Yo también soy Charlie

Por: Nizaleb Corzo

Irreparable. El daño moral para los parisinos reavivó sentimientos que habían sido borrados generacionalmente desde la Segunda Guerra Mundial. El miedo, el terror, la incertidumbre son sensaciones que se tatuaron nuevamente en el alma de la ciudadanía gala. La ofensiva yihadista contra el semanario no tiene nombre. A diferencia de otros ataques perpetrados, este ha marcado una nueva forma, es personal, directo, sanguinario.

El fanatismo es una de las condiciones humanas que me resultan más aterradoras. No tiene límites. El dogmatismo paraliza la racionalidad y el juicio práctico. Y desafortunadamente, al amparo de la religión, se han conformado históricamente grandes agrupaciones. Cada vez más más pobladas y con mayor presencia regional e internacional. Sin ir más lejos, en México podemos ver representaciones de esta circunstancia en agrupaciones aparentemente religiosas que se anuncian en todos los medios, prometiendo una nueva forma de vida, pero que sigilosamente someten a sus fanáticos para brindar amplios beneficios económicos a los guías; a través del cobro de aportaciones para la sanación de su alma. 

El asunto que ocupa el ataque, fuera de todo conflicto bélico y de intereses económicos, es debido a que el pragmatismo occidental ha marcado la diferencia contra el dogmatismo oriental. Desde el siglo XVIII la sociedad europea tomó la firme decisión de romper con los esquemas rígidos imperialistas. Se implantaron en la genética intelectual moderna las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Esa herencia que se diseminó por casi todo el mundo, aisló a los musulmanes por su rigidez. El cristianismo, por su lado, tomó mayor fuerza en esa fragmentación, como históricamente lo había venido buscando también y marcó la línea de encuentro que divide hoy al mundo. 

Europa, en particular Francia, se destaca por su progreso intelectual. Charlie Hebdo es un semanario de extrema izquierda que se caracteriza por su satirismo. Y a través de sus publicaciones ha manifestado su burla por la religión musulmana. Se ha mofado de Mahoma y ha expuesto el uso de la religión para el triunfo de elecciones en países como la República Tunecina. Y se convirtió en el blanco de ataques menores y amenazas permanentes para sus periodistas y caricaturistas. Aunque para el mundo docto, las acciones de este impreso pueden parecer pacíficas –incluso ingenuas-, para los expuestos es una ofensa de carácter letal. El desenlace reciente movió al mundo nuevamente. 

Con estos hechos, se confirma la necesidad de seguir promoviendo los valores que fundaron lo que hoy conforma el mundo moderno. La libertad es práctica. Y eso permite la posibilidad de encuentro de las diferencias. La inflexibilidad reta la tolerancia. Provoca violencia. Me cuesta trabajo pensar que el ser supremo, de cualquier religión, sea el autor intelectual del terror y la intimidación. Menuda faena. Más bien, es una cuestión de progreso cultural y conciencia humana. A mayor conocimiento, menor fanatismo. Karl Marx lo decía bien al referirse a la religión como el opio del pueblo.  

Veremos en lo sucesivo qué acontecerá en la lucha contra el terrorismo. Las alarmas se han activado nuevamente. Occidente está a la defensiva y la nebulosa amenaza yihadista se ha sembrado, ahora en Europa. Ojalá cesen los tambores de la guerra. Vale la pena recordar que en momentos de crisis, la beligerancia conviene a algunos de manera económica y a otros de manera ideológica. Que Dios o Mahoma nos agarren confesados.