Festeja casa del grabado; 35 aniversario del Taller Gráfica Bordes

El Museo Nacional de la Estampa inaugura mañana una exposición que revisa su historia

Nota y foto: Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

Por ahí han pasado artistas como Pedro Friedeberg, Vicente Rojo, Joy Laville, Carla Rippey, José Luis Cuevas, Francisco Toledo, Alberto Gironella y muchos más. Se trata del Taller Gráfica Bordes, un espacio creado hace 35 años para promover y hacer gráfica: “entonces había cinco talleres en todo la República, ahora son más de 100”, dice Pilar Bordes quien, junto con su hermana Carmen y el artista Paul Nevin, fundó el lugar en su propia casa de Guadalajara.

 

El taller inició en la casa, era una casa muy tapatía, con dos patios y en el de en medio había dos cuartos grandes que eran el taller”, recuerda. Instalado en la Ciudad de México desde 1996, el atelier está de fiesta: mañana el Museo Nacional de la Estampa (Munae) inaugura la exposición Hacia un poliedro perfecto: Siete lustros del Taller Gráfica Bordes, en la que se ofrece un recorrido por la historia del espacio que desde sus inicios se volvió referencia en el desarrollo de la producción gráfica mexicana contemporánea.

La idea de crear el taller, cuenta Bordes, surgió en Barcelona a principios de la década de los ochenta. Para entonces, la artista e impresora se había casado con Paul Nevin y en una estancia por la ciudad española, la artista Concha Ibañez les sugirió crear un taller a manera de cooperativa para financiarse. El sistema consistía en que cada artista debía cerrar cinco contratos y a los clientes se les enviaban dos grabados al mes, pero la idea resultó agotadora para los fundadores y decidieron cambiar de esquema.

“Al mismo tiempo que hacíamos esto que le llamábamos tandas, yo invitaba artistas por mi cuenta y realicé una carpeta con artistas de México y Guadalajara; participaron Vicente Rojo, Joy Laville, Gunther Gerzso, Roger von Gunten, Gilberto Aceves Navarro, Ramiro Torreblanca, Antonio Ramírez, Luis Valsoto”, rememora. La carpeta acabó vendiéndose “muy bien” en la casa Christie’s de Londres y en la galería de Rafael Matos de la Ciudad de México; con ella pudieron establecer el taller más en forma, pero ya sin el sistema de la cooperativa.

A partir de entonces, el Taller Gráfica Bordes comenzó su historia ascendente. Pilar se acercaba a los grandes pintores y les ofrecía visitar su taller: “generalmente iban, solamente Gironella, que vivía en Valle de Bravo me dijo: ‘sí niña, pero usted tiene que venir’ y ahí me hizo su Madona, un grabado excepcional que tiene una parte de fotograbado, es más bien una transgrafía con una parte de azúcar de aguatinta, un grabado complicado que tiene en las esquinas serigrafía”, cuenta.

La lista de artistas siguió creciendo: Vlady, Manuel Felguérez, los hermanos Castro Leñero, incluso Rufino Tamayo había accedido a
participar.

Se me escapó el maestro, hable con él, íbamos a trabajar y me dijo que sí, pero después cuando me tocó hablar con su esposa Olga, todo se cayó, porque obviamente yo no tenía recursos muy grandes para pagarles, sí les pagaba a los artistas el hospedaje, los viáticos, la estancia y repartíamos la obra, pero con el maestro Tamayo no pude trabajar, él fue muy amable y estaba encantado”.

En Guadalajara el trabajo comenzó “desde enseñar que no éramos una imprenta, la gente creía que le echábamos tinta al rodillo y salían las estampas como si fuera offset. Allá invitábamos a mucha gente a ver cómo se hace, cómo se imprime el trabajo artesanal”. Subsistiendo con un mercado que empezaba a florecer en una ciudad, que dice Bordes, “sigue siendo muy conservadora y no se puede crecer mucho”, decidieron dejarla luego de 13 años y se mudaron a la Ciudad de México, en 1996.

Pero en el Taller Bordes ya se elaboraban todas las técnicas sobre metal: mesotinta, aguafuerte, aguatinta, punta seca, barniz blando y en combinación con xilografía, fotograbado, serigrafía. Y trabajaban incluso con ácidos directos: “los artistas éramos un poco intrépidos para trabajar ácido directo como si fuera nada, con nítrico de lo más fuerte casi sin disolver, dibujando sobre placa graneada o sobre la placa con resina, usábamos pocos materiales de protección”. De lo más valerosos, cuenta, estaba Vlady.

Una vez lo encontré todo manchado de ácido y le digo: “¿no te arde?; me respondió: ‘no… bueno me está picando un poco, pero tranquila’, tenía la cara llena de ácido. José Fors una vez se llenó todo el brazo de barniz blando para hacer un registro en la placa de cobre y Germán Venegas una vez trabajó unos grabados grandes que son El grito y El sembrador de estrellas con puro acido directo, teníamos patio abierto pero de todos modos”, dice Pilar.

La exposición en el Museo Nacional de la Estampa reunirá más de 150 obras gráficas de los artistas que han pasado por el Taller Bordes, así como algunos documentos, fotografías y objetos que dan cuenta del emblemático espacio. Paralelamente, la muestra servirá para presentar Impresiones volumétricas, una caja con 16 grabados e igual número de ejemplares de la colección Artistas de México, lanzada por el taller en 2006 con la finalidad de dar a conocer el trabajo de creadores mexicanos y residentes en el país.

Hasta ahora, Bordes ha editado 56 pequeños fascículos que dan cuenta de la diversidad artística mexicana. La colección surgió por idea de Paul Nevin, quien sugirió emular una colección francesa dedicada a los grandes artistas del mundo, que le regalaban cuando era niño. Cada pequeño fascículo
está dedicado a un artista y en ellos aparecen pequeñas reproducciones de su obra, acompañadas de un breve texto. En la caja que será presentada se incluyen artistas como Kiyoto Ota, Maria Jose de la Macorra, Alberto Castro Leñero, Jorge Yazpik, Damián Flores, Manuel Felguérez, Perla Krauze, Federico Silva, entre otros.