HOSPITAL DEL ALMA 20/05/15

Por El Duque de Santo Ton

 

Querido Duque de Santo Ton:

Cuando cumplí quince años un amigo de mi hermana me emborrachó y después abusó de mí. Nunca en mi vida he vuelto a tener relaciones sexuales, pero, ahora que voy a cumplir los veinte, yo me sigo considerando una señorita decente.

 

Dora María

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Dora María:

Acepta la realidad, tú ya no eres “señorita”, la virginidad sólo se pierde una vez y la vida te ha dado una lección de decencia. Claro que eso no significa que se acabe el mundo ni que te pongas en el plan de que “¿ya qué?” y luego nadie te pueda bajar del guayabo, si me permites la vulgaridad de una expresión que se me quedó grabada de la carta de uno de mis lectores.

 

Duque:

Mi situación no es fácil. Desde niña soy muy bonita y por eso tuve muchísimos pretendientes, con carro del año y toda la cosa, desde que tenía catorce años. Lo malo es que eran tantos y todos ellos tan buenos partidos, que me la pasé despreciándolos hasta que me llegaron los treinta años de edad y ahora los que me desprecian son ellos porque quieren casarse con una jovencita y no con una pájara de cuenta como yo. Sigo siendo bella, muy bella, pero el único que me trata como una dama y me hace sentir que valgo la pena, es un señor de cuarenta y ocho años, muy guapo y rico, pero que está casado con una de las mejores amigas de mi mamá. Ya tuvimos sexo, y él me ha propuesto divorciarse de su mujer para casarse conmigo, porque dice que todavía quiere que yo le dé un hijo. No sé qué hacer.

Olivia

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Olivia:

Por lo que me dices, eres una muchacha que no sabe cómo manejar sus relaciones interpersonales y sacarles partido. No te conozco de manera directa, pero juraría que ese cuarentón sólo está jugando contigo y que sería incapaz de sacrificar un matrimonio de toda la vida, para volver a iniciar una nueva vida contigo, que eres dieciocho años menor que él, sobre todo ahora, que la vejez está llamando a sus puertas. Tu novio ha invertido tiempo y dinero para tener quien lo cuide en la decadencia, y no creo que quiera tirar todo a la basura por el capricho de tener un hijo contigo, dicho sea con el perdón de tu otoñal belleza.

 

Duque de Santo Ton:

Mi papacito, que en paz descanse, me educó férreamente y me inculcó la actitud de despreciar el dinero para poner atención en cosas que él decía que eran más importantes, como el amor, la moral, la fraternidad y los buenos principios. Éramos ricos, verdaderamente ricos, pero cuando mi padre falleció, entre mis hermanos y mi mamá se encargaron de despojarme de mi herencia, porque, según ellos, las mujeres no tenemos derecho a participar de la fortuna familiar. Me dejaron en la calle Duque, más pelada que un plátano, y ahora que soy vieja no tengo ni para comer, mientras que mis hermanos son millonarios en dólares porque tienen sus cuentas en el extranjero. Mi madrecita ya se murió y, claro, a mí no me dejó ni una bolsa de galletas de animalitos en su testamento.

Rosario

Ocosingo

 

Querida Rosario:

En lugar de protegerte y de prepararte para la vida, tu padre te perjudicó, porque esos valores que te inculcó no existen, creo yo; y en el caso de que existiesen no servirían de nada. Ahí tienes a los chuchos de tu madre y de tus hermanos que se olvidaron de que eras parte de su familia y no te dieron lo que por derecho deberían haberte entregado ni respetaron el deseo de protegerte que tenía tu padre. El amor y la fraternidad son sólo ilusiones falaces. Tu papá vivió engañado y rodeado de una bola de zopilotes que abusaron de él, contraviniendo su voluntad. Lástima: el que tiene más saliva traga más pinole.

 

Querido Duque:

Yo pensaba que el asunto de subir tu columna a Internet era cuestión de tiempo, pero pasan los días y yo sigo hecha un imbécil esperando el Hospital del Alma, para leerlo aquí en mi oficina de la Ciudad de México (Tribunal Federal Electoral). Lo mismo sucede con muchos de mis compañeros chiapanecos ¿ya tienes fecha para subir a la Web? Ojalá publiques este mensaje.

Dora Patricia

Ciudad de México

 

Querida Dora Patricia:

Agradezco tu afición pero la página electrónica es un asunto con el que nada tengo que ver.

 

Señor Duque:

Ya me cansé de vivir en Tuxtla Gutiérrez y en esta época. Yo debí haber sido princesa austriaca o rusa del siglo XIX, y usar a diario joyas finísimas y esos vestidos que salen en las películas ¿por qué la vida es tan injusta?

Mario Antonio

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Mario Antonio:

Nadie te prometió un jardín de rosas.

 

Duque:

Mi hermana es muy guapa y anda de novia con un muchacho, la verdad, muy galán, con piernotas, nalgotas, cara de bebé y todas esas cosas que nos gustan a las mujeres, pero el tipo es un mujeriego y no trabaja, se la pasa pidiendo prestado y según me dijeron el otro día hasta le pegó a mi hermana. Yo le digo que lo corte, pero ella no quiere.

Lucero

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Lucero:

¿Cómo quieres que lo corte si tiene piernotas, nalgotas, cara de bebé y se la surte como seguramente a ella le gusta?

 

Duque de mi vida:

Quiero invitarte a que vayamos juntos a un antro nuevo a escuchar música electrónica y a bailar. Sé que en el fondo eres una persona sencilla y que te vas a divertir mucho.

Cecilia

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Cecilia:

Soy una persona sencilla pero no salgo con mis pacientes. Es cuestión de ética.

 

Querido Duque:

Una de mis amigas siempre fue una cerda. Desde que estudiábamos en La Salle era la gorda del salón, pero después de que se casó con un hombre rico, pero de lo más indio, se hizo varias cirugías plásticas y ahora luce delgada y, claro, con dinero, súper elegante, como si no la conociéramos de toda la vida, perra infeliz.

Martha

Tuxtla Gutiérrez

 

Querida Martha:

Se nota que le tienes envidia a esa marrana, pero déjala ser, con toda seguridad la vida también ha sido buena contigo.

 

Señor Duque:

Mis padres se divorciaron, y mi papá nos corrió a mi mamá, a mis hermanos y a mí de la casa. Durante un tiempo pasamos privaciones y hasta tuvimos que dejar nuestras escuelas para inscribirnos en colegios de gobierno, pero mi mamá está tan guapa que volvió a casarse con otro hombre rico que nos instaló en una casota de Los Laureles y paga todos nuestros gastos y a mí hasta coche me dio. Lo malo es que después de un tiempo, empezó a acosarme sexualmente y yo, con tal de no volver a la miseria, dejo que me toque eróticamente hasta cierto punto y nada más y no le digo nada a mi mamá ¿para qué complicar las cosas?

Rubén

Tuxtla Gutiérrez

 

Querido Rubén:

 

No hay duda: tú sabes lo que quieres y donde conseguirlo.