HOSPITAL DEL ALMA

Por El Duque de Santo Ton

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Querido Duque:

Desde hace algún tiempo me gusta mucho una niña que es mi vecina. Yo también le gusto, pero ella tiene 13 años y yo tengo 20. La niña me pide que seamos novios, pero me da miedo que la mamá me quiera demandar por corrupción de menores.

Rigoberto

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Rigoberto:

No te metas en honduras, independientemente de la atracción física que exista entre esa niña y tú, te mueves en un terreno muy resbaladizo en el que, por ser mayor de edad, las llevas todas de perder.

 

Querido Duque:

Hace unos meses me dejé hacer el amor por un hombre casado al que conocí en un bar y salí embarazada.  Desde antes de acostarme con él, yo ya sabía que él era casado, por eso lo único que le pedí fue que me ayudara con los gastos. Al principio él me dio a entender que me ayudaría, y quedamos en una cifra mensual.  Ahora, su esposa me acusa de extorsionarlo por algo que fue un descuido mío ¿Cómo puede ella creer que fue un descuido? Yo trabajo, vivo con mis papás, él me llevó a un departamento y allí me tuvo en la cama. Que yo haya quedado embarazada es más un descuido de él por buscar a una mujer con esas intenciones, la mujer es inocente de sus deseos. Y no es extorsión, yo lo hago por el bienestar de la criatura. Si él siente que su desembolso le concede derechos conmigo, entonces eso lo tendremos que tratar entre él y yo, tanto por manutención de la criatura, tanto por los derechos que él desea adquirir ¿No te parece, Duque?

Lucy

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Lucy:

Hay mucha confusión en tu cabeza. La relación sexual que tuviste con ese hombre, y que tuvo como resultado la gestación de esa criatura, se realizó con el consentimiento y con el descuido de ambos, por lo que la responsabilidad del niño es de los dos. El hecho de que él aporte dinero para el sostenimiento del bebé es una obligación más que una prebenda y, no seas chucha, no le da derechos sobre tu cuerpo.

 

Querido Duque de Santo Ton:

Hace algunos años cuando estudiaba mi carrera tuve un amigo que yo pensaba que sentía afecto por mí. Un día le pedí que me ayudara con un trabajo y yo accedí ir a su casa porque él vivía solo. Lo noté triste y molesto, traté de animarlo, pero él me malinterpretó, me tomó del brazo y me aventó a su cama. Intenté golpearlo, pero se resistió, intenté gritar, pero me cubrió la boca y me dijo que nadie me oiría porque los vecinos no estaban en sus casas. Sintiéndome resignada lo dejé hacerme lo que él quisiera, pues jamás pensé que tuviera intenciones más allá de manosearme, ya que yo era virgen y él lo sabía. Pero de pronto se detuvo y creí que todo había pasado, pero no. Cuando intenté pararme, me volvió a tirar sobre la cama y comenzó a penetrarme. No sentí dolor ni nada así, de hecho, entró muy fácil y llegué al orgasmo varias veces. Le pedí que se detuviera y él me respondió que no fuera hipócrita y siguió, hasta que se vino varias veces. Al final me dio unas pastillas que según me servirían para no embarazarme. Él nunca me golpeó y, como te dije, me hizo llegar al orgasmo varias veces. Aún así llegué a mi casa a llorar. Y me tomé las pastillas como indicaba la caja. Nunca se lo conté a nadie, pero me hice novia de otro muchacho que me propuso que tuviéramos relaciones sexuales. Yo accedí, pero, Duque, no sentí lo mismo que la primera vez, simplemente no tuve placer, ni nada.  Le pedí que fuera más brusco, que me lo hiciera como si estuviera enojado conmigo, pero nunca sentí nada. Al poco tiempo terminé con él, y después he tenido muchos compañeros sexuales, pero jamás he vuelto a tener orgasmos como aquella vez que fui violada. No digo que no disfrute el sexo, sino que nunca lo he gozado tanto como aquella vez.

Amelia

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Amelia:

Dicen que el placer sexual no se siente en los genitales sino en el cerebro, y me parece que ése es tu caso.  Ese día en que perdiste tu virginidad te sentiste físicamente complacida, aunque tus valores morales te castigaban por disfrutar de algo que en teoría deberías haber sufrido. De alguna manera tu cerebro quedó atrapado con esa experiencia y no puedes volver a sentir el mismo placer que tuviste la primera vez. Confluyen en ti el “síndrome de Estocolmo” (que hace que la víctima se enamore del verdugo) y el masoquismo (una filia que te hace disfrutar el dolor y la denigración). Trata de conocerte y de disfrutarte, pero si adviertes que tú misma te colocas en situaciones de peligro o que el sufrimiento es excesivo, entonces consulta a un sexólogo.

 

Duque de Santo Ton:

¿Cómo puedo saber si un hombre es gay de clóset?

Lucero

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Lucero:

No existen reglas para descubrir ese tipo de cosas, en realidad la liebre puede saltar en donde menos te lo esperas, pero es típico de los homosexuales reprimidos el presumir a viento en popa las relaciones que ha tenido con muchas mujeres y de lo genial que es en la cama.  En mayor o menor grado, todos los homosexuales reprimidos sienten rabia de los gays que están fuera del clóset y viven felices. Ellos quieren eso, pero no saben cómo. La versión más oscura de un gay reprimido es cuando se convierte en acosador, de ésos que molestan al niño amanerado de clase. Todo es muy irónico: el acosador puede ser perfectamente gay mientras que el niño acosado es heterosexual, solo que un poco amanerado y con sensibilidad extrema. Los heterosexuales no tienen ningún problema en bromear con otros hombres, independientemente de sus preferencias, pero los homosexuales reprimidos hacen un escándalo cuando se les involucra en algún chiste relacionado con la homosexualidad.

 

Querido Duque:

Desde hace tiempo me excita mucho el cabello de las mujeres: entre más largo y liso más me excito, es lo primero en lo que me fijo cuando veo una chava guapa por la calle, Duque ¿sabes a qué se debe este fetiche?

Román

Chiapa de Corzo

 

Querido Román:

En lugar de investigar el origen, disfruta de tus cochinadas. No creo que tengas problemas para encontrar a una peluda que te haga caso.

 

Querido Duque de Santo Ton:

Todo el santo día tengo sueño, estoy tan aburrida de todo lo que me rodea, así como harta de las personas, de las cosas, los estudios, todo, harta de todo. No sé qué hacer para recuperar las ganas de hacer las cosas, pensarás que es algo sin importancia, pero la verdad estoy harta de estar de malas todo el día, sentirme frustrada e inútil todo el tiempo, además de que no le veo la gracia a nada. Estos últimos meses han sido así, he engordado terriblemente, no pasé el examen de ingreso a la UNAM, no puedo lograr seguir un horario disciplinado ni cumplir las metas que me propongo. Todo me desanima y cualquier cosa me molesta, pero no quiero ningún consejo, solo que a lo mejor si publicas mi caso se me pasa un poco el flato.

Mahara

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Mahara:

Publiqué tu mensaje solo para decirte que éste es un consultorio sentimental y que quienes escriben esperan ser orientados. A nadie le interesa que vomites tu neurosis, para eso tienes a tu novio.