrés Manuel López Obrador.  Por   parte   de
Ricardo Anaya nos enteramos de que debe ser el próximo Presidente de México porque, aparentemente, habla inglés y francés.