“Laco” cumplió su último sueño, ser cosmonauta

Por ENRIQUE GUTIÉRREZ

Tuxtla Gutiérrez, Chis.- Eraclio Zepeda soñaba con ser cosmonauta, el único oficio que no logró realizar en la tierra, como él mismo decía; sin embargo, el pasado viernes, en el Panteón Municipal, comenzó la travesía hacia el espacio, donde de seguro hoy le cuenta cuentos a las estrellas y le platica a Dios sus aventuras en los diversos campos que pisó: desde la milicia, la política, hasta “aterrizar” en el que más le apasionaba: la narrativa.

 

Aunque su sueño comenzó a elucubrarse desde el jueves pretérito, cuando a sus 78 años de edad cerró los ojos por última vez, fue un día después que sus familiares, amigos, personajes de la política y la cultura, lo llevaron a la Catedral de San Marcos de esta ciudad, donde el obispo emérito Felipe Aguirre Franco lo despidió con una misa especial de cuerpo presente.

Las velas, las flores, el incienso y el santo grial anunciaban la partida de una de las “plumas” con mayor capacidad de ganarse lectores “a racimos”. Y aunque pocos, quienes estuvieron con él en la última estación antes de partir al cielo, permanecían ahí, como el mismo “Laco” en sus mejores años en la milicia: Firme y a punto de disparar “balas de cultura”.

Ahí estaba, envuelto en un ataúd de madera, y detrás de él, su hija Masha, su esposa Elva Macías, su hermano Manuel, sus sobrinas, el senador Zoé Robledo, y otros más aunque no menos importantes. Un cortejo que atravesó parte de la Avenida Central, para enfilarse hacia el camposanto tuxtleco, en la última despedida para el creador de “Benzulul”.

—Hubiera querido que estuviera más tiempo, pero vamos a recordarlo como un ser de gran calidad, con mucho amor, con la gran tolerancia que siempre tuvo hacia nosotros, y sobre todo por el gran amor que generó… y que dio —externaba Masha, segundos antes de comenzar la caminata hacia la cripta donde reposará su padre por la eternidad.

Quienes cargaban el féretro, entre ellos el joven legislador Robledo, no dejaban de soltar un chascarrillo para recordarlo: —¡Mira, mira, se está cargando a la “izquierda”! —externaba uno de los amigos del escritor chiapaneco, en referencia a que éste siempre comulgó con las corrientes comunistas. Luego los demás soltaban una pequeña sonrisa de “complicidad”.

Al llegar a su tumba, a pocos metros de la entrada principal del cementerio, las palabras cubiertas con un matiz de retórica no podían faltar: “Los hombres como él no se entierran, se siembran”, manifestaba uno de los presentes. Mientras otros más, algunos entre lágrimas, hablaban de lo importante que fue “el mejor cuentero de Chiapas”.

Minutos antes de partir y con la letra improvisada de un anciano y su guitarra, quien entonaba “¡Tú eres mi “Laco” del alma, realmente un amigo…!”, Zoé Robledo aseguraba: “Era un nombre que nos daba dignidad a los chiapanecos, compromiso, lo vamos a extrañar, y nos hará falta, pero la mejor forma de honrar su memoria es que los chiapanecos del futuro conozcan su obra, sí, pero también su vida…”.

Para luego externar: “Hoy (Eraclio) ejerce por primera vez uno de los oficios que él dijo que nunca pudo ejercer, el de cosmonauta, y hoy ya sube al cielo y con él se van los sueños de muchos chiapanecos”. Y la encomienda de Zoé a “Laco” no podía faltar, ésa de que, así como lo hizo con “Tío Chico”, le llevara un poquito de café a su tío Édgar Robledo porque se quedó con el antojo.

Los aplausos no se hicieron esperar. Eraclio se fue, aunque no tan lejos, porque su legado quedará “por los siglos de los siglos”, en la tierra cuyo aliento es como una fragancia de hierbabuena.

@oye_chiapas