Cómo es la complicada vida de las estrellas de rock en China

(BBC)

 

 

El 4 de junio de 2014, 25 años después de que vio caer los cuerpos de manifestantes que pedían democracia, la Plaza Tiananmen lucía como un día cualquiera. Bajo un imponente retrato de Mao Zedong, los turistas daban vueltas y los niños reían y jugaban como lo haría en cualquier otro lugar.

Efectivos militares recorrían el perímetro de la plaza, descendiendo sobre ella en grupos notablemente más grandes que de costumbre.

Pero la mañana se volvió noche sin novedad, sin que la tensa calma del aniversario se rompiera. En Tiananmen no retumbaron los micrófonos, no ardieron las velas, no se inclinaron las cabezas como ocurrió en las vigilias de la plaza de la Libertad de Taipei y del Victoria Park de Hong Kong.

 

"Nothing to My Name", el himno del movimiento democrático de 1989, compuesto por el fundador del rock’n’roll chino Ciu Jian, no sonó en ninguna parte.

Sus alusiones al individualismo, experimentación y no conformismo han sido despojados desde entonces de cualquier elemento de rebelión política, desplazadas a una escena de rock underground de China, que está floreciendo.

El comienzo con Cui

La música rock china comenzó a tomar fuerza en 1987, poco más de una década después de la muerte de Mao.

Comenzó cuando Cui dejó la Filarmónica de Pekín, para la que tocaba la trompeta, para componer y grabar el primer álbum de rock de China, Rock´n´Roll en la Nueva Gran Marcha.

Cui Jian introdujo el rock en la escena musical china a finales de los 80.

Su música se convertiría en un elemento permanente de la política a finales de los 80 cuando una juventud urbana china movilizó el disenso contra lo que percibía como las políticas represivas de la República Popular China.

Aun después de que el Estado autoritario desplegara la violencia contra los estudiantes que protestaban, poniendo fin abruptamente a su movimiento, Cui se embarcó en una gira nacional.

La llamó la "Nueva gran marcha", aludiendo con sorna a la "Gran marcha" de Mao de los años 30, el evento que dio inicio a su ascenso al poder dentro del movimiento comunista chino y que inspiró su culto a la personalidad.

No pasó mucho tiempo antes de que los líderes del partido se dieran cuenta del contendio político de la música de Cui y cancelaran el resto de sus presentaciones.

Sin embargo, Cui había abierto un camino nuevo a la música china, uno que crecería hasta convirtiéndose en la vibrante escena indie que China disfruta hoy.

Pero al tiempo que el rock chino underground ha evolucionado de sus inicios confrontacionales, así se ha despojado de su contenido político.

Una nueva generación de Sino-rockeros se ha apartado de cualquier referencia directa o indirecta a la rebelión contra el gobierno.

El festival Zhangbei Grassland Music busca mezclar elementos de música y ecología. Pero no de política clásica.

Uno de sus principales representantes es Zhou Shouwang, el líder del trío experimental Carsick Cars, que tiene sus raíces musicales en las bandas Velvet Underground y Sonic Youth, así como los compositores minimalistas Steve Reich y Philip Glass.

"La música de Cui es para una generación más idealista, que sabía menos de música y de vida en la ciudad y estaba más interesada en cambiar el mundo", le dice Zhou en una entrevista a Michael Pettis, un inmigrante estadounidense que dejó Wall Street para fundar un club underground y un sello disquero en Pekín.

"Creo que quizás somos más pesimistas y también que estamos más interesados en encontrar desafíos artísticos que nos hagan expandir nuestra mente".

Rock sin rebeldía

La relación entre política y arte en la China moderna es muy tensa. Desde que la Revolución Cultural trajera consigo una década de terror contra artistas e intelectuales en los años 60 y comienzos de los 70, algunos de los principales talentos creativos de China se han ido al extranjero.

Entre ellos, Gao Xingjian, el primer autor en escribir en chino y en recibir el premio Nobel de Literatura, quien emigró a Francia a finales de los 80.

A pesar de su pedigrí en el mundo Occidental, las novelas de Gao no figuran en los anaqueles de ninguna librería en China y sus dramas están notablemente ausentes de los escenarios locales.

Los músicos consideran que no vale la pena arriesgar la libertad de la que gozan metiéndose en los temas que condenaron a sus antecesores a la clandestinidad en los años 80.

Muchos críticos occidentales esperan que los artistas chinos reproduzcan la política progresista de voces disidentes como Gao y Ai Weiwei y los señalan si su trabajo no desafía directamente el régimen de censura bajo el que operan. Por ejemplo, algunos escritores occidentales han calificado al Nobel de Literatura Mo Yan de peón del gobierno chino y han dicho que no merece el premio.

Quienes han criticado a Mo también podrían verse decepcionados por la falta de participación política de la escena del rock chino de hoy.

Pero dentro de una sociedad autoritaria, Zhou Shouwant y otros músicos se han creado un espacio para explorar la vida urbana moderna y la identidad.

Las licencias creativas a su disposición dentro de ese espacio –sienten ellos- no está severamente limitada por la censura gubernamental.

Si provocan al Partido Comunista con letras más explícitas políticamente, podrían poner en peligro esa libertad. Muchos prefieren directamente evitar la interacción con el gobierno, incluido cualquier potencial patrocinio oficial.

"Me temo que si el gobierno entendiera lo que estamos haciendo y decidiera apoyar a los artistas underground y a los músicos de Pekín (…) terminarían dañando la fuerza y variedad de la escena musical y artística china", Zhou Zhouyang le dijo a Pettis.

En busca de una ganancia

El desafío más grande que enfrentan los músicos independientes en China no es político, sino comercial.

Hablé de ello con Duncan Hodson, un inmigrante que toca la guitarra para la banda de brit-punk MagicBus. "Se hace muy poco dinero y el mercado es muy pequeño de momento", me dijo.

El principal desafío de los músicos de rock chinos está en cómo hacer dinero: quienes no logran entrar en el mundo de los festivales, lo tienen difícil.

"En China probablemente puedes contar con los dedos de la mano el número de bandas que pueden vivir de su música".

En China, como en Occidente, la digitalización de la música ha alterado los mecanismos de ganancias de la industria, que han pasado de basarse sobre la venta de álbumes a los ingresos por conciertos en vivo.

Como resultado, las bandas underground más populares hacen la mayoría de sus ganancias en grandes festivales, como el Modern Sky Festival y el Strawberry Festival.

Mientras que esto ha ayudado a traerle la música rock indie al gran público chino, lo ha hecho a costa de los grupos más pequeños.

Los novatos que tienen problemas para meterse en la escena de los festivales encuentran difícil mantenerse a flote solo con la venta de discos.

En una industria hambrienta de dinero, tener y operar un sello disquero es una proposición perdedora para la mayoría, lo cual ha permitido que un puñado de marcas monopolice la escena de producción y distribución.

Los gigantes de la industria incluyen Modern Sky, Genjing Records y Maybe Mars, fundado por Pettis en 2007.

El hecho de que grupos experimentales chinos puedan encontrar pocas fuentes de capital más allá de exbanqueros de Wall Street puede parecer sombrío.

Pero Hodson argumenta que los problemas comerciales son, en parte, la razón que explica que la escena musical es tan única y vibrante: "La gente se involucra por una razón simple, aman la música y quieren usarla para hablar de sus vidas".

Una vertiginosa variedad de sonidos, que mezclan y modifican géneros, ha emergido del underground de Pekín: híbridos de electro dream-pop, post-punk, instrumental math rock, noise music y post-rock.

La instrumentación de los grupos varía de los grupos tradicionales de cuatro miembros a bandas alocadas con silbatos de lata, violines irlandeses e instrumentos tradicionales chinos. Es una escena increíblemente ecléctica que vale la pena explorar.

 

Simplemente no esperes encontrarte con un ingrediente de rebelión.