Arranque anhelado

Nizaleb Corzo

Deflación. Los cierres del precio de la mezcla del crudo mexicano presentan ya un espacio de alarma para los analistas económicos. A diferencia de las noticias de crecimiento y bonanza en Estados Unidos, el panorama mexicano se anticipa un tanto complicado para el inicio del próximo año. Desde junio pasado hasta el día de hoy, el valor del barril ha caído prácticamente al a mitad.

La presión de este desplome viene de dos factores principales, uno externo y otro interno. De afuera es pura especulación comercial. Nuestro vecino del norte anunció un incremento en sus inventarios de petróleo, lo que provocó una oleada de compras a futuro en los mercados y por ende, la consecuente caída en el precio de nuestro país –por sexta ocasión en el año-. Ajustes de mercado, le llaman los especialistas.

Lo neurálgico es lo que ocurre al interior del país. Y es que desde noviembre viene anunciando el Secretario de Energía, que los niveles de extracción de hidrocarburos están en descenso. Cantarell, el yacimiento más grande de México se encuentra en su ciclo de envejecimiento, aún y cuando se utilizan procesos de recuperación secundaria como la inyección de nitrógeno para aumentar la presión de los depósitos y así incrementar la capacidad de extracción, hasta su agotamiento.

Por otro lado, la Reforma Energética que entró en vigor hace un año, ya acarrea la pesada carga de presentar resultados benéficos, casi inmediatos. De lo contrario, sólo formará parte de la historia de una posible debacle energética sin precedente para nuestro país. Porque además se trata de un fenómeno mundial. Noruega, Egipto, Angola, Reino Unido, Libia y Rusia también han anunciado la caída de su producción.

Estados Unidos, por el contrario ha manifestado un incremento en sus niveles de extracción. Y es donde creo que está el meollo del asunto. ¿Será posible remontar, como nación, los niveles de extracción del crudo? Mi respuesta es que sí. Compartimos con ellos el mismo mar. El Golfo de México es una fuente joven todavía, tanto en exploración, como en extracción. Solamente habrá que echar a andar la maquinaria para levantar los niveles. Y justo eso ocurrirá en 2015 y los años venideros. 

Se trata de un proceso largo. Pero que vislumbro exitoso. Tanto para Pemex, como para las nuevas empresas que se vayan sumando a la tarea más noble y productiva en materia energética. Sólo el incremento en los niveles de producción, a través de la inversión en tecnología de punta y la participación abierta, provocará hacer nuevamente competitivo el precio de la mezcla mexicana. Habrá entonces, también, que buscar nuevos mercados, distintos al de Estados Unidos, toda vez que su demanda se ha venido cubriendo de manera autónoma. Promover también la producción de refinados y otros derivados, que promuevan la demanda de nuestros productos y generen mayores ingresos por los excedentes.

Es un nuevo desafío. Para todos. Para el gobierno federal, representa un reto creativo, porque tendrá que desarrollar distintas maneras de generar ingresos para sus arcas. Para Pemex, porque dejará de lado su carácter paraestatal y monopólico. Para el empresariado mexicano que desee participar, le implica estar a la vanguardia tecnológica y operativa, ante los competidores del extranjero. Para la sociedad mexicana, la medición de los resultados benéficos anunciados, contra la realidad futura del mercado energético local. 

Arrancará entonces 2015 con un nuevo modelo de visión de Estado en materia energética. Con un dólar caro y un precio del barril bajo. Menudo reto. Confío en que se ha hecho bien la tarea en términos constitucionales y económicos. De cualquier forma, el patrón anterior ya había perdido su esencia original y el desgaste era considerable. Hay que estar al tanto de su desarrollo. Mientras tanto, a disfrutar de las fiestas decembrinas que siempre conllevan esperanza y ofrecen momentos de reflexión y júbilo.