Inmolación irreflexiva

Por Nizaleb Corzo

 

Pánico. Los diez minutos de angustia más aterradores que jamás serán manifestados. No hay un solo medio que no deje de hablar del asunto, por su contenido apocalíptico. La vida de 150 pasajeros del Airbus A320, que partió de Barcelona la mañana de ayer, quedó en manos de un copiloto. Por lo que se deduce de las investigaciones, tras escuchar el contenido de la caja negra encontrada, se trató de acto tramado desde la inconsciencia. En México ya se corre la noticia que el rechazo a su preferencia sexual fue uno de los motivos. Otros comentan que fue un altercado con el piloto lo que provocó la ira del mismo. Lo cierto es que no se he encontrado una carta de suicidio, ni un pronunciamiento en nombre del terrorismo, pero sí el diagnóstico de un cuadro depresivo, medicado. Queda de cualquier modo en el espacio la duda, mezclada con la desazón de los familiares y cercanos a los viajeros y tripulantes.

 

Hace 29 años, en México, vivimos uno de los accidentes más graves en materia aeronáutica. 167 personas perdieron la vida en la Sierra Madre Occidental. El dictamen de las autoridades giró en torno al posible estallamiento de una de las llantas del tren de aterrizaje que había sido cargada con aire y no con nitrógeno. Lo que provocó –debido a los cambios de presión durante el vuelo-, un incendio en la parte más baja del avión y como consecuencia la pérdida del control del mismo. En este caso, los navegantes mantuvieron contacto permanente con la torre de control. El capitán Carlos Guadarrama Sistos tripuló la nave hasta el máximo de sus esfuerzos, pero las consecuencias fueron fatales.

Como estos, decenas de accidentes se han presentado a lo largo de la historia de la aviación moderna. Ninguno relacionado con un hecho como el que ahora observamos. Se han tratado de fallas técnicas, condiciones climatológicas y atentados orquestados. Jamás por una tendencia suicida personal, sin motivos religiosos aparentes o de una ordenanza moral superior. Simplemente, el joven alemán aprovechó la ocasión para encerrarse en la cabina y dirigir aceleradamente la nave hacia los Alpes franceses. ¿Una venganza personal? ¿Un suicidio intencional? ¿Una decepción amorosa? No sé si lo sabremos. Sólo queda la suma de un nuevo temor para aquellos que no gustan de los vuelos.

El registro en el departamento del inculpado indica que se encontraba bajo tratamiento médico y por ende, incapacitado para laborar ese día. Los controles para ingresar al cuerpo de pilotos de grandes compañías son muy estrictos. El historial de Andreas Lubitz es intachable, al parecer. Salvo por un retiro voluntario de seis meses durante su formación como piloto. Lo cierto es que el joven de casi 30 años, no muestra en sus antecedentes nada grave o que le impidiese tomar el control de un vuelo.

Ahí quedan las dudas. Las investigaciones deberán ser aceleradas y profundas por la escala de gravedad y circunstancias del accidente. Las reglas de la aviación también deberán ser sujetas de discusión. Quizá sea el momento de evaluar si debe quedarse una sola persona al frente de una aeronave con más de 100 personas a bordo. O también sea el momento de reforzar las medidas de seguridad de las aerolíneas en sus sistemas de selección de candidatos para pilotear sus aviones.

Entretanto, la zozobra de los familiares. La perplejidad de aquellos que no tomaron ese vuelo por distintas razones, pero afortunadas. Como el equipo sueco de fútbol que optó por tomar otro avión de último momento. O la tragedia de la abogada chilena de 44 años que en un viaje de negocios a Suiza, optó por ir a ver el partido del Real Madrid contra Barcelona del domingo pasado.

Espero que sea la última vez que escuchemos algo así. Pero lo cierto es que con más frecuencia nos enteramos que jóvenes de cualquier parte del mundo toman en sus manos la vida de personas para exterminarlas. Como si se tratara de un video juego o una película de acción. La consciencia humana se ha venido alejando del instinto de conservación. La protección por nosotros mismos, como especie humana, está cada vez menos arraigada en el juicio de muchos.

 

El vacío que deja en nuestros corazones situaciones como la comentada, se llena con desesperanza y desconsuelo. Queda pues la reflexión y el llamado a un movimiento de concientización por la vida y por la conservación. Aprovechando el descanso de los siguientes días.